La Muerte de Dios y el Superhombre en Nietzsche: Un Nuevo Horizonte Vital

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La Muerte de Dios y el Superhombre en Nietzsche

Para Nietzsche, Dios representa lo transcendente y suprasensible: las ideas de Platón, el primer motor de Aristóteles, los idealismos, los dogmas y las grandes creencias o verdades de la historia de Occidente.

Entiende por Dios el último fundamento ideal y abstracto de los valores religiosos, morales y culturales que han predominado en Europa. Tales valores, propios de la moral de esclavos, han alejado al ser humano de la vida, sumiéndole en la mentira y en un auténtico nihilismo, que provocará la caída inevitable del dogmatismo socrático y platónico, y de la religión y moral occidentales.

La expresión máxima del nihilismo es la proclamación de que Dios ha muerto, el acontecimiento más importante de la historia, según Nietzsche. Esta metáfora expresa la muerte de las verdades absolutas, la muerte de los “ídolos” que guiaban la civilización occidental y la vida humana, y que había que derribar (nihilismo activo).

Con la muerte de Dios y sin ningún tipo de guía, pues todo código moral carece de sentido; no existe el bien ni el mal, el acierto ni el error. Por tanto, todos los mandatos y prohibiciones han desaparecido y nada ni nadie puede indicarnos nuestras obligaciones. Todo está permitido (nihilismo).

Ahora bien, la muerte de Dios y la llegada del nihilismo no son consideradas por Nietzsche como acontecimientos negativos, sino todo lo contrario. Dios significaba la síntesis de todas las falsedades y engaños de la moral judeo-cristiana; por tanto, la muerte de Dios llevará consigo la llegada del superhombre, la transmutación de los valores y la plena aceptación del sentido de la tierra, es decir, el reconocimiento de que la vida humana es exclusivamente mortal, pues no existe más mundo que éste.

Esta nueva situación traerá la desesperación a los débiles, y los fuertes, los seres humanos superiores, verán surgir ante sí una vida ascendente, un nuevo horizonte sin límites, en el que sentirán el grandioso placer de poder decir sí a la vida, de exaltar los valores vitales.

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