Nietzsche: Voluntad de Poder, Vida Ascendente y Decadencia en la Cultura Occidental

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La Filosofía de la Sospecha

Se suele considerar que Nietzsche, junto con Marx y Freud, es uno de los filósofos de la sospecha, un crítico de la cultura occidental en la medida en que todos ellos representan una voz discordante dentro de un siglo autosatisfecho en el que los avances técnicos y/o científicos habían imbuido a los hombres la idea de que el progreso guía sus pasos. Pero, en concreto, Nietzsche sospechó que detrás de las distintas manifestaciones culturales se esconde, no la verdad fruto de una razón neutral y desinteresada, sino las fuerzas instintivas, vitales (voluntad de poder), que nos imponen cierta valoración de la vida. De hecho, la crítica de Nietzsche a la cultura occidental se realiza desde la óptica de la vida: Nietzsche calificará como sana o enferma una religión, una filosofía, una moral…, según afirme o niegue la vida.

La Vida como Voluntad de Poder

Pero ¿qué entiende Nietzsche por vida? En primer lugar, vamos a explicar lo que Nietzsche entiende por vida. Para Nietzsche, la vida es básicamente voluntad de poder. La voluntad de poder es una fuerza vital, una energía primaria de carácter no consciente de todo lo viviente por superarse, por crecer y autoafirmarse. Podríamos decir que es como el bíceps, el músculo de la vida, y puede manifestarse de diferentes maneras. Así, es la misma energía, fuerza, la que se manifiesta en las producciones científicas e intelectuales, en el acto sexual, en la crueldad, en las producciones de valores morales… Así, la voluntad de poder tendría como objetivo la elevación de la vida (vida ascendente), es decir, la potenciación de los instintos, la búsqueda del riesgo y del peligro como muestra de una enorme confianza en uno mismo, de superación, aunque esto conlleve dolor y sufrimiento. Por tanto, son ingredientes de la vida no sólo el nacimiento, la creación y el disfrute, sino también el dolor y la destrucción. Vida y sufrimiento, vida y muerte forman una unidad inseparable. Nietzsche llega a comparar la vida con los dolores de una parturienta, en el que el dolor y la creación de algo nuevo van siempre unidos.

El Sentimiento Trágico o Dionisíaco de la Vida

Este sí a la vida, incluso con sus problemas más duros, es lo que Nietzsche llamaba sentimiento trágico o dionisíaco de la vida (en honor al Dios Dionisos) y que constituiría la verdadera alma de los antiguos griegos. En las fiestas y orgías sexuales dedicadas a este Dios, celebraría el griego la vida y la exaltaría junto con el dolor que siempre le acompaña y del cual nace. De este mismo sentimiento dionisíaco nacerían las Tragedias Griegas, en las que los héroes sufren un destino cruel, sin negar por ello la vida.

La Decadencia y el Nihilismo

Sin embargo, en el ser humano, esta voluntad puede enfermar, se debilitan entonces los instintos e impulsos vitales del individuo. Así, a una voluntad de poder enferma, débil, le corresponde una vida débil, una vida descendente, es decir, aparece el cansancio, el hastío, ya no se busca crecer, los obstáculos como forma de superarnos y autoafirmarnos, sino que se busca la paz, el descanso o la felicidad eterna en un más allá inventado. Acaba por negarse la vida y la voluntad de poder se convierte en una voluntad que quiere la nada, la otra vida, la quietud. Nietzsche llama a esta actitud negativa ante la vida decadencia, o lo que es lo mismo Nihilismo (Nihil = nada).

La Cultura Occidental como Cultura Decadente

Esta enfermedad es la que sufre nuestra cultura, es decir, la cultura occidental es una cultura decadente, nihilista. El primer tipo de decadente es, pues, el hombre moderno, que Nietzsche llamará el último hombre, y que quizá equivaldría a lo que hoy se conoce como el hombre masa.

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