Mitos Clásicos: Orfeo y Eurídice, Dédalo e Ícaro

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Orfeo y Eurídice

Orfeo estaba desposado con la ninfa Eurídice, de quien estaba profundamente enamorado. Un día en el que ella estaba paseando por la orilla de un río, se encontró con el pastor Aristeo. Cautivado por su belleza, Aristeo se enamoró de ella y la persiguió por el campo. Eurídice trató de escapar, pero mientras corría tropezó con una serpiente, que la mordió con su letal veneno. Abatido por su pérdida, Orfeo decidió viajar a los infiernos (de los que ningún mortal habría retornado jamás), para lograr que le fuera devuelta su esposa. A Perséfone (Proserpina), reina del mundo subterráneo, le conmovió tanto su pena, que accedió a conceder su deseo a cambio de que no mirase a Eurídice en el camino de vuelta a la luz. Pero a medida que se acercaba el final de su viaje, Orfeo no pudo evitar mirar hacia atrás para comprobar que su amada seguía todavía junto a él. Al mirarla, ella se desvaneció ante sus ojos y la perdió para siempre. Orfeo nunca se recuperó y vivió con ese sufrimiento por el resto de sus días.

Dédalo e Ícaro

Dédalo era un artista e inventor ateniense que había aprendido su arte con la diosa Atenea en persona. Sin embargo, le aventajaba su sobrino Talos, el cual, siendo aún muy joven, inventó la sierra, el torno de alfarero y el compás. Celoso, Dédalo arrojó a Talos desde el tejado del templo de Atenea y lo mató. Por esa razón fue desterrado, hallando refugio en la corte del rey Minos, donde tuvo, con una joven esclava, un hijo al que llamaron Ícaro. Después de que Teseo matase al Minotauro, Minos encerró a Dédalo y a Ícaro en el laberinto. La única forma de escapar del laberinto era por el aire, ya que no tenía techo, por lo que Dédalo construyó dos pares de alas con plumas y cera. Luego de decirle a Ícaro que no volase cerca del sol, para que la cera no se derritiese, ni demasiado cerca del mar, para que las plumas no se mojasen, ambos partieron volando. Pero ante la exultante libertad, Ícaro olvidó los consejos de su padre y voló tan alto que el sol derritió sus alas y se precipitó al océano, donde murió. Dédalo llegó a salvo a Sicilia y se refugió en la corte del rey Cócalo. Minos lo persiguió, pero Dédalo, habiéndose instalado en el palacio con tuberías de agua caliente, lo mató hirviendo el agua mientras este tomaba un baño.

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