Movimientos Literarios Españoles: Del Novecentismo a la Poesía Contemporánea
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El Novecentismo o Generación del 14
Los autores novecentistas configuran la segunda generación literaria del siglo XX, inmediatamente posterior a la del 98. Tienen nuevas orientaciones ideológicas y estéticas que no son ni las del 98 ni las del Modernismo (aunque autores como Juan Ramón Jiménez se iniciaran en la estética modernista), pero no suponen aún la ruptura radical de la vanguardia, con la excepción del pionero Ramón Gómez de la Serna. Fue Eugenio D'Ors quien acuñó el término Novecentismo.
El Novecentismo nace en la primera década del siglo XX. En 1910 se fundan el Centro de Estudios Históricos y la Residencia de Estudiantes, instituciones clave para esta generación.
Características del Novecentismo
En lo político
La mayoría procedía del reformismo burgués.
En lo cultural
Aparece un nuevo tipo de intelectual: se imponen la pulcritud (frente a la bohemia modernista), una sólida formación universitaria (frente al autodidactismo noventayochista) y un examen sereno, objetivo, o al menos distanciado de los problemas: la claridad racional (frente a posturas irracionalistas o exaltadas). Muchos tuvieron una vocación magistral orientada a la formación y educación de la mayoría a través de la cátedra, la prensa... Se sintieron europeístas, atendiendo a lo universal (frente al casticismo), y dieron preferencia a lo urbano frente a lo rural.
El problema de España
Se trata con tintes menos patéticos (por reacción al pesimismo noventayochista), aunque pervive la concepción “castellanocéntrica” de España en autores como Ortega y Gasset. Son temas frecuentes la idea de la revolución desde el poder (heredera del regeneracionismo) y un elitismo cuya expresión máxima será la obra España invertebrada de Ortega.
En cuanto a la estética
Supone una superación tanto del Modernismo como del 98 y un rechazo al Romanticismo y al Realismo: se huye del sentimentalismo, con lo que se abandona el tono apasionado y vehemente como el de Unamuno. Tres principios presiden la labor creadora: pulcritud, distanciamiento y equilibrio. Se cultiva una literatura para minorías y se impone el intelectualismo. Todo conduce a un arte puro, que es mero placer estético. Este arte ha de liberarse de las contaminaciones demasiado humanas y ser intrascendente, fuente de goce intelectual. Se cuidan obsesivamente el lenguaje y el estilo.
Juan Ramón Jiménez
Lleva a cabo la superación del Modernismo mediante un trabajo constante de depuración poética. Su poesía es minoritaria (“A la minoría, siempre”), de gran dificultad y hermetismo. En su obra busca la belleza, el conocimiento y la eternidad. Sus temas constantes: belleza, poesía, amor, eternidad, dios.
Toda su producción se puede clasificar en varias etapas:
Etapa sensitiva (comienzos a 1915)
Se trata de una poesía de inspiración modernista, pero de un Modernismo intimista orientado hacia la contemplación y la confesión sentimental. Destacan Arias tristes, Elegías, La soledad sonora o Poemas mágicos y dolientes. Su obra en prosa Platero y yo combina rasgos modernistas con rasgos de voluntad de pureza.
Época intelectual (1916-1936)
Diario de un poeta recién casado (1916), en el que combina prosa y verso, supone la ruptura con el Modernismo: poesía desnuda en la que elimina todo lo anecdótico. Son poemas breves, densos, en versos escuetos y preferentemente sin rima o leves asonancias y también poemas en prosa que influirán en la poesía de vanguardia. Eternidades y Piedra y cielo culminan esta etapa.
Época suficiente (1936-1958)
Encontramos títulos como En el otro costado, Dios deseado y deseante, Animal de fondo. Se trata de una poesía hermética y de gran dificultad. Los temas fundamentales son dios y la eternidad.
Vanguardias Poéticas
Creacionismo
Fue iniciado en París por el poeta chileno Vicente Huidobro y el francés Pierre Reverdy, pero fue el primero el que lo dio a conocer en España. Querían un arte que no imitara ni tradujera la realidad, su máxima poética: la creación de la realidad en el poema. El poema será un objeto autónomo, creación absoluta, no imitación: “¿Por qué, cantáis la rosa, ¡oh, poetas? / ¡Hacedla florecer en el poema!”. Los poetas españoles más destacados de este movimiento fueron Gerardo Diego (Manual de espumas) y Juan Larrea, cuyo poema Interior transcribimos a continuación:
[Aquí iría el poema"Interio" si estuviera incluido en el original]
Surrealismo
El Surrealismo español no fue ortodoxo: no practicaron la escritura automática ni llegaron a la pura creación inconsciente. Lo que sí hubo fue una liberalización de la imagen y un enriquecimiento del lenguaje poético. Fusionó, además, Ultraísmo, Creacionismo y la propia tradición.
El Surrealismo significó la crisis del ideal de poesía pura y deshumanización que había prevalecido durante unos años. Lo humano, e incluso lo social y lo político, penetran de nuevo en la literatura, así lo prueban las trayectorias de Lorca (Poeta en Nueva York), Alberti (Sobre los ángeles) o Vicente Aleixandre (La destrucción o el amor).
Autores de la Generación del 27 y Afines
Principales autores:
- Pedro Salinas
- Jorge Guillén
- Gerardo Diego
- Dámaso Alonso
- Vicente Aleixandre
- Luis Cernuda
- Rafael Alberti
- Federico García Lorca
Federico García Lorca (1898-1936)
El tema del destino trágico (la imposibilidad de realización) dará unidad a su obra poética y teatral. Sus primeras obras poéticas se insertan en la corriente del neopopularismo y en ellas penetra en las entrañas andaluzas para destacar lo hondo y profundo de esta región, no lo pintoresco: Libro de poemas, Canciones, Poema del cante jondo y Romancero gitano (fusión de lo culto, incluso lo vanguardista, y lo popular). Dará un giro al Surrealismo con Poeta en Nueva York. Otra obra de esta corriente es el poema elegíaco Llanto por Ignacio Sánchez Mejías.
En el ámbito teatral, Lorca es, junto a Valle Inclán, una de las grandes figuras del teatro mundial dado que ambos renovaron el género. Difundió el teatro clásico a través de la compañía de teatro universitaria La Barraca. Atravesó por diversas etapas: en 1927 estrena Mariana Pineda en verso, una obra de influencia modernista; en su etapa neoyorquina y surrealista escribe Así que pasen cinco años y El público, que definió como “criptogramas”; pero el teatro de Lorca que triunfa se corresponde con sus dramas rurales Yerma, Bodas de sangre y La casa de Bernarda Alba, en las que pinta personajes desgarrados por hondas pasiones que los llevan al desenlace trágico.
Miguel Hernández (1910-1942)
No puede clasificarse como miembro del grupo del 27, aunque juega un papel esencial ya que sirve como puente entre la Generación del 27 y la llamada Generación del 36.
La Poesía Española Posterior a la Guerra Civil
Década de los 50: La Poesía Social
En los años 50 se inicia una época de aperturismo al exterior y se produce un desarrollo económico que mejorará las condiciones de vida.
Partiendo de la poesía desarraigada, hemos llegado a la poesía social. La poesía debe tomar partido ante la injusticia o los conflictos sociales. Es un acto de solidaridad con los que sufren. Se abandona la expresión de los problemas íntimos o existenciales y se rechazan los lujos esteticistas. El tema de España se hace protagonista (la injusticia social, la alienación, el mundo del trabajo, el anhelo de libertad y de un mundo mejor). Se dirigen a la mayoría, por lo que emplean un lenguaje claro y un tono coloquial.
En 1955 se publican dos obras que marcarán un hito: Pido la paz y la palabra, de Blas de Otero, y Cantos iberos de Gabriel Celaya. Otras obras importantes: Cuanto sé de mí, de José Hierro, e Historia del corazón, de Vicente Aleixandre, centrada en la idea de solidaridad.
La Década de los 60: De la Poesía Social a una Nueva Poética
Aunque la poesía social se prolonga en los años sesenta, ya en los cincuenta empiezan a aparecer poetas nuevos que, aunque en sus comienzos tengan acentos sociales, representarán su superación. Los más notorios son Ángel González, Jaime Gil de Biedma, José Ángel Valente o Claudio Rodríguez. Este grupo poético es conocido como Grupo poético de los años 50 o Generación del medio siglo.
Hay en ellos una preocupación por el hombre, pero huyen de todo tratamiento patético; dan frecuentes muestras de inconformismo con el mundo que los rodea, pero también cierto escepticismo. La crítica ha denominado a esta corriente poesía de la experiencia. En su temática se aprecia una vuelta al intimismo (el fluir del tiempo, la evocación nostálgica de la infancia, el erotismo). En cuanto al estilo, se rechaza por igual el patetismo de la “poesía desarraigada” y el prosaísmo de los poetas sociales. Llevan a cabo una labor de depuración y de concentración de la palabra y cada poeta busca un lenguaje personal, aunque no les atraen las experiencias vanguardistas y se quedan en un tono cálido y cordial, contrapesado con un frecuente empleo de una ironía triste y reveladora de ese escepticismo. Con estos poetas renace el interés por los valores estéticos.
Década de los 70: Los Novísimos
En 1970 José María Castellet publica la antología Nueve “novísimos” poetas españoles, que incluye a Manuel Vázquez Montalbán, Antonio Martínez Sarrión, José María Álvarez, Félix de Azúa, Pere Gimferrer, Vicente Molina Foix, Guillermo Carnero, Ana María Moix y Leopoldo María Panero. Representan una nueva sensibilidad dentro de la llamada Generación del 68.
Se vieron influenciados por el cine, los discos, la televisión, los cómics y por autores extranjeros (T.S. Eliot, Cavafis). En la temática encontramos lo “personal” (infancia, amor, erotismo...) junto a lo “público” (la sociedad de consumo, la guerra de Vietnam...). Al lado de tonos graves (ecos de un íntimo malestar) aparece también una provocadora e insolente frivolidad: Marilyn Monroe se codea con el Che Guevara. Frente a la sociedad de consumo son sarcásticos y corrosivos, pero también se muestran escépticos ante la posibilidad de que la poesía pueda cambiar el mundo. En lo personal y en lo político, son inconformistas y disidentes; pero como poetas, persiguen metas estéticas.
Ante todo, lo que les importa es el estilo: la renovación del lenguaje poético es el objetivo principal, y junto a otros modelos, en el Surrealismo vieron una lección de ruptura con la lógica de un mundo absurdo. Recuperan actitudes vanguardistas, tanto las de preguerra como las posteriores a 1940, y tienen una voluntad de opacidad y hermetismo.
Una de estas direcciones adoptó una postura esteticista, de sabor modernista y rubendariano, plena de referencias culturales eruditas al mundo de las artes, como en la obra de Antonio Colinas (Sepulcro en Tarquinia (1976)) o en las revisiones personales de la tradición simbolista de P. Gimferrer y Jaime Siles.
También cultivaron “metapoesía”: el lenguaje y la literatura misma se convierten en el objeto temático del texto (G. Carnero, Ensayo de una teoría de la visión, 1979).
Asimismo, hubo un intento de denuncia de la manipulación social y política a través del lenguaje, combinado con una fuerte iconoclastia: Leopoldo María Panero (Así se fundó Carnaby Street (1970); Narciso (1979)).
En los mismos años 70 se alza el Equipo Claraboya, cuya antología acusaba a los novísimos de neodecadentes y mostraban su preferencia por la poesía heredera de la conciencia social.