El Novecentismo: una nueva estética literaria
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Con el nombre de Novecentismo o Generación de 1914 se designa a un grupo de escritores situados entre la Generación del 98 y la del 27. Con el término Novecentismo se alude a una característica fundamental de este grupo de escritores: su deseo de renovación estética, creando una literatura propia del Novecientos, es decir del siglo XX.
Los principales rasgos que los definen como generación son:
- Buscan un arte puro, basado en la serenidad y el equilibrio y cuyo único objetivo es el placer estético.
- Tienen un gran rigor conceptual y precisión de ideas. Buscan un arte intelectual, dirigido a la inteligencia y no al corazón.
- En la poesía, huyen del sentimentalismo romántico y de los adornos modernistas.
- En la novela, desprecian el Realismo, ya que no debe confundirse el arte con la vida. Por lo tanto, el argumento ya no es fundamental, sino que importan más los valores artísticos de la novela, como la construcción y el estilo, que proporcionan placer estético sólo a un público sensible y minoritario.
GABRIEL MIRÓ
Miró escribe una novela lírica, donde la acción o el argumento apenas interesan; adquieren, sin embargo, gran importancia las sensaciones, sentimientos y estados de ánimo de los personajes, que son minuciosamente descritos. El estilo está muy elaborado. Sus novelas son prosa poética; hay intenso lirismo, intimismo y elementos autobiográficos.
Sus novelas más destacadas son:
- Las cerezas del cementerio (1910), que habla sobre los amores de un joven abúlico.
- Nuestro padre san Daniel (1921) y El obispo leproso (1926), que hablan sobre la intolerancia religiosa de los habitantes de una ciudad.
ORTEGA Y GASSET
Este filósofo español se convirtió en el gran ideólogo de los novecentistas, a los que fue dirigiendo a través de los ensayos que trataban temas literarios. Así, en La deshumanización del arte (1925) y en Ideas sobre la novela (1925) expone sus ideas estéticas sobre la literatura, que se pueden resumir en la idea de que el arte del siglo XX es un arte puro, en el que cuentan más las cualidades formales de la obra que lo que tenga de humano o real; la pura emoción estética ha de prevalecer sobre las emociones humanas.
En cuanto a la novela, el interés tradicional por un argumento humano, reflejo de realidades sociales, debe dejar paso a otros valores más adecuados para proporcionar al lector placer estético, como el uso de elementos intelectuales o imaginativos.