El poder, la verdad y la libertad individual: La visión de Condorcet

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Condorcet advirtió de un nuevo peligro para la autonomía del individuo: que quienes ostentan el poder temporal aspiren a fundar un nuevo culto cuyo objeto es el propio Estado, sus instituciones o sus representantes.

Los mismos que quisieron liberar a los hombres del yugo de la religión se arriesgan a convertirse en servidores de un culto no menos opresivo. A partir del momento en que es el poder el que dice al pueblo lo que hay que creer, nos encontramos con una especie de religión política.

Hay una nueva "plenitud de poder", en la que el poder temporal impone también las creencias que le convienen. Si controla la escuela, convierte la formación, que debería proporcionar la liberación, en herramienta de una sumisión más completa. Presenta como verdades científicas las últimas decisiones políticas. Al controlar la información, consigue que "los ciudadanos jamás se enteren de nada que no les haga confirmarse en las opiniones que sus señores quieren dictarles". Los individuos, a los que se manipula, creen actuar por sí mismos, pero llevan a cabo el programa de quienes detentan el poder.

En relación con esto, Condorcet plantea la hipótesis de que "un grupo de audaces hipócritas" se apodera del poder central y se apropia de las postas locales en todo el país. Podrían hacerse con las principales fuentes de información y, por lo tanto, contarían con la credibilidad de "un pueblo cuya falta de formación lo deja expuesto a los fantasmas del miedo".

Tal plenitud de poderes sería incluso peor que sus predecesoras. La religión tradicional quería controlar la conciencia del individuo, ya fuera ejerciendo ella misma el poder temporal, ya fuera delegando en este último la labor de coaccionarlo. Pero la religión política podrá vigilar y orientar directamente todo. En consecuencia, la libertad que defiende ahora Condorcet no es ya solo la de conciencia. Es, como diría Benjamín Constant, toda la libertad de los modernos. El territorio de la nueva religión supera con creces el de la antigua, por lo que también aumenta lo que el individuo tendrá que defender.

Los peores temores de Condorcet se cumplirán con el comunismo, el fascismo y el nazismo: "debido precisamente a su tendencia totalitaria, ese nuevo tipo de fusión entre poder temporal y poder espiritual elimina más radicalmente que nunca la libertad individual que garantizaba el laicismo".

La verdad no depende del sufragio universal (Hume)

Condorcet defendía la tolerancia religiosa y los derechos de los protestantes a dar clases en las mismas condiciones que los profesores católicos. La religión del maestro es indiferente, ya que la materia impartida depende no de la fe, sino de la ciencia.

Pero entonces, una frontera separa nítidamente dos tipos de materias susceptibles de ser enseñadas: por un lado, las religiones, las opiniones y los valores; por el otro, los objetos de conocimiento, cuyo horizonte último ya no es el bien, sino la verdad. “La verdad es tan enemiga del poder como de quienes lo ejercen”.

El buen gobierno es el que se preocupa más del bienestar de los ciudadanos que de su propio triunfo.

"Un buen gobierno no se opone a que los conocimientos aumenten y se propaguen. Pero su papel se queda ahí. En ningún caso debe empeñarse en contribuir él mismo a que progrese la verdad, ya que ésta no es un asunto de voluntad. El poder público no debe enseñar sus opciones haciéndolas pasar por verdades. Su deber es armar contra el error, que siempre es un mal público, toda la fuerza de la verdad. Pero no tiene derecho a decidir dónde reside la verdad ni dónde está el error".

"No corresponde al pueblo pronunciarse sobre lo que es verdad o mentira, ni al parlamento deliberar sobre el significado de los hechos históricos del pasado, ni al gobierno decidir lo que debe enseñarse en la escuela. La voluntad colectiva o soberana del pueblo topa aquí con un límite: el de la verdad, sobre el cual no tiene influencia. Esta independencia de la verdad protege al mismo tiempo la autonomía del individuo, que puede apelar a la verdad ante el poder."

"La única fuente de la felicidad pública es conocer la verdad y conformar con ella el orden de la sociedad".

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