El Estado de Naturaleza y el Contrato Social en la Filosofía Política
Clasificado en Filosofía y ética
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El Egoísmo Humano y la Necesidad de un Poder Común
Este texto analiza un fragmento de la obra "Leviatán" de Thomas Hobbes, publicada en el siglo XVII, que aborda la organización política ideal para gobernar una sociedad. Hobbes argumenta que la naturaleza egoísta del ser humano lleva a la necesidad de un poder común para controlarlo.
El extracto se centra en la naturaleza egoísta del hombre y cómo abordarla. Hobbes sostiene que dos individuos, en su búsqueda por la supervivencia y prosperidad, son capaces de destruirse mutuamente. Incluso antes de que su propia seguridad se vea amenazada, intentarán dominarse por la fuerza. Esto conduce a una guerra constante entre hombres, que solo puede ser detenida por un poder común que les obligue a respetarse.
El Estado de Naturaleza según Hobbes
La primera tesis del texto se refiere al comportamiento humano en el estado de naturaleza, un estado previo a la sociedad civil. Hobbes cree que el hombre fuera de la sociedad buscará destruir y dominar a otros para su propia conservación. Para él, el hombre es un lobo para el hombre (homo homini lupus), un depredador en constante conflicto consigo mismo. Siempre que existan intereses comunes, o incluso antes de que surjan, los individuos se atacarán, generando una guerra de todos contra todos.
Esta visión pesimista también se encuentra en Nicolás Maquiavelo, quien en su obra "El Príncipe" argumenta que la realidad humana es una lucha constante por la supervivencia. Maquiavelo propone que un gobernante debe comprender la naturaleza humana real y actuar en consecuencia, incluso de manera inmoral si es necesario para preservar el orden.
El Contrato Social como Solución
A diferencia de Maquiavelo, Hobbes propone el contrato social como solución. Esta idea, conocida como contractualismo, sostiene que para superar el estado de naturaleza se necesita un contrato que obligue a todos a formar una sociedad civil. Para Hobbes, este pacto solo funciona si incluye un soberano que gobierne a todos.
Este soberano, representado en "Leviatán" como un monstruo bíblico, encarna un poder absoluto por encima de la ley. Es responsable de crear y hacer cumplir las leyes, y puede ser reemplazado si no cumple con su deber.
La Crítica de Locke al Poder Absoluto
John Locke rechaza la idea del poder absoluto. Para Locke, el estado de naturaleza es aquel en el que el hombre es juez y parte de sus propios asuntos. Si bien reconoce la necesidad de un mediador, como el soberano de Hobbes, critica que este esté por encima de la ley, lo que lo convierte en juez y parte, exponiendo a los individuos a abusos.
Locke propone la división del poder en monarca y parlamento. El parlamento, formado por representantes del pueblo, crea leyes que reflejan la voluntad general. De esta manera, el pueblo controla al soberano, quien debe obedecer las leyes creadas por el parlamento.
Visiones Alternativas al Pesimismo Antropológico
Tanto Hobbes como Locke parten de una visión pesimista del ser humano. Sin embargo, otros filósofos ofrecen perspectivas diferentes. Aristóteles, por ejemplo, creía que el fin del hombre no es la simple supervivencia, sino vivir virtuosamente en busca del bien común. Aristóteles describe sociedades virtuosas y viciosas, gobernadas por uno, pocos o muchos.
Jean-Jacques Rousseau, otro contractualista, desarrolla la teoría del "buen salvaje", argumentando que el hombre es bueno en estado de naturaleza y que la sociedad lo corrompe. Para Rousseau, el contrato social existente es defectuoso porque la propiedad privada genera envidia y conflicto. Propone un nuevo contrato social sin propiedad privada, donde se atienda a la voluntad general del pueblo, sin un monarca absoluto como en Hobbes ni una monarquía parlamentaria como en Locke, sino un gobierno absoluto del pueblo a través de representantes.