Modelos de Bienestar Social: Liberal, Bismarckiano, Nórdico y Sureño
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Modelos de Bienestar Social: Un Análisis Comparativo
Los modelos de bienestar social representan diferentes enfoques para abordar la pobreza y la desigualdad, con variaciones significativas en la intervención estatal y la provisión de servicios sociales. A continuación, se describen cuatro modelos principales:
Modelo Liberal
Este modelo liberal entiende la pobreza como un problema del individuo y no como un problema estructural de la sociedad. Se caracteriza por una previsión o medidas preventivas menores. La asistencia social del Estado es mínima, actuando como medida de último recurso para asegurar una asistencia básica del individuo. Los beneficios dependen, fundamentalmente, de sus propios ahorros. Los subsidios se dirigen en mayor medida hacia la población en edad de trabajar y los jóvenes, y en menor medida hacia las pensiones. El acceso a los subsidios está condicionado en mayor medida a la empleabilidad. En este modelo, el mercado prevalece como mecanismo de previsión de recursos, mientras que el Estado sólo interviene para corregir sus fallos, fundamentalmente con el objetivo de que los pobres se inserten en él y, de esta forma, puedan mejorar sus niveles o calidad de vida.
Modelo Bismarckiano
El modelo bismarckiano es un modelo conservador que se desarrolla en la Europa occidental. Se caracteriza por poseer una fija conexión entre la economía y la sociedad. Se basa en la legitimidad del Estado para proporcionar la integración social y el desarrollo económico. Los beneficios sociales no constituyen derechos universales y el Estado sólo proporciona beneficios cuando las familias no lo consiguen por sí mismas. Los Estados de bienestar bismarckianos se fijan en base al seguro social ligado al salario del ciudadano. Se puede decir que este modelo es un sistema corporativo, cuyo objetivo sería reforzar la estratificación social y de la familia tradicional, puesto que este esquema de reciprocidades se sustenta en las prestaciones sociales ligadas, en principio, al empleo de hombres adultos y sus familias.
Modelo Nórdico
El modelo nórdico se desarrolló en Dinamarca, Finlandia, Suecia y Noruega, surgiendo a partir de dos experiencias: el modelo beveridgeano y el modelo socialdemócrata escandinavo, ambos como consecuencia de los problemas concomitantes de la II GM. El beveridgeano surge a finales de la Guerra con el Informe Beveridge de 1942 en el que se recomendaba un sistema de seguridad social unitario financiado a través de contribuciones de todos los ciudadanos, del Estado y de empleadores, aunque con cobertura universal, ante contingencias como la enfermedad, el desempleo y la vejez. Incluía pensiones familiares, beneficios por maternidad y apoyo a las viudas. Trató de dar respuesta a la cuestión social basada en la consideración de la clase obrera como un actor político y en la extensión del sufragio, que obligaba a los partidos políticos a legitimarse. Por otro lado, el modelo nórdico o socialdemócrata se encuentra vinculado a la política keynesiana y de recursos humanos, llegando a denominarse políticas activa del mercado laboral. Su principal objetivo es erradicar el desempleo. El Estado garantiza un nivel básico de seguridad social asumiendo la existencia de una ayuda informal provista por redes familiares. El universalismo es una de las características principales del modelo nórdico, junto con la financiación por impuestos, la provisión pública de transferencias y servicios, énfasis en los servicios sociales personales, provisiones de alta calidad y tasas de compensaciones altas e igualitarias.
Modelo Sureño
El modelo sureño es un modelo social con menores gastos y está fuertemente basado en las pensiones y en unos gastos de asistencia social muy bajos. La característica principal del mercado del trabajo es la fuerte protección del empleo y el recurso a la jubilación anticipada como forma de mejora del empleo. Existe en estos países una mayor segmentación de los derechos y estatus de las personas que reciben subsidios. Los sindicatos tienen una presencia importante asegurada por la extensión de los acuerdos alcanzados en negociaciones colectivas.