Libertad, Moralidad y Conciencia: El Camino del Hombre hacia el Bien

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La Libertad del Hombre

Dios creó al hombre, confiriéndole la dignidad de una persona dotada de iniciativa y dominio sobre sus actos. La libertad es el poder radicado en la voluntad y la razón para obrar o no obrar. En el hombre, la libertad es una fuerza de crecimiento y maduración en la verdad. La libertad se alcanza plenamente cuando se está con Dios. Mientras no se está junto a Él, la libertad implica la posibilidad de elegir entre el bien y el mal. Cuanto más bien haga el hombre, más libre se volverá. La elección del mal es un abuso de la libertad y conduce al pecado.

La libertad hace al hombre responsable de sus actos, los cuales son voluntarios. La imputabilidad y la responsabilidad pueden disminuir o suprimirse a causa de la ignorancia. La libertad se desarrolla en las relaciones entre los seres humanos. Toda persona tiene el derecho a ser reconocida libre y responsable. El derecho al ejercicio de la libertad es una exigencia inseparable de la dignidad humana.

La Libertad Humana en la Economía de la Salvación

La libertad del hombre es finita y falible; el hombre, libremente, pecó. Por la Cruz gloriosa, Cristo obtuvo la salvación para todos los hombres. Mediante la gracia, el Espíritu Santo nos educa en la libertad espiritual para ser colaboradores libres de su obra en la Iglesia y en el mundo.

La Moralidad de los Actos Humanos

La moralidad depende del objeto elegido, de la intención y de las circunstancias. El objeto elegido es un bien hacia el cual tiende deliberadamente la voluntad; es la materia de un acto humano. La intención se sitúa del lado del sujeto que actúa y es un elemento esencial en la calificación moral de la acción. El fin es el término de la intención y define el objetivo buscado en la acción. La intención es un movimiento de la voluntad hacia un fin. Una intención buena no hace bueno ni justo un comportamiento desordenado; el fin no justifica los medios.

Las circunstancias son los elementos secundarios de un acto moral. El acto moralmente bueno supone a la vez la bondad del objeto, el fin y las circunstancias. La finalidad mala estropea la acción. No está permitido hacer un mal para obtener un bien.

La Conciencia Moral

La conciencia moral ordena al corazón del hombre practicar el bien y evitar el mal, juzgando las opciones, aprobando las buenas y denunciando las malas. Cuando el hombre escucha su conciencia moral, escucha a Dios. La conciencia moral es un juicio de la razón por el que la persona reconoce la cualidad moral de un acto que se propone realizar.

La dignidad de la persona implica la rectitud de la conciencia moral, la cual comprende la percepción de los principios de la moralidad. La verdad sobre el bien moral se reconoce por el dictamen prudente de la conciencia. Esta conciencia hace posible asumir la responsabilidad de los actos realizados. La persona tiene derecho a actuar en conciencia y libertad en sus decisiones morales.

Hay que formar una conciencia y un juicio moral. Una conciencia bien formada es recta y veraz. La virtud se enseña mediante una educación prudente, y la educación de la conciencia dura toda la vida; esta educación garantiza la libertad y la paz en nosotros. La Palabra de Dios es la luz en la formación de la conciencia.

El ser humano debe siempre buscar lo que es bueno y justo, expresado por Dios y su Ley divina, y debe obedecer al juicio de su conciencia; sin embargo, a veces la conciencia puede estar dañada por la ignorancia, el desconocimiento de Cristo y el rechazo a la Iglesia, lo cual puede alejarla del juicio de la conducta moral. La conciencia pura y buena es iluminada por la fe verdadera.

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