Mitos Griegos Fundamentales: Las Aventuras de Odiseo y la Creación de la Humanidad por Prometeo
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La Odisea: Las Aventuras de Odiseo
El Trágico Encuentro con los Lestrigones
Tras capturar a uno de ellos, lo mató. Después, persiguió a los restantes, que huían gritando y convocando a los demás Lestrigones. Estos llegaron hasta el mar y, lanzando piedras, destrozaron las naves y devoraron a los navegantes. Pero Odiseo, tras cortar la amarra de su nave, se hizo a la mar; en cambio, las restantes naves fueron destruidas y sus tripulantes perecieron.
La Llegada a la Isla de Circe
Con una sola nave, Odiseo llega a la isla Eea. En ella habitaba Circe, hija de Helio y Perseis, y hermana de Eetes, experta en todo tipo de encantamientos. Odiseo distribuyó a sus compañeros y él se quedó en la nave por sorteo. Euríloco partió junto con veintidós compañeros hacia la morada de Circe.
La Transformación de los Compañeros de Odiseo
Cuando Circe los llamó, todos entraron en la casa, excepto Euríloco. A cada uno les dio una pócima, preparada con queso, miel, harina y vino, y mezclada con un poderoso encantamiento. Una vez que todos bebieron, Circe los tocó con una vara y cambió sus formas: a unos los transformó en lobos, a otros en cerdos, asnos o leones.
El Desafío de Odiseo a Circe y la Restauración
Euríloco, tras presenciar esto, se lo contó a Odiseo. Este, después de tomar la planta moly recibida de Hermes, se dirigió hacia Circe. Tras echar la moly en la pócima, fue el único que, después de beber, no fue embrujado. Al desenvainar su espada, quiso matar a Circe, pero ella, tras calmar su cólera, restableció a los compañeros a su estado primitivo. Odiseo, tras recibir juramentos de ella de que no le causaría ningún mal, se unió a ella y tuvieron un hijo, Telégono.
El Viaje al Hades y el Oráculo de Tiresias
Tras quedarse allí un año, navegó por el océano y, después de hacer ofrendas y sacrificios a las almas, consultó a Tiresias en el oráculo, siendo Circe su consejera. Allí vio las almas de héroes y heroínas, y contempló también a su madre, Anticlea, y a Elpénor, quien había muerto tras caerse en casa de Circe.
El Mito de Prometeo: La Creación y Distribución de Capacidades
El Origen de los Mortales y el Encargo Divino
Hubo, pues, un tiempo en que los dioses existían, pero las razas mortales (los humanos) aún no. Cuando llegó para estos un tiempo predeterminado de nacimiento, los dioses los moldearon dentro de la tierra, tras mezclar tierra y fuego, y de cuantas cosas se combinan con fuego y tierra. Y cuando estaban a punto de sacarlos a la luz, encargaron a Prometeo y Epimeteo adornarlos y repartir capacidades entre todos y cada uno, como fuera conveniente. Epimeteo suplicó a Prometeo repartirlas por sí solo y dijo: «Una vez que yo haya hecho la distribución, tú las supervisas».
La Sabia Distribución de Epimeteo (y su Error)
La Dotación de los Animales
A los que les daba fuerza sin rapidez, les añadía armas y los equipaba; a los más débiles, los dotaba de velocidad. A los que les otorgaba una naturaleza desarmada, les ideaba otra clase de poder para su protección. Así, a los que limitaba con pequeñez, les concedía el vuelo o una morada subterránea; a los que engrandecía en tamaño, con este mismo atributo los preservaba. Y de este modo, equilibrando todas las cosas, las distribuía.
Y cubrió a unos con armas, a otros con pelo y pieles gruesas e insensibles. Así, proporcionó distintos alimentos a diferentes criaturas: a unos, hierbas de la tierra; a otros, frutos de los árboles; y a otros, raíces. A algunos les concedió como alimento a otros seres vivos, y a los que eran presa de estos, les dio una gran capacidad de reproducción como medio de supervivencia. Asimismo, a unos les asignó poca descendencia, asegurando así el equilibrio de cada especie.
La Desprotección del Ser Humano
Pero como Epimeteo no era del todo sabio, no se dio cuenta de que había gastado todas las facultades en los brutos. Al final, aún le quedaba sin equipar la especie humana y no sabía qué hacer. Estando en estos apuros, llegó Prometeo para supervisar la distribución. Vio que el resto de los animales estaba cuidadosamente dotado de todos los recursos, pero que el ser humano estaba desnudo, descalzo, sin abrigo e inerme (sin defensas), y ya estaba presente el día señalado por el destino, en el que el hombre también debía salir de la tierra a la luz.