Modernismo literario: un análisis de autores y precursores
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Modernismo literario: contexto y autores
El fin de siglo: crisis y renovación
MODERNISMO - Javier Blasco Pascual describe el fin de siglo como una época complicada y poco valorada, marcada por una reducción generacional del panorama literario (disminuyendo el prestigio y aumentando la discriminación). Azorín, al inventariar a los escritores españoles del 98, busca un marco más amplio para comprender este contexto. Se observa una crisis del pensamiento. Bargiela divide a los intelectuales españoles en modernistas (más jóvenes) y anticuados (mayores). Predomina un espíritu decadente (Ana Balakian): autores que se sienten atraídos por lo extraño, buscan símbolos para expresar su dolor, recurriendo a ruinas solitarias; otros son más espiritualistas (sueño, paraísos artificiales).
Esto da lugar a una nueva forma de escritura: lenguaje fragmentado, indirecto, simbólico… La literatura de fin de siglo erige un mundo en libertad, anulando distinciones, con la belleza como principio rector. Sin embargo, críticos cuestionan la supuesta peligrosidad moral de esta literatura alejada de la religión. Una crítica voraz invade la reforma modernista, que pasa a ser una renovación del lenguaje literario, en palabras de Gasset: Reforma de carácter, no de costumbres.
1902: El año clave del Modernismo
1902 es la fecha clave para definir la nueva etapa, marcada por publicaciones como:
- Camino de perfección de Pío Baroja (modernismo definido – técnicas simbolistas, parón del tiempo, ideas de Schopenhauer)
- La voluntad de Azorín (digresiones e interiorización como novedades estructurales)
- Las sonatas de Valle-Inclán (esperpento + prosa que recuerda al simbolismo francés)
- Amor y pedagogía y Niebla de Unamuno (monólogo interior, flujo de conciencia, reconocimiento del inconsciente; Niebla como novela modernista con técnicas cervantinas).
Precursores del pensamiento contemporáneo
Schopenhauer: Voluntad e insatisfacción
Precursores del pensamiento contemporáneo: Schopenhauer, partiendo de Kant (mundo como representación, solo captamos apariencias y las categorizamos), propone una lectura subjetiva: el mundo como mi representación. El hombre es voluntad, un impulso que une felicidad y satisfacción (efímera – deseo – dolor – insatisfacción). La voluntad nos devora y nos obliga a devorar. El mundo es una cacería – un choque de voluntades. Formas de enfrentarse a la voluntad: arte como resistencia, renuncia, ascetismo = mundo sin sentido (pasividad, ataraxia, decepción).
Nietzsche: Voluntad de poder y superhombre
Nietzsche concibe la voluntad como fuerza de poder. Habla del hombre fuerte (conciencia amoral, capaz de enfrentarse al mundo – vitalista) frente al débil (conciencia cristiana, concepto de culpa). Nietzsche critica el cristianismo y propone el superhombre como superación de la moral burguesa, más allá del bien y el mal, amándose a sí mismo.
Kierkegaard: Angustia vital y subjetividad
Søren Kierkegaard conecta con Schopenhauer: dolor + angustia vital = estado de verdad, mundo como cacería, idea de devorarse unos a otros. Pero afirma la subjetividad del sujeto, la individualidad de cada hombre. La existencia humana es lucha, el hombre opta entre muchas posibilidades, con la dificultad de elegir correctamente.
La novela modernista: características y ejemplos
Ruptura con el naturalismo
Punto de partida de la novela modernista: A Rebours (Huysmans – 1884), ejemplar del decadentismo y la ruptura con el naturalismo. Ricardo Gullón concibe la novela lírica dentro del modernismo. Recoge los cambios importantes de la novela del siglo XX: interiorización (no narrador omnisciente), uso del stream of consciousness asociado al estilo indirecto libre, monólogo interior, coherencia narrativa a pesar de la multiplicidad de elementos, simultaneidad de historias (contrapunto – mayor dinamismo), ruptura con la linealidad temporal, lector activo, importancia de las circunstancias, digresiones constantes, tiempo fugitivo, yo distendido… A esto añadiríamos relato multivisional (mismo suceso desde varias perspectivas), técnicas cinematográficas como el flashback.
Donald Shaw añade la tendencia a los espacios imaginarios, abandonando los escenarios realistas anteriores. Son obras en su mayoría abiertas, que ofrecen múltiples interpretaciones, una sublevación contra la presentación unívoca de la realidad.