Las Meninas de Velázquez: Desentrañando el Misterio de la Obra Maestra
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Las Meninas o La familia (1656) de Velázquez
Óleo sobre lienzo, 310 x 276 cm. Museo del Prado, Madrid.
VELÁZQUEZ (1599-1660).
Estamos ante una de las obras más célebres de la historia de la pintura. El cuadro fue pintado para el despacho de verano del rey en el Alcázar de Madrid. La escena se sitúa en un aposento del Alcázar donde Velázquez tenía su taller: una pieza amplia con varias ventanas en el muro de la derecha, de las que solo dos dejan entrar la luz exterior y entre las cuales cuelgan cuadros. Al fondo se abre una puerta que da a una escalera muy luminosa en la que destaca la figura de un hombre vestido de negro, con capa, sombrero en una mano y que con la otra aparta una cortina. Es José Nieto Velázquez, aposentador real. Junto a la puerta, un espejo de ancho marco negro refleja las imágenes del rey Felipe IV y la reina Mariana de Austria bajo una cortina o dosel como las que emplea el pintor en sus retratos oficiales. Este recurso establece un punto de referencia tras los propios espectadores que quedan así incluidos en el desarrollo de la escena. La parte izquierda está ocupada por el dorso de un enorme lienzo ante el que se encuentra el artista mirando hacia nosotros. En la mano derecha lleva el pincel y en la izquierda, con la que sostiene también un tiento, la paleta. El pintor va vestido de negro, con mangas acuchilladas de seda blanca y la cruz roja de la Orden de Santiago añadida, según la tradición por el propio rey. Velázquez no está pintando, sino en actitud de pensar y mirando al frente.
En el centro de la escena se encuentra de pie la infanta Margarita, a la edad de cinco años, mirando a sus padres o al espectador. A ambos lados, sus doncellas, llamadas meninas (lusitanismo) que han dado nombre al cuadro (aparece así nombrado desde 1843). A la izquierda, arrodillada, doña Agustina Sarmiento que ofrece a la niña un búcaro de barro rojo y a la derecha levemente inclinada en señal de respeto doña Isabel de Velasco. Junto a ella una enana macrocéfala, Maribárbola, y el enano Nicolás de Pertusato con el pie sobre un perro grande y apacible. También dirige su mirada hacia el espectador un hombre vestido de negro apenas abocetado, un guardadamas a quien habla una mujer vestida de dueña, tal vez Marcela de Ulloa, guarda menor de damas, que se encuentran en segundo plano.