El Misterio de la Encrucijada: Un Encuentro Nocturno con lo Desconocido

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El Cruce de Caminos

—Aquí hay un cruce de caminos —dijo Cachilo.

Los tres miramos hacia todos lados. Ahora la luna se dejaba ver. Los caminos se hacían más claros y la vegetación de los costados, negra, intensa, parecía querer abalanzarse sobre ellos. Miré de reojo a Isaela. Bajo la claridad de la luna distinguí su sonrisa, tan linda como maliciosa.

—preguntó.

La Búsqueda y el Presentimiento

Cachilo caminó hasta el medio del cruce. Lentamente giró mirando alrededor. Pese a la distancia y las sombras, percibí su fastidio. Súbitamente gritó unas palabras incomprensibles. Supuse que era aquello que el viejo Bagazo le había enseñado.

«Ni siquiera sabe pronunciar bien», sentía mi pecho como una pared de hielo. Sin embargo, miraba hacia los costados con los ojos muy abiertos. Sentí tanto furor como miedo y estuve a punto de decirle que se callara la boca. Pero entonces oí su gemido.

La Aparición

Me volví hacia ella y la vi alzar un brazo mientras murmuraba:

—¡Allá!...

Desde el fondo de uno de los caminos, alguien se acercaba como si estuviera desprendiéndose de la oscuridad.

Él se quedó junto a nosotros, a un costado, mirando a la figura que se acercaba al cruce. Yo estaba paralizado: era incapaz, creo, hasta de respirar.

La figura que se acercaba —indudablemente una mujer— estaba vestida de negro. Sus amplias polleras llegaban hasta el suelo. Un mantón, también negro, le cubría la cabeza como si fuera una capucha. Nada parecía existir allí, excepto nosotros.

El Enigma de la Voz

Hasta que la figura embozada se movió y sonó su voz: «Lo ayudan».

Isaela lanzó una exclamación ahogada y Cachilo se volvió hacia nosotros, confundido.

La figura se meneó. Alzó un brazo y, para mi horror, pareció a punto de descubrirse la cara: «Pero está el Familiar... Y estando el Familiar...»

—preguntó Cachilo en un grito.

La Persecución y el Desvanecimiento

La figura le dio la espalda y empezó a andar por el camino. —gritó Cachilo.

La figura seguía su marcha y él corrió detrás de ella. La figura se detuvo y se volvió hacia él:

—¿Me querés ver, changuito? Se llevó una mano al manto que le cubría la cabeza y pareció apartarlo un poco.

Luego se dio vuelta y corrió hacia nosotros.

A lo lejos, la figura negra se hundía en la oscuridad.

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