Nietzsche: Apolo, Dionisio, Nihilismo y la Voluntad de Poder
Clasificado en Filosofía y ética
Escrito el en español con un tamaño de 5,74 KB
La Dualidad Apolínea y Dionisíaca en Nietzsche
En El nacimiento de la tragedia de Nietzsche, Apolo simboliza la medida, el principio de individuación, las formas acabadas y la limitación racional libre. Por otro lado, Dionisio representa la fuerza de vivir, informe e inacabada, la fuerza de los instintos vitales irracionales. Según Nietzsche, en la naturaleza y en la vida, ambos espíritus convivían en un equilibrio del que el ser humano extraía fuerzas para afrontar el componente trágico y el sufrimiento inherente a la existencia. Ese sufrimiento era la existencia misma, la forma de vida propia del hombre trágico.
A la primera dimensión, Nietzsche la llamó el instinto dionisiaco. Por ella, el hombre entra en contacto con la anónima voluntad de vivir. A la dimensión que aceptaba la vida individual como una ilusión bella y excitante la llamó el instinto apolíneo.
Crítica de los Valores Morales
Nietzsche argumenta que el Platonismo produjo una inversión de los valores morales que imperaban en el mundo griego antiguo. Estos se regían por la moral de los señores: aquellos que aman la tierra, desprecian los valores de un mundo suprasensible y dicen "sí" a la vida. Con la aparición del Judaísmo y del Cristianismo, se consolidó esta inversión de los valores.
Nietzsche llamó señores a los que buscan afirmar su voluntad de poder por encima de todo, sin consideración por los demás desde la perspectiva de la moral tradicional. En contraposición, consideraba a los cristianos como esclavos, imposibilitados para ser señores según su concepción. Creía que esta moral debilitaba a todos, calificando al Cristianismo como la religión de los resentidos. La moral tradicional obligaba a una renuncia a los instintos poderosos. Para Nietzsche, era preciso elevarse más allá de todo juicio moral convencional.
La moral, para Nietzsche, era una ficción que no propiciaba el aumento de las fuerzas vitales y creativas, sino su disminución.
Crítica del Lenguaje y el Concepto de Verdad
Según Nietzsche, las palabras no son más que reproducciones fonéticas de impulsos nerviosos. El lenguaje surge como un sistema de metáforas cristalizadas que indican la relación de las cosas con los hombres, no las cosas en sí mismas. Creemos erróneamente que el concepto se identifica con el original, cuando lo único que hace es igualar lo que no es igual y generalizar impresiones a través de metáforas.
Por lo tanto, concluye que no existe la verdad objetiva y absoluta; no es más que un concepto inventado por filósofos temerosos e insatisfechos del mundo en devenir, que ansían un mundo del ser estático en el que reside esta hipotética verdad. El hombre solo puede escapar de la "gran mentira" del lenguaje olvidándose de sí mismo como sujeto cognoscente y convirtiéndose en el hombre intuitivo, estético, que desarrolla su creatividad artística.
El Nihilismo y la Muerte de Dios
La interpretación moral del mundo, según Nietzsche, ha concluido en el nihilismo: las categorías de finalidad, verdad o "mundo verdadero" con las que hemos otorgado sentido al mundo han resultado ser falsas. Esto conduce inicialmente al nihilismo pasivo, que renuncia a la existencia y genera un sentimiento de pérdida y de odio frente a la vida.
Cuando se han perdido todos los valores tradicionales, Nietzsche anuncia la "muerte de Dios", lo que significa reconocer la falsedad de los valores suprasensibles que fundamentaban la moral occidental. Frente al nihilismo pasivo, Nietzsche propone el nihilismo activo: afirmar el "sí" hacia todo lo que fortalece y es capaz de transmutar los valores.
La superación del nihilismo se debe realizar desde la voluntad de poder y prepara la llegada del superhombre.
La Voluntad de Poder, el Superhombre y el Eterno Retorno
La vida, para Nietzsche, es una lucha constante entre fuerzas. Donde hay vida, hay voluntad de poder. En el vacío dejado por la "muerte de Dios" y la decadencia de los valores, la voluntad de poder aparece como voluntad creadora de nuevos valores. En este sentido, la voluntad de poder es hermenéutica (interpretativa).
Para poder realizar la transmutación de los valores, hay que superar al hombre actual y llegar al superhombre (Übermensch). En su obra Así habló Zaratustra, el niño simboliza una etapa final de transformación hacia el superhombre, consciente de la "muerte de Dios" y creador de nuevos valores. Estos nuevos valores no siguen ningún criterio trascendente; emanan del sentido de la tierra: amar la vida terrenal y despreciar las esperanzas ultraterrenas, asumiendo que la vida no tiene una finalidad o justificación externa.
El superhombre afronta la vida en todas sus facetas, incluyendo el sufrimiento. Aceptar el sufrimiento del mundo como precio de una breve vida que se va a disolver, sin compensación alguna ulterior, es algo que únicamente pueden hacer los muy poderosos espiritualmente. La noción de lo bueno y lo malo cambia radicalmente de sentido. Solo el superhombre puede definir lo "bueno", pues se trata siempre de lo bueno para él como creador de valores que impone su voluntad de poder. Este proceso está íntimamente ligado a la idea del eterno retorno: la capacidad de afirmar la vida hasta el punto de desear que cada instante se repita eternamente.