El Misterio de la Encarnación de Jesús: El Logos, la Trinidad y el Propósito Redentor

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La Encarnación de Jesús: El Logos Eterno toma Carne Humana

Afirmar la Encarnación es afirmar que el Hijo eterno, el Logos preexistente, toma carne humana. Por tanto, el punto de partida es la afirmación de la preexistencia de Cristo como la Segunda Persona de la Trinidad. El Nuevo Testamento afirma abundantemente la identidad de Cristo con el Logos eterno.

Definición Teológica de la Asunción de la Naturaleza Humana

La expresión más técnica es que la naturaleza divina propia del Logos asume la naturaleza humana. En este sentido, el Logos llega a ser carne. Es fundamental entender que la Encarnación no es un añadido al Logos, sino la asunción de la carne por parte del Logos, de forma que, desde entonces, el Logos es, constitutivamente, naturaleza divina y naturaleza humana.

El Hijo de Dios se hace hombre en el sentido de que en la Encarnación ya es hombre. Por esa razón, la glorificación de Cristo supone necesariamente la entrada en la gloria de su naturaleza humana.

La Cuádruple Finalidad de la Encarnación

La cuádruple finalidad de la Encarnación es recogida sintéticamente por el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC):

  • Finalidad Redentora: Rescatarnos del pecado.
  • Finalidad Perfectiva: Llevarnos a la salvación mediante la glorificación de su humanidad.
  • Finalidad Reveladora: Revelarnos el amor de Dios.
  • Finalidad de Modelo: Jesús se hace modelo de santidad para los hombres.

La Encarnación y la Revelación Trinitaria

El Hijo es, en la vida intratrinitaria, la Persona correspondiente a la filiación. Por eso, porque nosotros hemos de ser llevados al Padre como hijos, había de encarnarse la Segunda Persona de la Trinidad. (Recordemos que la Trinidad inmanente es la que se revela en la Trinidad económica).

En la Encarnación se está traduciendo en la historia de la salvación el amor del Padre al mundo, que en el fondo es expresión del amor paterno-filial intratrinitario.

Ordenación a la Pasión y la Pascua

La entrega voluntaria del Hijo en la Pasión es expresión del amor al Padre, que se traduce en amor a los hombres: el Hijo ama al Padre amando su designio. Al encarnarse, el Hijo se une a los hombres haciéndose una sola carne con ellos y consuma esa unión en la Cruz, asumiendo todos los pecados de los hombres en su humanidad y provocando el perdón de ese pecado por su obediencia.

Vemos, por tanto, cómo la Encarnación está intrínsecamente ordenada a la Pasión y a la Pascua.

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