Memorias Silenciadas: La Dialéctica entre Escritura, Olvido y Autobiografía
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Silencios y Olvidos: El Tejido del Otro Texto
En una autobiografía, los olvidos pueden ocupar un lugar tan destacado como los recuerdos. Los olvidos pueden explicarse por el hecho de que la memoria, que evoca el pasado, se ordena selectivamente, en una dirección nueva, diferente a la que tuvieron en el momento de la experiencia. Son muy complejas las relaciones en la tríada escritura, memoria y olvido, pues la escritura es la que conjura las posibilidades de la relación memoria/olvido; relación que sería incierta si situamos el olvido como mera forma de ausencia.
El Silencio de la Escritura: Una Forma de Olvido
El tiempo en la escritura impone una distancia, una separación de la inmediatez, que proyecta el dinamismo comunicativo más allá del presente. Por eso la escritura ambiciona reconstruir el pasado -la memoria- desde el presente, pero el presente de la escritura es, a su vez, silencio. El silencio de las letras que solo será capaz de recuperarse como voz desde los ojos que leen. Es la escritura una mezcla de memoria y olvido. La forma autobiográfica se verá directamente afectada por la dialéctica memoria/olvido que suscita la ambivalencia de la escritura como condición de ambas. Las letras constituyen una forma original de experiencia, ya que no se percibe con ellas lo real, sino una cierta representación aparencial de lo real, que solo puede sustentar la voz originaria que nace de dentro y a la que responde un hombre concreto en su tiempo presente. Derrida comenta la idea de la escritura huérfana, que emparenta luego con la idea sostenida por Platón frente a los sofistas de la imagen del logos (razón, principio, inteligencia o algunas de sus manifestaciones) como vida, frente a la escritura muerta. El predicado básico de la escritura es su diferencia específica de ser desplazamiento y ausencia: escribir es producir una marca cuyo rasgo característico es la iterabilidad que constituiría una máquina productora que la desaparición del escritor no impedirá que siga funcionando, dándose a leer, a rescribir. Esta desviación esencial que considera la escritura como huérfana supone una ruptura, radical, del concepto de comunicación y de la representatividad del sentido como referido al horizonte semántico de su intencionalidad. Derrida deconstruye los predicados esenciales para hacer ver que la marca de lo escrito es una forma significante que se constituye por la posibilidad de ser repetida no solo en la ausencia de su referente sino también en la ausencia de un significado determinado o de la intención de significación. La escritura es una marca de esas ausencias. Concluye su ensayo haciendo ver cómo la firma es la constatación de una ausencia. La autenticidad de la firma revela la presencia, en ese momento y con carácter no perdurable ni iterable, del ejecutor de la firma. Cuando ese acto ya se ha desplazado en el tiempo, la firma es un imposible de tal garantía. Toda firma es por naturaleza imitable fuera del momento de su inscripción original. La argumentación de Derrida es extrapolable a la firma autobiográfica y afecta directamente a lo que Derrida llama por ello mismo autografía.