El Melodrama y la Batalla Estética: Música y Poesía en los Siglos XVII y XVIII
Clasificado en Español
Escrito el en español con un tamaño de 3,73 KB
En los países germánicos se desarrolló la práctica instrumental, sentando las bases de la autonomía del lenguaje musical. Esto permitió que la música compitiera con el lenguaje verbal en la capacidad de suscitar afectos, incluso utilizando solo su propio lenguaje. Sin embargo, en los países latinos, especialmente en Italia, la cuestión central de la música giró en torno a cómo acompañar el texto, la acción teatral o el texto litúrgico.
Estas divergencias generaron intensas disputas tanto en Francia como en Italia a lo largo de los siglos XVII y XVIII. La clasificación jerárquica de las artes, las controversias sobre la música italiana y francesa, la desvalorización de la música instrumental, y otras muchas cuestiones musicales y paramusicales, fueron temas recurrentemente abordados por los eruditos de la época, quienes se preocupaban por las relaciones entre música y poesía.
En la cultura musical de los siglos XVII y XVIII, el melodrama ocupaba un lugar de honor; sin embargo, precisamente en él residía el desafío de la unión entre música y texto. La cultura oficial adoptó una postura de condena hacia el melodrama, fundamentada en razones morales y estéticas. A pesar de estas actitudes, el melodrama gozó de un éxito creciente y de una trayectoria cada vez más ascendente.
La Condena Racionalista del Melodrama
La condena del melodrama y de la música en general se fundamentaba en el espíritu racionalista-cartesiano que impregnó la cultura del siglo XVII. Según esta corriente, el arte y el sentimiento carecían de autonomía per se y no cumplían ninguna función esencial en la vida humana; solo representaban formas inferiores de conocimiento. Por este motivo, en las clasificaciones jerárquicas de las artes, la música solía ubicarse en el último lugar y la poesía en el primero, bajo el argumento de que la música se dirige a los sentidos y la poesía a la razón.
Se afirmaba que la tragedia, el melodrama, etc., no obtenían beneficio alguno al unirse a la música; por el contrario, el resultado era un producto absurdo. Un literato francés de la época, Saint-Évremond, describió el melodrama así: “Si queréis saber lo que es una ópera, os diré que es una obra estrambótica construida a base de poesía y música, en la que el poeta y la música, estorbándose mutuamente, efectúan un mal trabajo a costa de enormes esfuerzos.” Y añadió: “Una estupidez [une sottise] llena de música, de danza, de artilugios, de decoraciones; una magnífica estupidez en cualquier caso: un feo interior oculto por una bella fachada.” A pesar de estas críticas, el melodrama triunfaba con un éxito desmesurado en todos los teatros de Europa.
La Música como Arte 'Inmoral' y Subordinada
La música era considerada un arte inmoral porque apelaba únicamente a los sentidos y no a la razón. Se sostenía que existía un único lenguaje válido para el ser humano: el lenguaje de la razón, el de la verdad. En este contexto, la música carecía de salvación; nunca podría, por sí misma, significar nada. A lo sumo, podría redimirse parcialmente de su “pecado original” si se limitaba a ser la humilde sirvienta de la poesía.
Se comentaba que los espectadores, tras asistir a estas representaciones, no se marchaban imbuidos de gravedad o sentimientos nobles, sino tan solo de una “ternura femenina”, considerada indigna de espíritus viriles y de personas cuerdas o valerosas.
Propuestas de Reforma y Críticas Persistentes
Podrían multiplicarse las citas de este tipo de diversos autores. Sin embargo, otros, como Algarotti y Planelli, a pesar de su pasión por la ópera, propugnaron una profunda reforma de la misma.