Max Weber y Émile Durkheim: Perspectivas sobre el Capitalismo y la Transformación Social

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Max Weber (1864-1920)

Max Weber coincide con Marx en analizar el capitalismo como una formación social de una eficacia y dinámica muy superiores a todas las anteriores, debido a su racionalidad inherente. Lo que en Marx aparece como la subordinación de los individuos a un proceso social pseudo-objetivo, para Weber es un proceso universal de racionalización.

El modelo ideal de la racionalidad capitalista es para él la empresa como organización. La empresa es la institucionalización de la racionalidad con arreglo a fines, del cálculo constante y universal en un medio abstracto y formal (dinero), la forma de acción social que marca la superioridad de las sociedades modernas. Con la extensión irreversible e imparable del capitalismo, se establece una nueva pauta universal de acción social: la acción racional que actúa en función del cálculo de costes y beneficios para alcanzar determinados objetivos.

Las relaciones laborales burocráticas son relaciones “deshumanizadas”, dominadas por la objetividad de la organización racional, representada por un especialista profesional que supervisa el orden formal y las reglas generales sin ningún tipo de emoción o sensibilidad.

Weber considera la “disciplina racional”, entendida como la “uniformidad de la obediencia por parte de una multiplicidad de hombres”, como estructura de dominación de las organizaciones modernas en sociedades de masas. Basándose en la objetividad de un resultado racionalmente perseguido, eliminando todos los factores irracionales y emotivos.

Émile Durkheim (1858-1917)

Para Émile Durkheim, la división del trabajo desempeña un papel importante, asegurando la cohesión social. Durkheim analiza la transformación social generada por el capitalismo mediante un dualismo terminológico fundamental: el paso de la solidaridad mecánica a la solidaridad orgánica. Solidaridad en términos de mecanismo básico de integración social.

  • Por un lado, la solidaridad mecánica funciona a través de la conformidad de todas las conciencias particulares con una conciencia colectiva común, generando una identidad inmediata.
  • Por otra parte, la solidaridad orgánica, donde la evolución social desborda a las sociedades tradicionales y genera una progresiva división del trabajo social mediante un proceso de diferenciación funcional.

Fiel a su premisa de que la división del trabajo como tal nos lleva a la solidaridad orgánica, Durkheim afirma que, en un principio, una producción industrial más grande produce más interdependencia, mayor necesidad de coordinación entre las funciones de las máquinas y obreros y, por tanto, más solidaridad.

Las crisis anómicas en la división del trabajo surgen con el cambio en la organización productiva desde pequeños talleres hacia la gran industria. La rapidez de la transformación y la coacción exterior podían favorecer la desintegración social por la falta de control del proceso, por la falta de regulación jurídica y moral de la vida económica, y por la enorme desigualdad social.

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