El Mito de Prometeo: Origen de la Humanidad y los Dones Divinos

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El Origen de las Especies y la Tarea Divina

320c: En un tiempo primordial, los dioses existían, pero aún no había especies mortales.

320d: Cuando el momento de su origen, determinado por el destino, les llegó, los dioses modelaron estas criaturas dentro de la tierra, mezclándolas con tierra, fuego y con todos los elementos que se combinan con ellos. Cuando estas iban a ser sacadas a la luz, asignaron a Prometeo y a Epimeteo la tarea de ordenar y repartir las cualidades a cada una, según convenía. El propio Epimeteo pidió a Prometeo encargarse del reparto: «Habiéndolas repartido yo», dijo, «presta atención». Y habiéndolo convencido de este modo, Epimeteo procedió a distribuirlas. Al repartirlas, otorgó fuerza a unos sin rapidez,

320e: A los más débiles, los dotó de rapidez. A otros los armó, mientras que a otros les dio una naturaleza inerme, ideando alguna otra capacidad para su salvación. A las que su pequeñez impedía, les concedió una huida rápida (con alas) o una morada subterránea. A las que destacaban por su tamaño, las salvó con su propia corpulencia. De este modo, igualando las demás características, las distribuyó.

La Provisión de Epimeteo y su Descuido

321a: Epimeteo ideaba estas cosas, con la precaución de que ninguna especie fuera aniquilada. Una vez que les hubo suministrado los medios para huir de las destrucciones mutuas, ideó una estrategia contra las inclemencias de las estaciones de Zeus, cubriéndolas con espeso pelo y sólida piel, apropiadas para protegerlas del invierno y capaces de resguardarlas del calor ardiente. Además, cuando fueran a descansar, estas mismas coberturas les servirían como una manta natural y adecuada para cada una.

321b: Y calzando a unas con armas, a otras con pelo y piel sólida, y dejando a otras sin defensas. Asimismo, procuró diferentes alimentos para cada una: a unas les dio hierba de la tierra, a otras frutos de los árboles, a otras raíces. A algunas les concedió que su alimento fuera la vida de otros animales. A unas les dio escasa descendencia; a otras, que serían alimento de las primeras, les otorgó una fecundidad extraordinaria, asegurando así la supervivencia de la especie. Sin embargo, Epimeteo, que no era muy sabio, pasó por alto un detalle crucial: había agotado todas sus capacidades en los animales irracionales.

La Desesperación Humana y el Regalo de Prometeo

321c: Así, la especie humana era la única que le quedaba aún desprovista y desordenada, y Epimeteo no sabía qué hacer. Estando en esta encrucijada, se le acercó Prometeo, quien venía a examinar la distribución. Observó que los demás animales tenían cuidadosamente de todo, mientras que el hombre estaba desnudo, descalzo, desprotegido e inerme. Ya se acercaba el día, determinado por el destino, en el que era necesario que el hombre emergiera de la tierra a la luz. Así pues, Prometeo, al verse imposibilitado de encontrar cualquier medio de salvación para el hombre,

321d: Robó la sabiduría artística de Hefesto y Atenea, junto con el fuego, pues sin este era imposible que dicha sabiduría llegara a ser posesión útil para alguien. Y de este modo, se la entregó al hombre. Así pues, el hombre obtuvo de esta forma la sabiduría para la vida, pero aún carecía de la política.

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