Murillo: La Transformación de la Iconografía Religiosa en el Barroco Sevillano

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Murillo: La Evolución de la Pintura Religiosa en el Barroco Sevillano

Bartolomé Esteban Murillo, figura central del Barroco sevillano, se distingue por una devoción más íntima y popular en sus cuadros. Su obra maestra, la Sagrada Familia del Pajarito, es un ejemplo audaz y atrevido de cómo representó lo divino de una forma no solo popular y humilde, sino también cercana y profundamente humana.

Tras la devastadora peste, la fe se desató en Sevilla. En esta etapa, papas como Alejandro VII permitieron la aparición de nuevas devociones, un contexto que Murillo supo capturar y potenciar a través de su arte.

Primera Etapa (Hasta 1649): Formación e Influencias

Nacido en Sevilla, Murillo se formó en los talleres de Juan del Castillo. Durante sus primeros años, su pintura estuvo notablemente influenciada por Zurbarán, como se aprecia en obras como La Virgen del Rosario con Santo Domingo, creada para el monasterio de los dominicos. Esta obra refleja una de las devociones que ganaban cada vez más seguidores, enmarcada en el contexto contrarreformista.

Murillo pasó dos años en Madrid, donde no solo consolidó la referencia de Zurbarán, sino que también siguió de cerca la carrera de Velázquez y conoció la obra de Tiziano. A su regreso a Sevilla, su primer gran encargo fue un conjunto de trece cuadros para el claustro menor del monasterio de San Francisco.

Entre estas obras destaca La Cocina de los Ángeles (1645-1647), que relata la visión de Francisco Dirraquio mientras trabajaba en la cocina. Esta pieza revela la confluencia de múltiples influencias en Murillo:

  • La sobria representación de Zurbarán.
  • La técnica de empaste de Velázquez.
  • La elegancia veneciana en la pintura de ángeles, con clara influencia tizianesca.

Murillo emerge así como un artista ecléctico, capaz de asimilar y fusionar diversas corrientes estilísticas.

Segunda Etapa (1650-1675): La Iconografía Religiosa Arquetípica

Este periodo se caracteriza por un auge de las fiestas religiosas en Sevilla, donde la población se reunía para orar y pedir el fin de la peste. Un gran auto de fe se organizó en la plaza de San Francisco, reflejando la intensidad de la fe popular.

En 1662, Alejandro VII apoyó la devoción de la Inmaculada Concepción, dando lugar a una nueva fiesta religiosa. Posteriormente, en 1671, se celebró la canonización de Fernando III de Castilla, un evento que engalanó toda Sevilla y cuya memoria quedó plasmada en el libro Fiestas de la Santa Iglesia Metropolitana, una fuente invaluable para el estudio de las arquitecturas efímeras del Barroco.

Nuevas Iconografías y Devociones Impulsadas por Murillo

La contribución de Murillo en esta etapa se subdivide en la creación y popularización de nuevas iconografías para devociones emergentes. Se destacan, entre otros, los siguientes ejemplos:

  1. Ángel de la Guarda: Aunque la figura del Ángel de la Guarda ya existía, no tenía una importancia destacada. Su rezo experimentó un enorme auge durante los siglos de la Contrarreforma. Murillo fue el encargado de dotarle de la iconografía "de postal" que perdura hasta nuestros días, haciéndolo reconocible y cercano.
  2. San José: La Contrarreforma se ocupó de revalorizar la figura de San José. Antes del siglo XVI, era una figura lateral y prácticamente inexistente en la iconografía, a menudo representado como un hombre mayor y sin protagonismo (como en las obras de Giotto), al que no se le rezaba. Con Murillo, su imagen comenzó a repensarse; lo pinta joven y lo acerca al devoto, transformándolo en un modelo de paternidad y devoción.

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