La Mujer en la Antigua Grecia: Roles, Derechos y Vida Cotidiana
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La Mujer en la Antigua Grecia
Roles, Derechos y Vida Cotidiana
La mujer griega no gozaba de ningún derecho de participación político ni jurídico, era como una menor de edad perpetua. Primero estaba bajo la tutela de su padre, luego bajo la de su esposo y, finalmente, bajo la de su hijo. No podía heredar por sí misma y, en caso de ser la única descendiente, era casada por su padre con su pariente más cercano. Su misión era asegurar la transmisión del patrimonio dando a su marido hijos legítimos y cuidar de los asuntos domésticos.
La diferencia entre los sexos se hacía notar desde el momento del nacimiento. Un hijo tenía en esta sociedad mayores probabilidades de ser admitido en el seno familiar que una niña. Si la familia no vivía desahogada, esa boca más que alimentar y el desembolso que supondría la dote para su boda, hacían que a veces la hija, y menos veces el hijo, fuera abandonada a su suerte dentro de una vasija. El niño así rechazado podía ser criado por otra pareja.
Si el hijo era aceptado, se colocaba una rama de olivo en el exterior de la puerta si era niño, un ovillo de lana si era niña. Heródoto, el antiguo historiador de Halicarnaso, cuenta como algo extraordinario un matrimonio por amor. En torno a los quince años, las chicas solían casarse. Sobre los treinta, los varones. A partir de ese momento, la esposa ejercía sus nuevas funciones:
- Disponer que la casa funcione
- Administrar el hogar
- Hilar la lana para los vestidos
La lana es el símbolo de la mujer: hemos visto que se colocaba en la puerta al nacer una niña; también Alejandro Magno le ofreció una madeja a la madre del rey Darío cuando, tras vencerlo en batalla, capturó su tienda de campaña y la encontró allí abandonada. Obviamente, las mujeres de bajo nivel económico realizaban por sí mismas las compras, iban a la fuente e incluso trabajaban como asalariadas fuera del hogar.
Como la mujer llegaba al matrimonio muy joven, sin conocer al marido que le habían destinado y con un nivel cultural muy inferior a él, era difícil la comunicación y la intimidad entre los esposos. En Atenas, el erotismo y el amor se podían encontrar fuera del matrimonio, en la relación de hombres con heteras (ἑταίραι) y prostitutas (πόρναι).
Las Heteras
Las heteras eran el escalón más alto de las prostitutas (las más bajas estaban en las casas de lenocinio, en las calles o en las puertas de la ciudad). “ἑταίραι” significa compañera, amiga, y es un eufemismo. Frecuentaban los banquetes de los hombres donde tocaban instrumentos musicales, bailaban o practicaban el sexo. Algunas, como Aspasia, la amante de Pericles, poseían hermosas casas en las que reunían lo más selecto de Atenas: Anaxágoras, Fidias, Sócrates, Hipódamo, etc. Las heteras recibían una esmerada educación, destacaban por el lujo y el buen gusto de sus vestidos y joyas, eran cultivadas, modernas y sensuales; les estaba permitido todo lo que se les negaba a las esposas. Sin embargo, no hay que pensar que el amor conyugal era inexistente.
Evolución en la Época Helenística
Por otra parte, la situación de la mujer sufrió en la época helenística una evolución paralela a la del matrimonio. La mujer adquirió capacidad jurídica para comprar, vender, testar, dirigirse directamente a los tribunales sin mediación de tutores e intervenir en la elección del matrimonio de sus hijos igual que el marido.