Del Medievo a la Ilustración: El Tránsito de la Sacralización a la Secularización
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De la Sacralización a la Secularización: Un Cambio de Mentalidad
Hay una clave histórica que nos puede ayudar a comprender los universos mentales de los tiempos modernos, y esta es la sacralización, que comenzó a superarse por la secularización del siglo XVIII a medida que se fue imponiendo la Ilustración.
Conceptos Fundamentales
Sacralización: Subordinación de la vida terrena a lo que se creía eterno y duradero para siempre. Implicaba la inexistencia de barreras entre lo natural y lo sobrenatural, que convivían como si de un mismo universo sin fronteras se tratara, y la elaboración de una escala de valores en la que la vida, la tolerancia, la libertad, la razón y las capacidades humanas apenas tenían importancia.
Secularización: Por el contrario, intenta conseguir la autonomía de la existencia, la separación de los órdenes naturales y sobrenaturales, llevando hasta las últimas consecuencias el proyecto humanista que se desarrolló en el siglo XVIII.
Estos aspectos eran vividos y sentidos de diferente manera entre unos individuos y otros según la cultura, la religiosidad, etc.
La Existencia Sacralizada
Desde el Medievo, la existencia disponía de un sistema de seguridades que no dejaba espacios inmunes a la influencia de lo sobrenatural.
Nacer para Salvarse
El matrimonio no se contraía por amor; incluso esto tenía un matiz denigrante. La idea del matrimonio era más bien la de un contrato con finalidades reproductivas de patrimonios o de la prole. Se regulaban los tiempos aptos para la generación y para la abstinencia de relaciones. Algo parecido ocurría con la relación paternal hacia los niños. La excesiva mortalidad infantil bastaba para explicar la familiaridad con la muerte de los niños y el no excesivo aprecio a su vida, sobre todo si eran niñas.
Este hecho aclara que no se preocupaban tanto de la supervivencia terrena de las criaturas, sino de asegurar su salvación eterna (era cambiar una vida efímera e incierta por otra que no acababa nunca). De esta manera, hasta las comadronas se sometían a exámenes no tanto para aprender a ayudar a nacer al niño, sino para aprender la fórmula bautismal para casos de necesidad.