Moralidad según Nietzsche: Crítica a la Cultura Occidental

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La Moral en la Filosofía de Nietzsche: Una Crítica a la Cultura Occidental

Un pilar fundamental de la crítica de Nietzsche a la cultura occidental es su análisis de la moral occidental. Este filósofo sostiene que, desde siempre, han existido dos tipos de hombres, con dos morales contrapuestas:

Los Señores y su Moral

Los señores son hombres fuertes, superiores, solitarios, que no aceptan sujetarse a normas. Viven en permanente lucha y peligro, arriesgando sus vidas sin temor. Su moral es autónoma, ya que se dan a sí mismos sus propias normas de conducta, creando sus propios valores. No buscan la aprobación de los demás, sino solo de sí mismos. Sus valores son la plenitud, el poder, la fuerza, la disciplina y la confianza. Son capaces de luchar y descargar toda su cólera y, por ello, jamás les envenena el resentimiento y el rencor contra la vida y los hombres.

Los Esclavos y su Moral

Los esclavos son hombres débiles, inferiores, cobardes; son el rebaño, la masa. Valoran la compasión, el amor al prójimo y el igualitarismo, valores que sirven para proteger su debilidad. El esclavo ve con recelo las virtudes del poderoso y antepone las cualidades del débil para hacer así más soportable su existencia frente al fuerte. Sus valores son, pues, la compasión, la paciencia, la resignación, la humildad, el estoicismo y la mansedumbre. El esclavo es tan débil que se siente incapaz de exteriorizar su cólera, de ahí su resentimiento, su rencor y su deseo de venganza. Por supuesto, el esclavo no posee una moral autónoma, sino heterónoma, pues carece de fuerza para inventar sus normas saliéndose de lo que la masa establece.

La Inversión de Valores y el Cristianismo

Originalmente, los señores eran los que dominaban. Sin embargo, la religión, fundamentalmente la religión judeocristiana, invirtió el significado de estos términos, inventó "el otro mundo" y, al mismo tiempo, produjo una transvaloración: lo bueno pasa a ser malo y lo malo, bueno. Ahora se llama malo al poderoso, al lleno de vida, y bueno al débil. El cristianismo consagró esta perversión y representa la rebelión de los esclavos, de los mediocres. Propone el amor al prójimo, la compasión y la idea de que todos los hombres son iguales. Pero, en realidad, no es la religión del amor, como pretende, sino la religión del odio más profundo. Del odio contra los poderosos, contra la fuerza de la vida. El bueno, el amado de Dios, es el pobre, el desgraciado, el deforme, el abnegado, aquel que se sacrifica a sí mismo, que lleva una vida ascética, el que renuncia a lo material, a la belleza, al deseo, a la felicidad; en definitiva, el que no quiere nada.

El Nihilismo y la Transmutación de los Valores

La consecuencia de toda esta negación es el nihilismo que caracteriza a Occidente. Pues bien, ha llegado la hora de volver a colocar las cosas en su lugar: sustituir lo pretendidamente bueno por lo que es realmente bueno. La humildad por el orgullo, la piedad por la crueldad, la comodidad por el riesgo. Esto es lo que se conoce como transmutación de los valores, la alternativa que Nietzsche ofrece. La civilización occidental, debido a que se ha fundado en la no aceptación de la vida y en el pesimismo, ha dado como resultado un ser humano que se caracteriza por la "voluntad de la nada", el nihilismo. El nihilismo es un término empleado para descalificar cualquier doctrina que no reconozca realidades o valores que se consideran importantes y, en efecto, la cultura occidental lo es porque ha negado lo más humano: la pulsión, el deseo, el instinto, la pasión, la emoción, el sentimiento; hemos negado el valor de lo material, de lo sensible, de la belleza e incluso de la felicidad.

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