Maestría y Declive de la Oratoria Romana: Un Recorrido Histórico
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El Orador Perfecto: Fundamentos y Técnica Clásica
El perfecto orador ha de ser una combinación de tres factores esenciales: disposición natural, cultura profunda y conocimientos de la técnica del discurso.
Los Cinco Pilares de la Oratoria Romana según Cicerón
Esta técnica se expone detalladamente en la obra De Oratore de Cicerón y abarca cinco puntos fundamentales:
- Inventio: La búsqueda y recopilación de la documentación y los argumentos necesarios.
- Dispositio: La estructuración lógica y coherente del material recogido para el discurso.
- Elocutio: La exposición del discurso con las palabras adecuadas, el estilo y la ornamentación retórica.
- Memoria: La capacidad de recordar lo preparado para la exposición.
- Actio: El uso de gestos, la modulación del tono de voz y la expresión corporal adecuados para impactar al auditorio.
Cada parte del discurso exige un método y una técnica específicos. Cicerón, en su obra oratoria, revela el arte de la palabra justa, de la fina ironía y la estocada elegante. Su estilo, basado en el equilibrio y la simetría, lo convirtió en el orador más destacado de su tiempo.
La Decadencia de la Oratoria Romana: Del Foro a la Escuela
A partir del reinado de Augusto, desaparecen las condiciones que habían producido una eclosión oratoria de altos vuelos y la aparición de grandes oradores. La causa principal de la "muerte" de la oratoria pública fue la desaparición de la libertad política.
Causas y Consecuencias de la Transformación Oratoria
La elocuencia se transforma en declamatio, retirándose del Foro y trasladándose al interior de las escuelas de retórica. Séneca el Mayor nos ha transmitido este mundo de las escuelas de declamación en su obra Oratorum et rhetorum sententiae, divisiones, colores, que divide en dos partes principales: Controversiae y Suasoriae.
En esta obra se habla de numerosos declamadores y retóricos, destacando Porcio Latrón, conocido como "el Cicerón de las salas cerradas".
Figuras Clave en la Oratoria Imperial y su Evolución
Quintiliano reacciona contra el estilo conceptuoso y afectado de la oratoria retoricista en su Institutio Oratoria. En esta obra, se preocupa por la técnica oratoria y la formación integral del orador.
Tácito, en su Dialogus de oratoribus, aborda la preocupación por la decadencia de la oratoria. Contrapone la formación del antiguo orador, que aprendía en vivo en el Foro, con la educación moderna impartida en las escuelas, y su postura es de un pesimismo resignado.
En la época imperial, la única elocuencia pública relevante era la de los funcionarios. El modelo más acabado de este tipo de oratoria es el Panegírico de Trajano de Plinio el Joven.
En el siglo II d.C. surge una tendencia arcaizante que culmina en figuras como Cornelio Frontón y Apuleyo. En los siglos III y IV d.C., la elocuencia se limita principalmente al elogio de los emperadores, dando origen a colecciones como los Panegyrici Latini.
En la segunda mitad del siglo IV, vive Aurelio Símaco, el último gran defensor de las tradiciones romanas frente al creciente cristianismo.