Mitos Griegos de Amor y Transformación: Apolo, Dafne, Eco y Narciso

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Apolo y Dafne: La Persecución y la Transformación

En una ocasión, Apolo se había burlado de Eros (Cupido para los romanos), el joven dios del amor, quien decidió vengarse. Así que disparó una flecha de oro al corazón del dios Apolo mientras contemplaba a la hermosa ninfa Dafne, hija del dios-río Peneo, y otra flecha, esta con la punta de plomo, al corazón de la ninfa.

Desde aquel día, Apolo se enamoró perdidamente de Dafne, y esta se horrorizaba ante la idea de concederle su amor. No es fácil huir de un dios, ni tampoco aconsejable. De manera que la bella Dafne pidió ayuda a su padre Peneo, según algunos, o a la diosa Madre, según otros, para poder escapar para siempre de los requerimientos de Apolo.

Su petición fue atendida: sus pies se convirtieron en fuertes raíces que se clavaron en tierra, y sus brazos y cabellos en las ramas y hojas de un aromático laurel. El dios Apolo, con el corazón destrozado, se abrazó al tronco del árbol y, entre lágrimas, anunció que, ya que no pudo ser su esposa, en adelante ese sería su árbol sagrado. Desde entonces, el dios lleva siempre una corona trenzada de hojas de laurel en memoria de su amada Dafne, y ese será también el rasgo distintivo de los poetas y de los que alcancen la victoria.

Eco y Narciso: El Eco del Amor y la Condena del Reflejo

Eco era una ninfa a la que Zeus pidió que entretuviera a Hera mientras él estaba con sus amantes. Cuando Hera se enteró, condenó a Eco a repetir el final de las frases y a no poder decir nada más, y ella, apenada, se escondió en una cueva.

Narciso era un muchacho. Cuando nació, Tiresias predijo que si miraba su reflejo, moriría.

Narciso solía pasear por el bosque, y un día llegó a la cueva en la que estaba Eco. Ella se enamoró de su belleza y comenzó a seguirle siempre que salía a pasear. Un día él la descubrió, pero ella solo podía repetir el final de las palabras. Así que se las ingenió para decirle que le amaba a través de los animales del bosque, pero él se rió de ella y ella volvió al interior de la cueva y no salió nunca más.

Némesis vio lo que había ocurrido, y le pareció mal el comportamiento de Narciso, por lo que decidió castigarle. Un día le infundió tanta sed que Narciso se acercó al río a beber. Pero al asomarse, vio su reflejo y su belleza le deslumbró tanto que cayó al río y se ahogó. En la orilla del río apareció una flor de narciso.

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