Momentos Clave del Siglo XIX Español: De la Guerra de Independencia a la Inestabilidad Liberal
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El Estallido de la Guerra de la Independencia (1808)
Los últimos años del reinado de Carlos IV estuvieron marcados por el desprestigio del propio monarca, de su esposa María Luisa de Parma y, especialmente, de su valido Manuel de Godoy. Esto se debió a motivos como la desamortización y la subordinación en política exterior a la Francia napoleónica, que provocaron, entre otros desastres, la derrota en la batalla de Trafalgar (1805) ante los ingleses.
En 1807 se firmó el Tratado de Fontainebleau, que permitió la entrada de tropas de Napoleón a España para invadir Portugal, aliado inglés. Portugal sería dividido en tres provincias, una de las cuales sería para el propio Godoy.
La oposición a esta política se aglutinó en torno al heredero al trono, el futuro Fernando VII, que llegó a conspirar contra su padre. Organizado por la alta nobleza, en marzo de 1808 estalló el Motín de Aranjuez, que provocó la destitución de Godoy y la abdicación de Carlos IV en su hijo.
Con las tropas francesas ya en suelo español, en abril Napoleón convocó a Carlos y a Fernando en Bayona para mediar en el conflicto. Allí les hizo renunciar al trono a ambos y entregó la corona a su hermano, que pasó a ser José I, en las conocidas como las Abdicaciones de Bayona.
Ante la salida del resto de la familia real, el 2 de mayo de 1808 los madrileños se alzaron contra las tropas francesas. La represión francesa fue durísima e incluyó los fusilamientos y combates que Goya reflejó tan magistralmente. La insurrección se extendió por buena parte de España bajo el lema de "Nación, patria, rey y religión". Comenzaba así la Guerra de la Independencia.
La Labor Legislativa de las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812
Tras proclamar a Fernando VII como legítimo rey de España, casi la totalidad de la labor legislativa emprendida por las Cortes de Cádiz tuvo como objetivo la ruptura con el modelo político, económico y social del absolutismo. Entre sus principales medidas destacan:
- Se proclamó la soberanía nacional (la legitimidad para gobernar un país recae en el conjunto de sus ciudadanos y sus representantes elegidos), cuyo representante son las Cortes.
- Se declaró la igualdad ante la ley de todos los ciudadanos, tanto de la Península como de los territorios americanos, lo que implicaba el fin de la sociedad estamental y su régimen señorial de privilegios.
- Se acabó con algunos baluartes del Antiguo Régimen como el Voto de Santiago (un impuesto pagado a la Iglesia), la Inquisición y los señoríos jurisdiccionales (el derecho de los señores a impartir justicia y cobrar rentas, aunque esto último no se suprimió completamente en la práctica).
- El mayorazgo fue suprimido y se declaró la libre propiedad.
- Se puso fin a los últimos coletazos del sistema de consejos, como el Consejo de Castilla, organizando una nueva división provincial; al frente de cada territorio estarían las diputaciones provinciales.
- Se programó una desamortización de los bienes de la Iglesia, la mayor propietaria del país, para ponerlos a la venta y que incrementaran la economía productiva.
- Se impulsó una reforma de la Hacienda pública y se implantó la libertad de comercio y de industria.
Todas estas reformas y otras culminaron con la que es la más destacada obra de la labor legislativa de las Cortes de Cádiz: la Constitución de 1812, primera de la historia de España.
El Bienio Progresista (1854-1856)
El 28 de junio de 1854 se produjo un pronunciamiento en Vicálvaro (Madrid) dirigido por los militares Dulce, O’Donnell y Serrano, entre otros, que se llamó la Vicalvarada. Su programa político se recogía en el Manifiesto de Manzanares, redactado por un joven Cánovas del Castillo, que exigía:
- La regeneración liberal y progresista del régimen.
- Una convocatoria a Cortes Constituyentes.
- Aumentar las libertades civiles.
- Mejorar el sistema electoral.
- Retomar la Milicia Nacional.
- El fin de la camarilla corrupta que rodeaba a la reina Isabel II.
Sus demandas se extendieron rápidamente gracias al telégrafo y la revolución llegó a varios puntos, destacando la batalla urbana en Madrid con lemas demócratas e incluso republicanos. Tras crear la Junta Superior de Madrid, la ciudad esperó el retorno de Espartero desde el exilio, que formó un gobierno con O’Donnell y Pacheco.
El nuevo gobierno convocó elecciones a Cortes para elaborar una constitución, decretó la libertad de prensa y religiosa, cambió gobiernos provinciales, exilió a Mª Cristina (madre de la reina) e inició una nueva desamortización, dirigida por el ministro de Hacienda Pascual Madoz en 1855, que provocó una nueva ruptura con la Iglesia Católica. También se publicó la Ley de Ferrocarriles de 1855, punto de inicio del proceso industrializador en España.
La nueva Constitución de 1856, de carácter progresista, no llegó a entrar en vigor debido a la oposición de los carlistas, la propia reina, los moderados y las clases medias descontentas por los impuestos de consumo y las quintas (servicio militar obligatorio).
Espartero dimitió ante los problemas, y el general O’Donnell, que había creado la Unión Liberal (un partido a medio camino entre moderados y progresistas), accedió a la presidencia del gobierno. Con sus tropas rodeó el Congreso y acabó con el bienio en 1856.
La Regencia de Espartero (1840-1843)
El general Baldomero Espartero, líder militar progresista y vencedor del carlismo, asumió la regencia tras la huida de Mª Cristina en 1840. Se inaugura así una etapa en la que los líderes políticos serán militares de alto rango, conocida como régimen de los espadones o de los generales.
Pese al prestigio de Espartero y su apoyo popular, no tenía mayoría en las Cortes, por lo que se apoyó en un grupo de fieles (los "ayacuchos", militares que combatieron con él en América) con un poder autoritario y populista basado en las clases medias.
Espartero retomó el proceso desamortizador con los bienes del clero secular, lo que originó la ruptura con la Santa Sede. Su política económica fue librecambista, lo que motivó acusaciones de favorecer los intereses británicos y afectó especialmente a los textiles catalanes, que no podían competir contra los productos de la industrializada Inglaterra.
El general O’Donnell intentó un levantamiento militar en 1841, que fracasó, provocando su exilio y la ejecución de varios líderes militares. Espartero potenció la Milicia Nacional, demostrando el apoyo popular con el que contaba, mientras sus rivales moderados y la madre de la reina conspiraban contra él.
Las tensiones en Cataluña provocaron un alzamiento en Barcelona en 1842 que Espartero redujo con dureza, llegando a bombardear la ciudad, causando centenares de muertos. Esto provocó la caída del apoyo a Espartero y que perdiera las elecciones de 1843, generando una nueva etapa de inestabilidad política.
Varios progresistas y los moderados, dirigidos por Narváez, se enfrentaron al ejército esparterista y finalmente Espartero dimitió como regente. Ante la parálisis política, y para evitar una nueva regencia, se adelantó la mayoría de edad de la reina Isabel II, quien con 13 años pasó a gobernar directamente.