Miguel hernandez
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Miguel Hernández.
5. Tradición y vanguardia en la poesía de Miguel Hernández
Los inicios del poeta como escritor se corresponden con los de un aprendiz
de poeta que, como lo calificó Dámaso Alonso, se convirtió en un genial epígono
de los grandes autores clásicos, hasta que llegó a descubrir su propia voz poética.
En su camino como poeta podemos distinguir las siguientes etapas:
5.1. El aprendiz de poeta (1910-1931)
Miguel Hernández nace el 30 de octubre de 1910 en la localidad alicantina de
Orihuela. Su padre, hombre duro y poco comprensivo, sólo le permitió asistir a la
escuela hasta 1924. En marzo de ese año lo coloca como dependiente de una tienda
de tejidos y, al quemarse el establecimiento, lo dedica a cuidar el rebaño familiar.
Era éste el oficio más bajo que cabía desempeñar y para Miguel tuvo que ser humillante
pasar todos los días arreando cabras por delante de sus compañeros de pupitre.
Es muy probable que sus primeros versos surjan de ese trance: por un lado porque
el cuidado del ganado le dejaba muchas horas para cavilar y por otro para compensar
la dura realidad cotidiana.
Por eso no debe extrañar que sus primeros versos oscilen entre el apunte local
y costumbrista y la estilización e idealización desaforada. Y así hay retratos literarios
de sus quehaceres de pastor junto a alusiones de tema mitológico como en
Pastoril o alterna el panocho En mi barraquica , Al verla muerta con refinamientos
de raigambre modernista a la zaga de Rubén Darío y Juan Ramón Jiménez o del
Romanticismo más intimista de Bécquer.
Provisto de un diccionario de mitología, otro de rima y de Lengua, este trabajo
vino a ser sustituto de la escuela que le faltó.
De ese tiempo y de las lecturas de las que se fue nutriendo en esos años de
formación se advierte ya el primer Miguel, un muchacho de acento pastoril que educa
su oído en el octosílabo romanceado, en Virgilio, en Góngora, Garcilaso, Lope
de Vega, San Juan de la Cruz, Antonio Machado, en un Modernismo caduco representado
entonces por Gabriel y Galán, en una amalgama de voces entre las que
resuenan poemas y textos de Bécquer, Rubén Darío y Juan Ramón Jiménez, sin
perder de vista a los locales como Vicente Medina, el regionalismo fonético y la propia
experiencia vital como pastor de cabras.
La amistad con Ramón Sijé (anagrama de José Marín) marcará su crecimiento
como poeta, al convertirse en una especie de mentor y orientador de sus lecturas
.Sijé era un caso aparte dentro de la intelectualidad provinciana. Fue asimismo un
gran orientador para el amigo poeta hasta el punto de ejercer sobre él una influencia
decisiva en su primera etapa, en el amor por los clásicos y en su militancia católica.
En sus primeras creaciones, elaboradas en torno a los dieciséis años, son
frecuentes las escenas mitológicas y los ambientes orientales, todo ello como resultado
de su gusto por el Romanticismo y por el Modernismo.
Una muestra de esta primera poesía hernandiana muy apegada a la tradición
literaria clásica la hallamos bajo el epígrafe Poemas sueltos I de la antología. En
este apartado se observa la amplia variedad métrica, destacando el uso del octosílabo,
el endecasílabo, el dodecasílabo, el hexadecasílabo, y, también, el verso libre.
5.2. Por el camino de la modernidad y la vanguardia (1932)
El 30 de noviembre de 1931, Miguel Hernández emprende su primer viaje a
Madrid, con la ilusión y la esperanza de ver reconocida la creación de ese pastor un
poquito poeta como él mismo se autodefine en una carta enviada a Juan Ramón
Jiménez pidiéndole que lo reciba en su casa y lea los poemas que lleva escritos.
Tras su primera estancia en Madrid, las penurias económicas lo hacen regresar
a su pueblo. Sin embargo a MH le sirve para renovar completamente las ideas
literarias. Decide acercarse a los movimientos vanguardistas y renovar su lenguaje,
técnica y estilo, especialmente utilizando la metáfora.
Para dicho acercamiento a la poesía vanguardista, hay un acontecimiento que
resulta de capital importancia: la conmemoración del tricentenario de la muerte de
Góngora, en 1927. Será a partir de entonces cuando entre en contacto con la poesía
de Alberti, Gerardo Diego o Jorge Guillén, el cual será el de mayor influjo con su
concepto de la poesía pura (de la que también había hablado Juan Ramón Jiménez).
Tanto Guillén como Paul Valery le sirven de modelo como lo demostraría el
hecho de que el primer poema del libro aparezca encabezado por una cita del poeta
francés o que el titulado Sexo en instante, 1 esté dedicado a Guillén. Se embarca
entonces en una nueva producción llena de hallazgos y se aventura en una poesía
hermética, de sintaxis compleja, con un acento culterano heredero de Góngora y el
cultivo de octavas reales, las décimas y el gusto por la metáfora elaborada en su
obra Perito en lunas.
De hecho, el mismo título del libro se encuentra cargado de sugerencias. Por
un lado perito nos hace pensar en un oficio en el que el poeta se muestra como entendido
o experto. Por otro, su experiencia parece radicar en aquello que resulta
misterioso, como son esas lunas, en plural. Aunque también perito puede significar
pastor, pues en una de las octavas del libro llama luna a la oveja y, en más de una
ocasión, él se autodenominó lunicultor. Es más, en la octava Horno y luna, aparecen
los versos que dan título al libro, al referirse a sí mismo en estos términos: Oh
tú, perito en lunas; que yo sepa/ qué luna es de mejor sabor y cepa. Es decir, si es
mejor la luna de la era, que es una metáfora sobre la hogaza de pan hecha en el
horno, o la otra luna, imposible, de oro, que es el astro celeste.
También pudo recibir de García Lorca la influencia del motivo de la luna a partir
de la obra Romancero gitano. El libro, inicialmente titulado Poliedros, quizá por el
ultraísmo y cubismo, se vio reducido a 42 octavas con las que está configurado.
Aparecen el neogongorismo, la sensualidad, los acertijos poéticos o metáforas-
adivinanzas próximas a las greguerías de Gómez de la Serna,(metáfora más
humor) aunque desprovistas del humor de su creador. Aparecen objetos y escenas
de la vida real: el gallo, el toro, los cohetes, la sandía, la oveja, las cabras, la serpiente,
el pozo, la noria o la palmera. Y a todos ellos les aplica una particular iconografía
lunar que recuerda a García Lorca y a Góngora.
A la luz de la metáfora, a la que se unen el hipérbaton, la anáfora y la elipsis,
los objetos más comunes adquieren rango artístico. Es la hora de esconder su mundo
interior para contemplar el universo circundante. Para ello elabora un código metafórico
que no resulta fácil de descifrar.
Así en Palmera,observamos alguna metáfora surrealista, como en pon a la
luna un tirabuzón. Porque resulta que la imagen visual de la palmera se asemeja a
una columna que, comenzando por la espuela, acaba con sus hojas abiertas en forma
de surtidor. Y, por su altura, parece como si quisiera colgarle a la luna un tirabuzón.
Por tanto, las hojas de la palmera semejan unos cabellos en forma de tirabuzones
cuando vemos la luna situada entre la copa de la palmera.
Otra curiosa asociación metafórica es la relativa a camello más alto de canela
que se refiere a la joroba del camello ,de ese color y además existe una clara
relación entre las palmeras del oasis y los camellos. Con gargantillas de oro en la
garganta/fundada en ti se iza la sierpe, y canta se refiere a que los racimos de dátiles
cuelgan como gargantillas de oro y que el tronco de la palmera semeja una camisa
de serpiente que se eleva hasta la copa, y allí el choque del viento con las ramas
imita el silbido de una serpiente.
Además de la luna, redondas son también otras imágenes del libro, como la
gota de agua, la forma de los cuernos del toro, que semejan un cuarto de luna, la
noria o la hogaza de pan.
5.3. El descubrimiento del amor (1934-1936)
Con la publicación de El rayo que no cesa, aparece como un poeta que ha
asimilado plenamente la influencia de Quevedo y del dolorido sentir garcilasiano, así
como la forma estrófica del soneto. Lo anterior le sirve para expresar su pasión de
enamorado después de haber iniciado una relación con la que llegaría a ser su esposa,
Josefina Manresa. Su amor será fuente de poesía, un desgarrón afectivo,
con un estallido de pasión cegadora y fulminante como la del rayo que da título al
libro. Y junto a este Neorromanticismo, encontramos la presencia de determinados
símbolos, como el cuchillo, el rayo, la espada, el fuego, el naufragio o el toro.
Por otra parte también se puede observar la influencia de Pablo Neruda y de
Vicente Aleixandre. Fue el primero quien fijó los presupuestos estéticos de la llamada
poesía impura. En esta línea, a partir de ahora, a Miguel le preocupa el problema
de la existencia humana y de su propia vida llena de amor y dolor, de ansiedad y
de deseo. Aparecen las tres constantes que constituyen la clave de su obra: las famosas
tres heridas de la vida, el amor y la muerte. A Neruda y Aleixandre debe MH
la adopción de las técnicas de la segunda vanguardia, en especial del Surrealismo y
de las posiciones de vanguardia que podrían resumirse en la fórmula de la poesía
impura como en Me llamo barro, Un carnívoro cuchillo…o los homenajes como
las Odas a Neruda o Aleixandre o la Égloga a Garcilaso y El ahogado del Tajo a
Bécquer. Se observa la transición desde la pena de enamorado a la solidaridad con
los amigos y la comunicación con los poetas
El amor es ese rayo que habita en el poeta y que llena su corazón de exasperadas
fieras y de fraguas coléricas. Es un rayo que se vuelve contra sí mismo con
sus lluviosos rayos destructores.
El amor se alimenta del fuego que emana de la amada. Una amada casta y
sencilla a la que hay que robarle un beso en la mejilla. En él se acrecienta el deseo,
esa querencia que tiene por su acento, esa apetencia por su compañía, de modo
que, cuando sus besos le faltan, se siente morir. Entonces el poeta se sume en un
naufragio del que sólo podrá salvarse gracias a su amor, la tabla que procuro, o, al
menos, de su voz, el norte que pretendo.
El amante es como el toro que, habiendo percibido el olor de la amada, experimenta
en su cuerpo el poder irrefrenable del celo, y brama, mientras se siente morir
por no tenerla cerca. Y, como el toro, tiene el cuerpo acostumbrado al sufrimiento
y la pena. Como el toro, se crece en el castigo, la sigue y la persigue a pesar de ser
rechazado por ella.
Así pues, la pena es otro de los temas centrales. Ésta se convierte en un
huracán de lava, un avispero, o un carnívoro cuchillo. Y todo ello porque la redacción
final del libro se fragua durante un período de ruptura en su relación con
Josefina Manresa. Pero la pena no procede exclusivamente de su distanciamiento
amoroso con Josefina. En alguna ocasión, la inspiradora de la misma es otra mujer,
María Cegarra , el amor idílico, tal como se refleja en Yo sé que ver y oír a un triste
enfada.
En dicho soneto el tema de la pena constante con tintes de resignación, sufrimiento
y agonía está presente. Consciente de su impotencia para conseguir el
amor de la amada, le promete apartarse de ella, a pesar de lo mucho que le cuesta y
le duele. Y, en este triste lamentar, que tanto nos recuerda a Garcilaso y Quevedo,
le promete amarla hasta la muerte: me voy me voy, me voy, pero me quedo adiós,
amor, adiós hasta la muerte.
Además del soneto, se sirve de otras estrofas, como ocurre en el poema inicial
Un carnívoro cuchillo, escrito en cuartetas, una estrofa muy del gusto romántico.
El amor es ese carnívoro cuchillo que se clava día a día en el corazón del poeta.
El poema 15, Me llamo barro aunque Miguel me llame, escrito en silvas, está
situado en la posición central del libro, aunque es uno de los últimos en ser incluido
en el mismo. Su tono está más próximo al Surrealismo y sus imágenes resultan
más negativas que las que aparecen en los sonetos. El barro lo impregna, lo domina
todo e incluso amenaza con la llegada de un amoroso cataclismo.
A última hora incorpora su famosa Elegía a Ramón Sijé, tras la súbita muerte
de su amigo, el 24 de diciembre de 1935 en Orihuela. Compuesta en tercetos encadenados,
el poeta se inserta en la tradición literaria de las elegías fúnebres. Su
estilo es muy similar al de los sonetos, como lo demuestra la presencia de recursos
comunes, como la anáfora, el paralelismo, la similicadencia y la metáfora.
5.4. La poesía revolucionaria (1937-1939)
Con el estallido de la Guerra Civil, la poesía de Miguel Hernández da un giro
radical. Su producción bélica se puede resumir en dos libros de poesía: Viento del
pueblo (1937) y El hombre acecha (1939).
En Viento del pueblo, vemos a un escritor profundamente enraizado en el
pueblo, que se hace eco de las inquietudes populares con una marcada tonalidad
épico-lírica con una poesía combativa, revolucionaria y surrealista.
Para Miguel, la poesía es esencia del pueblo y tiene su origen, su raíz, en la
tierra misma, y su destino es el pueblo. Así lo pone de manifiesto en la dedicatoria
del libro hecha a Vicente Aleixandre, cuando habla de que el cimiento de los poetas
es la tierra y el destino es parar en manos del pueblo. Y quienes se atreven a deshonrar
esa sangre, son los traidores asesinos del pueblo y la poesía. Los poetas,
dice, somos viento del pueblo: nacemos para pasar soplando a través de sus poros
y conducir sus ojos y sentimientos hacia las cumbres más hermosas
Ha llegado el momento del poeta soldado, del esposo soldado que carga su
poesía con imágenes llenas de dureza, de elementos metálicos, de armas. La muerte
aparece como un guerrero medieval con herrumbrosas lanzas y en traje de cañón.
Además, la guerra hace que los claveles se transmuten en disparos, y los toros
en fundiciones de hierro y bronce.
Ahora es cuando la poesía impura de Neruda y Aleixandre adquiere su plena
corporeidad y cuando los poemas se llenan de imágenes surrealistas, cargadas de
irrealidad y de elementos visionarios en los que se aprecia un cierto optimismo, una
cierta esperanza en la victoria.
Sólo así se podrá conseguir que triunfen los vientos del pueblo, los vientos de
la libertad representados por los campesinos, los obreros, los luchadores y, simbólicamente,
por los leones, los toros o águilas. Los únicos que se dejarán imponer el
yugo serán los bueyes.
Al mismo tiempo, lleva a cabo una renovación métrica, dando paso a la silva,
la décima, la cuarteta, el soneto alejandrino, los romances, los serventesios de pie
quebrado.
La Elegía primera es un texto inspirado por el asesinato de García Lorca. En
la Canción del esposo soldado trata por todos los medios de sembrar una nueva
vida, en medio de la destrucción, el caos y la muerte.
En Sentado sobre los muertos, el poeta se reafirma en la convicción de que
él es alguien nacido de la pobreza para convertirse en ruiseñor de las desdichas,
eco de la mala suerte. Sólo si cumple con su misión podría morirse con la cabeza
muy alta, como también los jornaleros, los aceituneros y los campesinos.
El niño yuntero es un poema en el que describe el destino trágico de ese niño,
nacido para recibir golpes, para moverse entre estiércol de vacas. Un poema
marcado por la tristeza, el dolor y la injusticia, aunque al final se deja abierta la puerta
de la esperanza de que sean los mismos jornaleros los que se rebelen contra ello.
El hombre acecha se abre con la Canción primera, en la que aparece una
contundente afirmación: Hoy el amor es muerte,/ y el hombre acecha al hombre.
Es el resultado de una visión trágica, desalentada de la vida y la muerte. Muertes sin
sentido, violencia, crueldad y odio configuran los 19 poemas de este libro, escrito en
versos heptasílabos y octosílabos, aunque con predominio de endecasílabos y alejandrinos.
El tono del libro es mucho más pesimista y negativo porque el poeta ha podido
comprobar que el hombre es un lobo para el hombre. Las cárceles, que constituyen
un nuevo símbolo, van con sus fauces abiertas en busca de hombres y de
pueblos enteros en los que satisfacer su apetito voraz. Los trenes circulan llenos de
sangre y derramando piernas, brazos y ojos, al tiempo que siembran rastros de
amargura.
En la Canción última se atreve a expresar su confianza en que algún día
pueda ver su casa sin llanto, sin dolor, con una mesa bien abastecida de alimentos y
una cama confortable en la que dormir junto a la mujer amada.
El día 29 de septiembre de 1939 es detenido en su pueblo natal y comienza
un periplo carcelario que concluirá con su fallecimiento en Alicante, el 28 de marzo
de 1942.
5.5 La cárcel y la muerte (1939-1942)
El que sería su último libro, Cancionero y romancero de ausencias, fue entregado
por Miguel a su esposa y permanecerá inédito durante varios años.
Está compuesto por 79 poemas en los que recoge, de forma muy intimista,
episodios de su vida, como la muerte de su primer hijo, la alegría por el nacimiento
del segundo, la dura separación de la esposa amada, los momentos finales de la
guerra y las consecuencias de la derrota.
Con este libro alcanza la expresión de su madurez poética, la metáfora se
eleva hacia sus cotas más altas de perfección y de expresividad, no exenta de cierto
sabor surrealista, y el poeta prescinde de lo que resulte superfluo o no esencial. Se
trata de una poesía que busca la verdad humana y que se muestra casi desnuda de
artificio.
Esta poesía se plasma en poemas breves y versos cortos, con metros más
tradicionales, en forma de canciones, romances, romancillos y coplas, en la que son
muy frecuentes los paralelismos, las correlaciones, las similicadencias, las reduplicaciones
y los versos en forma de estribillos con un claro predominio de la rima asonante
en evidente cercanía con esa poesía de inspiración neopopular que, en ocasiones,
recuerda a su admirado García Lorca.
No obstante, incluye en el libro algunos poemas de arte mayor, en su mayor
parte compuestos en serventesios alejandrinos, como en Vida solar, A mi hijo,
Ascensión de la escoba y en el tríptico titulado Hijo de la luz y de la sombra.
Además, aparece algún poema escrito en cuartetos alejandrinos Sonreír con la alegre
tristeza del olivo y algún otro verso blanco y con un verso en pie quebrado, como
Orillas de tu vientre.
Destacan los asuntos referidos al ámbito familiar: los besos a la mujer amada;
la ausencia y la distancia, que acrecientan más las tres famosas heridas (del amor,
la muerte y la vida); el vientre de la amada; la muerte de su primer hijo; el nacimiento
del segundo; la guerra; la cárcel; el hambre. Cobran especial protagonismo las aves,
el olivo, la higuera, el mar, la tierra y el ataúd.
El poeta se aleja de las influencias literarias recibidas hasta el momento para
adentrarse en la búsqueda de sus raíces personales.
Como ejemplo, en el poema titulado A mi hijo, el padre establece una especie
de emotivo soliloquio ante el cadáver de su hijo, que ha muerto con los ojos
abiertos, mirando cara a cara a la muerte, como mueren los valientes. También Miguel
Hernández murió con los ojos abiertos.
El entierro del hijo, la devolución de su cuerpo a la remota sombra que se lo
traga y lo lleva hasta lo más hondo, se lleva a cabo en un día sin sol. Esto es así
porque durante los diez meses que ha vivido Manuel Ramón, éste ha sido un sol
radiante, esplendoroso. Ahora es un sol muerto, eclipsado.
El poeta vuelve los ojos hacia la madre arrinconada y le dice que abra los
ojos, que la vida continúa, pues hay otro hijo que aún ve la luz de la alborada. También
hay luz para los ojos de su esposa, aunque su vientre es semejante a una estéril
noche desolada.
Para quien no quedaba luz era para el propio Miguel Hernández.
6. La poesía española desde principios del siglo XX hasta la posguerra.
Para poder comprender la poesía de comienzos de siglo, debemos recordar
primero lo que estaba sucediendo a finales del S. XIX. Por aquel entonces, un implacable
crítico literario conocido como Clarín, se quejaba de la ausencia de poetas
jóvenes en el panorama español. El Romanticismo tardío de Zorrilla o el Duque de
Rivas se prolonga sin innovaciones hasta final de siglo quedando en gran parte obsoleto.
Sólo G.A. Bécquer conseguirá crear una nueva poesía.
Clarín, ávido de una poesía nueva, sabía que en Francia se estaba desarrollando
una poesía innovadora procedente del Romanticismo: la escuela simbolista
con autores de la talla de Baudelaire, Verlaine, Rimbaud o Mallarmé. Este nuevo
lenguaje poético contrasta con los poemas en ocasiones plagados de ripios de Zorrilla
o de Campoamor (El cura del Pilar de la Horadada)
Baudelaire había señalado que el mundo es un bosque de símbolos, el hombre
anda perdido por el mundo intentando encontrar esos símbolos. Es entonces
cuando surge la sinestesia y se renueva el sistema poético enriquecido por el parnasianismo,
que incorpora la representación cultural, el mundo clásico grecolatino pero
también el mundo de la bohemia, las tabernas, las mujerzuelas, los paisajes, los colores,
la música, el intercambio de sensaciones…
En España será Rubén Darío, un escritor extranjero, el que con Azul (1888)
introduzca el mundo de los sentidos en la lengua española. Valera, que por sus viajes
como diplomático conocía la escuela simbolista, recibe el libro y se apasiona, le
anima a continuar y se convierte en su padrino literario (por eso siempre en las
ediciones de Azul aparece una carta-prólogo de Valera)
Rubén Darío con su libro introduce los símbolos (Caupolicán), el verso alejandrino,
sin uso desde la literatura medieval, la musicalidad por encima de todo, la
acústica como parte de la construcción del poema y los nuevos temas.
Así el primer núcleo de la poesía española de principios de siglo lo
constituye el Modernismo. R.Darío (Azul, Prosas Profanas, Cantos de vida y esperanza)
contará entre sus seguidores con Juan Ramón Jiménez, Manuel Machado y
Antonio Machado, pero su escuela hará aguas muy pronto pues la personalidad de
estos autores superará enseguida la influencia modernista (Juan Ramón Jiménez
Vino primero pura, vestida de inocencia…)
Antonio Machado publica en 1903 Soledades con poemas de influencia rubeniana,
sin embargo en la edición de 1907 Soledades, galerías y otros poemas, prescinde
de dichos poemas. Manuel Machado, Villaespesa y Marquina siguen la huella
de Rubén Darío hasta bien avanzado el siglo. Valle-Inclán evolucionará hacia una
poesía caricaturesca y burlesca. El mismo Unamuno, mayor en edad y gobierno, se
sentirá influido por el ciclón americano que fue Rubén Darío
El segundo núcleo, escuela o tendencia lo constituyen las vanguardias.
Surge de las tertulias modernistas en Madrid, como la del Café Pombo. Ramón
Gómez de la Serna será el primero en traducir el manifiesto futurista de Marinetti.
En otra tertulia con Rafael Cansinos Assens se conocen los movimientos de
vanguardia franceses: el futurismo, el dadaísmo, el cubismo (pintores como Picasso
o Juan Gris) que triunfaba en París. Todo ello termina definitivamente con Rubén
Darío y el Modernismo.
Aparecen numerosas revistas parnasianas (ánfora griega con aceite) y surgen
muchos poetas que publican en estas revistas y que forman el Ultraísmo. Entre
ellos está Gerardo Diego, que en París coincide con Vicente Huidobro, creador del
Creacionismo.
En España a partir de 1916, con Diario de un poeta recién casado, Juan Ramón
Jiménez influye enormemente sobre otros jóvenes con su búsqueda de la poesía
pura (su maestro es Paul Valery) y se instituye el verso libre. La revista Índice,
con tan sólo cuatro números, será fundamental para la Generación del 27.
Juan Ramón escoge poemas para esta revista. El canon del 27 es la gente
que publica en Índice. Los primeros libros de los autores de esta generación siguen
a Juan Ramón Jiménez y él sabe que es su maestro hasta el homenaje a Góngora,
al que no se suma y todos le vuelven la espalda.
Juan Ramón Jiménez les enseñó a publicar libros, en las primeras ediciones
les mostró cómo tenían que realizar la imprenta, dando lugar a libros preciosos.
La Generación del 27 funde a Garcilaso, Góngora…
A partir de 1929 Vicente Aleixandre publica un texto en el que afirma que
busca otras cosas, que está harto de la poesía pura. Alberti comienza su primer libro
surrealista. García Lorca, cansado del gitanismo, que es vanguardismo, marcha a
Nueva York y recibe una fuerte influencia surrealista (Poeta en Nueva York, El público).
Cernuda, que atraviesa una crisis sentimental, creará un libro surrealista, igual
que hará Emilio Prados.
Los surrealistas más ortodoxos son los de la escuela canaria, los de la península
son más dispersos y cada uno deja su tinte personal.
Todo es un cruce de caminos (Romanticismo>Parnasianismo y simbolismo>
Modernismo>Vanguardias>Generación del 27). Miguel Hernández es una síntesis
de todo ello, un genial epígono en palabras de Dámaso Alonso. Su inteligencia
y su poder de captación harán que sea capar de asimilar todo lo anterior.
Adolescente con una buena educación, se aficionó a los clásicos junto a su
amigo Pepito Marín (Ramón Sijé), a quienes leían juntos. Leen también a Rubén
Darío, Zorrilla, Vicente Medina (escribe algún poema imitando el lenguaje de la huerta,
Oriolana)…
Con 16 o 17 años empieza a conocer a los poetas del 27 (a Jorge Guillén en
Murcia…) Imita las décimas al estilo de Cántico, de Jorge Guillén y después a García
Lorca.
En 1927 Lorca daba una conferencia que publicó La Verdad de Orihuela, La
imagen poética de Góngora y Miguel Hernández descubre así a Góngora. Lorca
explica cómo hacía las metáforas Góngora y Miguel Hernández se entusiasma. Lee
Polifemo y Soledades y empieza con las octavas reales.
En 1933 conoce a Lorca en Murcia donde se encontraba por una representación
de La Barraca en El Teatro Romea. Le enseña a movilizar las metáforas como
símbolos, hallando un lenguaje poético nuevo, hermético y original. En su obra Perito
en Lunas todo está presente: la poesía pura, García Lorca y Góngora.
Empiezan los viajes a Madrid entre 1934-1935. Sus valedores en Madrid serán
Pablo Neruda, un torrente abierto a la inspiración, y Vicente Aleixandre que
siempre acogió en su casa a nuevos poetas y que le aporta un mundo de irracionalidad.
M.H. le dedica a cada uno un poema (p. 183 y 187)
Mientras está teniendo lugar su proceso de transformación (1933-1935) tiene
lugar la muerte de Ramón Sijé a quien dedica la Elegía que será integrada en el
libro que Manuel Altolaguirre le está publicando: El rayo que no cesa. El autor está
incorporado ya a la G. del 27.
En 1936 parte para el frente y se convierte en el poeta de la guerra. Viento del
pueblo, El hombre acecha.
El Miguel Hernández más original es el último, el poeta popular de Cancionero
y romancero de ausencias. Se trata de una poesía escrita desde la cárcel por un
poeta popular con una fuerza lingüística enorme donde siguen funcionando los símbolos.
Es la síntesis final en la que aparecen ecos del simbolismo, del parnasianismo,
de los Siglos de Oro (Garcilaso de la Vega…), de Bécquer... en un libro en el
que el poeta vuela con alas nuevas desde la cárcel que lo verá morir hacia los abrazos
de su mujer y la risa de su hijo.
7. Miguel Hernández y la naturaleza
Desde siempre ha estado muy ligado el autor a la naturaleza. Sus inicios biográficos
se enmarcan dentro del marco natural de una población rural: Orihuela, municipio
alicantino de la comarca de la Vega Baja del río Segura, tierra fértil y productiva
de cosechas hortofrutícolas. Desde pequeño entra en contacto directo con una
naturaleza viva y ella será la que le conceda el primer conocimiento sobre la vida.
En ella aprenderá el suceder de las estaciones, el nombre de plantas y animales,
sus olores, costumbres, ritos, ciclos como el nacimiento y muerte de los seres vivos,
el parir de las bestias, su amamantamiento, en definitiva, el despertar de la vida. Su
labor como cabrero, asignada por su padre, le llevará a pastorear, ordeñar, limpiar el
establo, repartir leche…
Pero a este cuadro de naturaleza verde y embriagadora es obligado añadir
sus capacidades de observador y su inquietud por el saber. Tras el abandono obligado
de la etapa de instrucción escolar, Miguel seguirá su tarea autodidacta leyendo
a los grandes clásicos (Garcilaso, Góngora, Virgilio…) en la cueva Canto Forat,
cerca de su casa, en la Sierra de la Muela.
El tema de la naturaleza es casi perpetuo en la trayectoria hernandiana. Según
declaraciones de quien fuera su viuda, Josefina Manresa, el poeta nunca escribía
en casa, siempre lo hacía en el campo o en la sierra. En sus primeros versos ya
se observa su dualidad como poeta y pastor. Miguel nunca ocultó esta realidad, más
bien muestra sus sentimientos más exaltados. Empieza cantando sus propias vivencias,
aunando poesía y vida. Las escenas huertanas, las de pastoreo y los cultivos
son todavía típicos de una poesía regional que carece de universalidad, al menos
temática. Su naturaleza es en estas publicaciones primerizas un paisaje perfumado,
colorista, levantino y auténtico. Él mismo afirma que el limonero de mi huerto influye
más en mí que todos los poetas juntos.
En esta primera etapa es cuando escribe con mayor intensidad sobre esta
temática, lo que se demuestra en poemas como Pastoril. Los protagonistas son
una pareja de pastores en un ambiente bucólico con un río transparente, el astro
rubio y el aura naciente. En medio, el llanto apenado de Leda, una pastora que llora
su abandono amoroso. De corte garcilasiano , observamos cómo el sol declina, la
sierra roza, la oscuridad se adueña de los sentimientos y la pastora sepulta su negra
pena. De Garcilaso a Lorca en menos de sesenta versos marcados por la transformación
de la naturaleza que a su vez señala con exactitud cronológica el paso del
tiempo de la mañana a la noche. Sentimientos y naturaleza son también inseparables.
Los espacios cantados son aquellos donde el poeta desarrolla su andadura
vital. Así, la ciudad de Orihuela es pasto continuo de sus musas, elogiada y enaltecida.
Su huerto no le pasa desapercibido: paraíso local, creación postrera,/ si breve
de mi casa; sitiado abril, tapiada primavera,/ donde mi vida pasa/ calmándole la sed
cuando le abrasa./ Adán por afición, aunque sin Eva, / hojeo aquí mis horas/ viendo
al verde limón cómo revela/ de amarillo sus proras/ y al higo verde hacer otras mecedoras(…)
Hay también mezcla de sexo y erotismo que se expresa a través de los símbolos.
Las naranjas, los racimos, los vergeles y los rosales albergan connotaciones
eróticas. (El limón, que es primero un elemento de inspiración, luego, en su libro El
Rayo que no cesa, evolucionará a pena de amor, así, ese limón que la amada le
tira, abre en su pecho la herida de una picuda y deslumbrante pena)
Más tarde aparece su primer libro de poemas, Perito en lunas, donde sigue
embelleciendo lo natural a través del empleo de numerosos recursos literarios. Ya
en el título aparece el astro lunar, símbolo de fecundidad. Evoca la belleza mediante
la flora: azucenas, nardos, lirios, alhelíes, claveles y rosas. La palmera, tan propia
de su localidad también tiene su espacio (alto soy de mirar a las palmeras). Utiliza
la fauna, como la oveja, a la que asemeja con la mujer; el toro, con el que él mismo
se identifica ( como el toro he nacido para el luto); la abeja, el ruiseñor o el gallo
con los que se expresa la pasión amorosa. El agua, un heterónimo que agrupa al
río, mar o lluvia, aparece reflejado de distinta manera. Canta al río Segura que cruza
su ciudad, al Manzanares a su paso por Madrid, donde cuentan sus coetáneos (
como Neruda y Aleixandre) que el poeta se bañaba en sus aguas durante el periodo
estival que pasó en la ciudad madrileña y al Mar Mediterráneo que refleja su origen
levantino.
A partir de este libro, sin embargo, se produce un alejamiento de la naturaleza,
lo que la crítica ha dado en llamar un desgarrón entre el hombre y el paisaje, si
bien la relación con aquel terruño vivido y sentido no se rompe definitivamente. Por
esta razón aparecen aún elementos imbricados con lo natural, aunque el poeta no
busca la vertiente esteticista, sino profundizar en el trasfondo humano y social. La
cosmología natural va cambiando, como se observa por ejemplo en la higuera de la
que ya hemos hablado. Ahora es símbolo de lo masculino y viril. Su connotación
erótica se manifiesta y la planta es símbolo de la conjunción hombre-mujer cuando
habla de cociente higuera y símbolo fálico al hablar de una violación en los siguientes
términos: su más confusa pierna, por asalto, náufraga higuera fue de higos en
pelo sobre nácar hostil, remo exigente.
Se observan diversas alusiones a fenómenos metereológicos. La lluvia, en
ocasiones, se muestra vinculada a sangre llueve como una sangre transparente,
otras, aparece acompañada de truenos, rayos y tormentas. El término rayo lo emplea
para titular El Rayo que no cesa, simbolizando el destino trágico del amor. Las
tormentas se dejan oír en versos estruendosos, como el emblemático de la Elegía
a Ramón Sijé, en mis manos levanto una tormenta de piedras,/ rayos y hachas estridentes.
El trueno lo emplea en la Elegía primera para definir a García Lorca como
trueno de panales. Por último el viento es una fuerza natural en la que deposita
los valores de la paz y la libertad: vientos del pueblo me llevan,/ vientos del pueblo
me arrastran.
La tierra es otro de los componentes de su poesía. Me llamo barro, aunque
Miguel me llame, así escribe el poeta al mezclar agua y tierra, porque concibe esta
última como una madre que lo vio nacer y lo acogerá tras su muerte. De hecho muchos
críticos se refieren a Miguel Hernández como el poeta de la tierra más que
poeta-pastor.
El poeta se identifica con la tierra levantina y sus peculiaridades, y elogia ante
todo la palmera desde la raíz a la copa. La llama señora de paisajes o es la que
acuna/ el arcángel de la luna y se relaciona con otros poetas levantinos al decir
vedla presa en la retina/ de Azorín./ Contempladla entre los ojos/ rojos de belleza,
rojos/ de crepúsculo y pena de Miró.
Estilística literaria.
Podemos referirnos a la poesía hernandiana en términos de poesía visual,
como si fueran fotografías, las descripciones de la naturaleza son llevadas al papel
de forma escrita. Las metáforas poseen la peculiar cualidad de resaltar situaciones y
objetos comunes de la vida diaria y se consigue con las mismas un recurso retórico
único, ya que parten de un culto a lo humilde, y es aquí donde radica la originalidad
del autor. Así están metaforizados el toro, la palmera, el espantapájaros, la noria…
En su lamento por la muerte del poeta García Lorca, nos dice primo de las
manzanas, no podrá con tu savia la carcoma/ no podrá con tu muerte la lengua del
gusano/ y para dar salud fiera a su poma/ elegirá tus huesos el manzano. Con esta
bella metáfora nos dice que la muerte no acallará la voz del poeta y cita los huesos
como elemento más resistente a la descomposición del cuerpo para expresar la perpetuidad
de García Lorca.
En el conocido poema Nanas de la cebolla, la mención al bulbo es metafórica,
y , a la vez, es la descripción de una realidad, la que le cuenta su esposa acerca
del hambre que padece con su hijo. La cebolla es escarcha cerrada y pobre, escarcha
de tus días y de mis noches, hambre y cebolla, hielo negro y escarcha negra y
redonda.
Otra metáfora es la imagen del sol, motor de la vida, que es la encargada de
dar cuenta del evento de la reproducción: la gran hora del parto, la más rotunda