Navarra en el Siglo XVIII: Moneda, Guerra de Sucesión y Consolidación Borbónica

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La Moneda Navarra y su Transición

Su valor era casi siempre equivalente al del numerario que circulaba por el resto del territorio español. Las monedas de la época tenían un valor igual al del metal con el que estaban hechas. Las acuñaciones se hacían en la ceca (fábrica de monedas) de Pamplona y llevaban habitualmente el nombre del monarca con el ordinal que le correspondió en Navarra. Las últimas monedas navarras se fabricaron a principios del reinado de Isabel II (1837), inmediatamente antes de que Navarra se convirtiera en provincia.

La Transición Ilustrada: Navarra en el Siglo XVIII

El siglo XVIII se abrió con una guerra. El último de los Austrias, Carlos III, murió sin descendencia directa en 1700, y dos rivales, un francés y un austriaco, se disputaron el trono apoyados por unas u otras potencias europeas. Navarra, al igual que Castilla, tomó partido por Felipe V, un descendiente directo de Castilla y Juan de Albret. Este hecho pudo influir en los dirigentes navarros, pero también hay que pensar en motivos más prácticos. La contienda afectó relativamente poco al territorio navarro, salvo algunas incursiones importantes de los partidarios del pretendiente Carlos de Austria en la parte oriental y meridional, y acabó con el triunfo de Felipe V en 1713. Los reinos de la Corona de Aragón, que habían apoyado a Carlos de Austria, perdieron sus instituciones particulares, mientras que Navarra, que había sido fiel al ganador, conservó todo su entramado constitucional.

La Monarquía Borbónica y la Autonomía Navarra

La situación de Navarra como reino diferenciado no impidió que la monarquía intentase aplicar medidas que iban contra sus privilegios, imponiendo cada vez más sus pretensiones económicas y militares, con o sin el consentimiento de las Cortes. En contrapartida, la Diputación adquirió mayores competencias, ya que el espíritu reformista de los Borbones consideraba que podía suponer una mejora de la actividad administrativa. De hecho, las Cortes solo se opusieron de forma rotunda a la desaparición de las aduanas, que separaban comercialmente Navarra del resto de España. Los reyes consideraban que ese cambio contribuiría a la modernización económica y a incrementar sus propios ingresos, pero la mayor parte de los miembros de las Cortes afirmaban que significaría el principio del fin de los fueros. Sin embargo, no se produjo ningún rechazo, sino todo lo contrario, a la devolución en 1753 al reino.

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