Nietzsche y Marx: Confrontando Ideas sobre Religión, Historia y Sociedad

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Comparación Filosófica: Nietzsche y Marx

Con Marx, comparte la dura crítica que ambos hacen a la religión, pues la culpabilizan de limitar las posibilidades e impedir el desarrollo del ser humano, engañando a sus seguidores y llevándolos a creer en un mundo ilusorio.

Sin embargo, Nietzsche lo hace desde un punto de vista más personal al culparla de imponer una moral de esclavos, en la que se premia la mediocridad, lo que impide que el ser humano se realice. Marx, por su parte, lo hace desde un punto de vista más social al considerarla la causante de que la sociedad se resigne ante situaciones intolerables y acepte como normales multitud de injusticias.

Comparten, además, la crítica a la concepción idealista de la historia.

Sin embargo, mientras que Nietzsche niega cualquier tipo de finalidad en la historia, para Marx la finalidad última de esta será llegar a una sociedad comunista.

Además, a la visión histórica del marxismo (para Marx, la historia avanza dialécticamente impulsada por las tensas relaciones de producción) se opone el “eterno retorno” de Nietzsche (la historia está formada por ciclos temporales que comienzan y acaban, repitiéndose de manera infinita).

En la filosofía marxista, lo importante es la sociedad o la clase social, siendo el individuo quien se debe sacrificar por esta.

Nietzsche rechazaría este determinismo sociológico, pues para él, por encima de la sociedad, está el individuo llamado a desarrollarse al máximo sin la opresión de ninguna sociedad ni ninguna religión para convertirse en el superhombre.

Marx defiende al proletariado y la dictadura de la clase obrera. Esto será rechazado por Nietzsche, pues considera a la clase obrera “los débiles” y la culpabiliza de que, con la propiedad colectiva y la igualdad social, esté imponiendo una moral de esclavo. Lo que debe hacerse, según él, es premiar la genialidad para imponer una moral de señores.

Reflexiones sobre el Nihilismo y el Superhombre en la Actualidad

Ha pasado más de un siglo desde que Nietzsche diagnosticara el nihilismo como la enfermedad de su época. Hoy en día, los síntomas de esa enfermedad se han extendido al máximo. Nunca antes la creencia en Dios fue algo tan discutido. Hoy, las creencias religiosas se relegan al ámbito personal, se consideran una cuestión subjetiva. El cristianismo ha perdido gran parte de su influencia ideológica. Hoy en día, acostumbrados a la diversidad de opiniones, el dogmatismo es imposible. En nuestra época, casi “todo vale”.

Sin embargo, no hemos evolucionado hacia ese Superhombre que Nietzsche esperaba. Hemos sustituido los valores ficticios del platonismo y el cristianismo por otros, igualmente falsos. Hoy, nuestros valores, aunque puedan parecer cercanos al vitalismo que Nietzsche defendía (culto al cuerpo, disfrute de la vida, sexo, poder, juventud, etc.), no son más que una imposición del mercado que inventa necesidades y valores para guiarnos al consumo.

Nietzsche aspiraba a que el hombre viviera la vida asumiendo tanto el placer como el dolor que conllevara, y no esta versión light y edulcorada que nos transmiten los anuncios, que son los púlpitos ideológicos de nuestro tiempo.

Comentario sobre el Dualismo Platónico en Nietzsche

Con esto, Nietzsche quiere expresar que el hecho de haber distinguido dos mundos no es más que una manera de expresar el rechazo a la vida, el miedo a la misma, inventando la idea de que existe otra vida mejor que esta.

Esta creencia refleja la cobardía, la debilidad de los filósofos anteriores que han despreciado el valor de los sentidos y el valor de la vida en su aspecto trágico; esos filósofos que representan una moral de esclavos.

La vida es placer y dolor, alegría y sufrimiento. Pero el artista trágico, el nuevo filósofo que se basa en la voluntad de poder para crear nuevos valores aferrados a la vida, ese filósofo que ama tanto la vida que desea volver a vivirla eternamente, ese artista trágico es el filósofo que representa la moral del señor, ese filósofo dionisíaco, fuerte y valiente para afrontar con vitalidad la vida incluso en su aspecto más trágico.

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