Marcel Proust y la Memoria Involuntaria: Claves de su Obra
Clasificado en Psicología y Sociología
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La Introspección en la Obra de Marcel Proust
La tradición de escritura introspectiva busca revelar al sujeto en la escritura. En este sentido, Marcel Proust supera la introspección de autores anteriores. Esta introspección se inicia en el siglo XVI y presenta convergencias con la filosofía de Henri Bergson (1859-1941). Bergson diferenciaba dos tipos de memoria:
- La memoria técnica: la memoria de la repetición, es decir, los recuerdos que surgen a través de la repetición de hechos y palabras.
- La memoria vital: la memoria biográfica, que permite revivir un suceso del pasado.
También diferenciaba dos tipos de tiempo:
- Espacializado: numerado, que depende de lo que duran las cosas externas, del mundo (minutos, horas, etc.). Es un tiempo materializado.
- Interno: el tiempo de la conciencia, interior, psicológico, en el que cada momento del presente está atravesado por el pasado. Su durée es una realidad psicológica que consiste en la percepción del fluir de nuestros estados mentales, en una sucesión que funde el presente con el pasado.
Proust converge con Bergson, pero también con la filosofía fenomenológica, la cual quiere eliminar la creencia de que el mundo existe. Los fenomenólogos se interesan por las estructuras de la conciencia, que son la percepción, la voluntad y la empatía.
La Memoria Involuntaria como Motor Creativo en En Busca del Tiempo Perdido
Para Proust, solo la memoria involuntaria puede devolvernos el pasado en su esencia sensible y plena. La irrupción fortuita y misteriosa de dicha memoria, que produce un efecto intenso y de felicidad (“un momento bienheureux”) es el resorte creativo de su obra. Lo vivido en estado puro no es accesible mediante los procesos conscientes de la inteligencia y la voluntad.
En En Busca del Tiempo Perdido (La Recherche), se trata de buscar el tiempo perdido y de revelar el tiempo esencial, y con él, la verdad de lo que fue vivido de manera fugaz y efímera. El tiempo tiene una dimensión interior que hace que “una hora no es solo una hora, es un vaso lleno de perfumes, sonidos, de proyectos, de climas” (p. 238). La realidad vivida asciende a la conciencia a través de los procesos de la memoria involuntaria, que la evoca de un modo nuevo, diferente a la significación que en su momento pudo tener.
Ahora bien, la escritura de esa memoria es un ejercicio que se apaga en la inteligencia y en la reflexión, solo sabemos de lo inconsciente a través de lo consciente. De ahí que en Proust lo narrativo se enlace con lo reflexivo hasta construir una novela-ensayo.
Para Proust, todos existimos sin sentir la realidad, actuamos ajenos a ella envueltos en las rutinas cotidianas, en la costumbre. Así transcurren los días de los personajes y el narrador, haciendo las mismas cosas, esperando la Pascua o el verano, extrañando a alguien, soñando el futuro, anhelando ver a la persona amada. Lo cotidiano es lo desconocido porque la intención lo vuelve opaco al conocimiento.
La tarea del artista consiste en extraer de la memoria inconsciente la realidad eterna que la vida social nos impide ver, ese recuerdo inesperado que brota al contacto con un acontecimiento del presente y que transforma el hábito en algo bello, en una realidad esencial y eterna.
El Platonismo en la Filosofía de Proust
Existe una conexión entre el trabajo de la memoria involuntaria y el proceso de la anamnesis platónica. El hombre de Proust es ese mismo hombre que se encuentra encadenado a la caverna y que solo puede ver sombras. La memoria involuntaria descubre una esencia común a nuestras impresiones que es superior a cualquier realidad, esa experiencia llena de felicidad al narrador proustiano.
El arte es una forma de salvación, una manera de escapar al proceso destructor del tiempo. El mundo exterior es incognoscible, el mundo interior es cognoscible, pero se nos escapa por su constante cambio. Solo el mundo del arte es absoluto, eterniza los reflejos del pasado que aparecen en el presente como semejanzas ocultas encontradas por azar. El arte se aproxima así a la metafísica.