Maestros de la Escultura del Siglo XIX: Canova y Rodin

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Antonio Canova y la Elegancia Neoclásica

Una de sus principales obras es el grupo de Las Tres Gracias, que fue un encargo, precisamente, de la familia Bonaparte. En concreto, de Josefina, la esposa de Napoleón. El tema es de sobra conocido y está basado en Las Metamorfosis de Ovidio –baste recordar las celebérrimas obras de Rubens o de Rafael–. Aunque Josefina no pudo ver esta obra en vida, pues falleció antes de verla terminada, su nieto la adquirió para la familia, tras un intento de compra por parte de un duque inglés.

Descripción de Las Tres Gracias

Canova utilizó un solo bloque de mármol para la obra, a partir del cual devastó las tres figuras desnudas. Las jóvenes Gracias se funden en un abrazo entre ellas que denota una gran carga erótica en el conjunto, pero sin caer en la vulgaridad.

Las formas de sus cuerpos son contorneadas y en ellas se puede ver un guiño al mundo clásico. Las tres jóvenes aparecen en una graciosa postura; tan solo se apoyan en uno de sus pies, recreando un precario equilibrio que otorga dinamismo al conjunto.

Auguste Rodin: La Fuerza del Impresionismo Escultórico

Opuesto a Canova, encontramos a la que quizá sea la gran figura de la escultura del siglo XIX: Auguste Rodin (1840-1917). Su voluntad y capacidad creadora le convirtieron en una fuerza de la naturaleza, en una réplica decimonónica de la terribilitá de Miguel Ángel, a quien admiraba profundamente. Aunque el Impresionismo sea un movimiento esencialmente pictórico, en la escultura de Rodin se evidencian puntos de contacto con las obras de los pintores impresionistas. No solo se trata de una vinculación cronológica. El acabado rugoso y abocetado de buena parte de las esculturas de Rodin provoca que la luz extraiga de ellas vibraciones y contrastes muy próximos al Impresionismo. Evidentemente, la propia naturaleza técnica de la escultura, por necesidad fruto del trabajo minucioso en el taller, imposibilita una total identificación con la pintura. Rodin poseyó una capacidad extraordinaria que le permitió trabajar todo tipo de materiales, técnicas y formatos. A sus facultades para la escultura, unió un carácter apasionado que le empujó hacia planteamientos y temas dramáticos, casi románticos.

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