Mitos Griegos: Meleagro, el Jabalí de Calidón y la Estirpe de los Eácidas

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La mitología griega nos transporta a los mitos etolios, donde la diosa Ártemis, en un acto de venganza, envió un jabalí colosal que arrasaba los campos etolios. Esta ira divina se desató porque el rey de Calidón, Eneo, olvidó ofrecerle un sacrificio después de la recolección, un grave descuido en la antigua Grecia.

Para poner fin a la devastación del jabalí, su hijo, el valiente príncipe Meleagro, organizó una gran cacería. A esta épica jornada invitó a destacadas personalidades y héroes de la época, entre ellos:

  • Cástor y Pólux de Esparta
  • Teseo de Atenas
  • Jasón de Yolco
  • Y la bella y hábil cazadora Atalanta, a quien Meleagro invitó por estar profundamente enamorado de ella.

La iconografía de Meleagro está intrínsecamente asociada a la Cacería del Jabalí de Calidón. Este episodio cinegético, o arte de la caza, ha quedado plasmado en numerosos relieves, como los de un sarcófago romano (pág. 142), testimonio de su importancia en la cultura clásica.

Finalmente, Meleagro venció al gran jabalí de Calidón (pág. 142), un triunfo que debería haber traído paz. Sin embargo, la cólera de Ártemis persistió y desencadenó una trágica guerra entre los mismos participantes de la cacería.

En medio de la contienda, Meleagro, en un arrebato, mató a los hermanos de su madre. En un acto de desesperación y venganza, su madre arrojó el tizón mágico al fuego, sellando el destino de su hijo, quien expiró. Consciente de la terrible acción, ella se ahorcó, al igual que hizo su esposa, Cleopatra, sumidas en la tragedia.

Existen otras versiones de la muerte del héroe, donde se narra que Meleagro muere por una flecha del dios Apolo.

En su descenso al inframundo, Meleagro le contó su triste historia a Heracles. Conmovido por el relato, Heracles le prometió casarse con su hermana, Deyanira, promesa que efectivamente cumplió, uniendo así sus destinos a la compleja red de la mitología griega.

Los Eácidas: Descendientes de Éaco y Héroes Griegos

En la Grecia Antigua, los Eácidas (del griego antiguo Αἰακίδης Aiakídês) eran los hijos o descendientes directos de Éaco, una figura mítica, hijo de Zeus y rey de Egina. Esta estirpe heroica jugó un papel crucial en la mitología.

El primer Eácida notable fue Peleo, hijo de Éaco y la ninfa Endeis. Sin embargo, el personaje más célebre y al que se alude con mayor frecuencia con este patronímico es Aquiles, el gran héroe de la Guerra de Troya, hijo de Peleo y la nereida Tetis, conocido también como el «Pelida».

Otros Eácidas recordados por los autores antiguos incluyen a Telamón, hermano de Peleo, y a Áyax Telamonio, otro valiente héroe de la Guerra de Troya, cuya fuerza y coraje eran legendarios.

La influencia de los Eácidas trascendió la mitología. Los reyes molosos de Epiro se autoproclamaron Eácidas (Αἰακίδαι Aiakídai), remontando su descendencia a Neoptólemo, hijo de Aquiles y Deidamía, y bisnieto de Éaco. Esta conexión les otorgaba una legitimidad divina y heroica.

Olimpia, la madre de Alejandro Magno, pertenecía a esta prestigiosa dinastía. Por ello, Alejandro Magno afirmaba ser descendiente directo de Aquiles, un linaje que sin duda reforzaba su imagen como conquistador y líder.

Finalmente, el nombre de Eácidas también se extendía a los habitantes de Egina, la isla donde Éaco fue objeto de un culto heroico, venerado como un ancestro divino y protector.

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