Miguel Hernández: Voz Poética, Compromiso Social y Legado Inmortal
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Inicios y Consolidación de una Voz Única
Aunque Miguel Hernández ya escribía de joven, su trayectoria poética comenzó en 1931, cuando su trabajo fue publicado en El Día de Alicante y en El Pueblo de Orihuela, ambos periódicos. Es en marzo de 1934 cuando viaja por segunda vez a la capital española, iniciando así una nueva etapa para el joven poeta. Se ve inmerso en el ámbito intelectual de Madrid, dejando de lado sus influencias oriolanas, lo que lo lleva a una crisis personal y poética. En este momento, podemos afirmar, alcanza su voz definitiva.
Asentado ya en la capital, comienza a colaborar en la revista "Cruz y Raya", donde publica obras como "Quién te ha visto y quién te ve y la sombra de lo que eras". También toma contacto con la Escuela de Vallecas, donde comienza a relacionarse con poetas de la talla de Pablo Neruda y María Zambrano.
En 1935, se le publica "El rayo que no cesa", obra que aumenta considerablemente su prestigio poético, lo que le permite conocer a Vicente Aleixandre y colaborar con Pablo Neruda en la revista "Caballo Verde". Con ello, el poeta oriolano se decanta por la poesía impura, distanciándose del estilo característico de su "hermano literario", Ramón Sijé, de corte clasicista y conservador.
Compromiso Político y Social en Tiempos de Guerra
En cuanto a su compromiso social y político, es crucial destacar julio de 1936, con el inicio de la Guerra Civil Española. Miguel Hernández se alista en el Quinto Regimiento. Más tarde, lo nombran Jefe del Departamento de Cultura, donde experimenta un notable crecimiento poético al encargarse de difundir su obra en el frente. Un ejemplo es su poemario "Vientos del Pueblo". Esto demuestra su profundo conocimiento del poder transformador de la palabra y su potencial función política y social.
Su optimismo vital se diluye con el tiempo, al percatarse de la insensibilidad europea ante el drama español durante su viaje a la URSS. Ese mismo año, fallece su gran amigo Ramón Sijé, a quien dedica el conmovedor poema "Elegía".
Durante la Guerra Civil, el nacimiento de su primogénito le trae una gran alegría, pero esta se ve ensombrecida por un progresivo intimismo pesimista, fruto de la interiorización del conflicto bélico. Por ello, su fe en el ser humano se debilita, y escribe "El hombre acecha", obra que aborda el desaliento ante la cruel realidad. Además, la muerte prematura de su hijo de diez meses lo impulsa a redactar su obra "Murió con los ojos bien abiertos como dos golondrinas".
Tras estas obras, la voz del poeta transita del canto a un susurro amargo, lo que lo lleva a adoptar una postura radical ante la vida. En este punto, compara las fuerzas negativas (inhibición, opresión, explotación) con las positivas (solidaridad, justicia, libertad).
Últimos Años, Prisión y Legado Poético
Al finalizar la Guerra Civil en 1939, Miguel es encarcelado por sus intentos de exilio. Tras pasar por varias prisiones, llega a Madrid, donde un Decreto General lo declara libre. Al regresar a Orihuela, es nuevamente detenido y enviado a Madrid. Antes de su traslado a Alicante, pasa por cárceles del norte de la península, donde contrae el tifus, enfermedad que le causa la muerte en 1942.
La finalización de la Guerra Civil marca también el culmen de su madurez poética, que desemboca en una poesía desnuda, de lírica popular, caracterizada por su tono trágico, íntimo y desgarrador. Los temas recurrentes en esta última etapa son la vida, la muerte y el amor, reflejados en obras como "Ausencia" o "Llegó con tres heridas".
El poeta, vencido como su pueblo, expresa su dolor por las ausencias. Miguel Hernández concluye su vida con la convicción de que el amor es la única vía hacia la libertad y la redención. Según el "joven cabrero", el sentimiento no puede ser encarcelado.