Mundo Helenístico: Reyes, Ciudades y el Faro Cultural de Alejandría

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El Mundo Helenístico

La Monarquía Helenística: Poder y Autoridad Real

En el mundo helenístico, el rey se presenta como la única fuente de autoridad y de poder gubernamental. Su papel como general victorioso es muy importante a la hora de justificar su poder. Además, se presenta como legislador y, en algunos casos, también como sumo sacerdote. Su estatus se plasma en sus títulos oficiales característicos, como:

  • Evergeta (“el benefactor”)
  • Soter (“el salvador”)
  • Epifanes (“el dios manifestado”)

La autoridad real se sustenta sobre un culto cívico generalizado, que se manifiesta en la dedicación de altares y estatuas dedicados al rey, su heroización e, incluso en ocasiones, su divinización.

Vida Ciudadana en las Poleis Helenísticas

Por su organización interna, las ciudades helenísticas no diferían mucho de su modelo, las poleis griegas. Sin embargo, dieron lugar a una serie de nuevas instituciones políticas urbanas características. Entre ellas destaca el evergetismo. Buena parte de la vida económica, social y cultural de la ciudad estaba promovida por los propios reyes o por personajes destacados de la comunidad, que con su propia riqueza sufragaban construcciones públicas, festejos, saneamiento, incluso en ocasiones la alimentación. El evergetismo es un fenómeno que tendrá posteriormente enorme importancia en la vida de las ciudades del Imperio Romano.

Cultura y Conocimiento: El Esplendor de Alejandría

Se puede hablar de un aumento del nivel cultural en el mundo helenístico y de una difusión de la cultura, en la que influyó muy favorablemente la existencia de una lengua común, el griego. La gran producción de papiro y pergamino y el uso de esclavos copistas permitió publicar libros a una escala antes desconocida.

Los centros de cultura son las ciudades. En ellas estaban los verdaderos centros del saber: las bibliotecas, debidas al mecenazgo de los reyes. Surgieron en las cortes de Antioquía, Siracusa, Pela o Pérgamo. Pero el gran centro intelectual del mundo helenístico era indiscutiblemente Alejandría de Egipto, donde Ptolomeo I fundó la gran biblioteca y el llamado Museo (Musaion), un “instituto de investigaciones científicas” dotado de todos los medios técnicos conocidos en la época. Allí llegó a haber medio millón de pergaminos, y allí se desarrolló la edición e interpretación de la tradición literaria griega precedente, destacando las obras de Homero.

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