La Novela del Siglo XX: Características y Transformación

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Lucrecio Serrano

El héroe monolítico, potente, se descompone. Se diluye en la colectividad. Los pequeños “dioses” que entendíamos como héroes desaparecen.

El realismo objetivo es sustituido por el subjetivismo. El narrador omnipresente y omnisciente se desvitaliza a favor de un narrador ausente. Se trata de desvitalizar la acción del narrador y vitalizar la función del lector.

El cronotopo es sometido a una permanente dislocación. Se quiebra la disposición, incluso se convierte en tema obsesivo del escritor. Lo que atrapa la atención del escritor del siglo XX es saber que se puede contar las cosas jugando con el tiempo y el espacio; no es necesario que tenga una estructura biológica de nacimiento-crecimiento-muerte. Puede ser caótica y empezar por el final, por ejemplo. Un caso es Rayuela, cuyo primer capítulo es el último que se escribe.

El punto de vista del narrador, su focalización, queda muy limitado hasta llegar a recabar la implicación del lector. Esto lleva a que el lector se termine sintiendo casi autor.

Con frecuencia, la novela del siglo XX se convierte en un instrumento de propaganda. No quiere decir que intente imponer nada, sino que es la comprobación de unas ideas o doctrinas. A diferencia del siglo XIX, más que imponer ideas, se exponen para que el lector recoja lo que quiera. Es un eje reflexivo.

La experimentación alcanza no solo al lenguaje, sino a la propia naturaleza de la novela. Significa que, si en el siglo XIX se cifra un perfil de lenguaje muy concreto en cada autor, ahora afecta al propio concepto de novela. Incluso aparece la contra-novela, es decir, puede ser una novela que no tenga composición, que no tenga un planteamiento de clímax y anticlímax, con una estructura de múltiples variantes y poliédrica. Ya no hay una composición nítida, no pretende ser escuela de vida, sino enigma de mundo.

Ortega y Gasset

Novela hermética. Tiene que ser de estructura total, un orbe completo, para captar la atención del lector. Además, tiene que ser permeable a todos los géneros. Woolf también dice “mi novela no tiene tema”.

  • Importancia a la forma. Conceder importancia a la forma literaria sin caer en excesos. No acierta mucho en su época, pero sí que se puede aplicar a la actualidad. La de finales del siglo XX, principios del siglo XXI, se cuentan historias con un marco psicológico y una trama cerrada. No se cuenta como en el siglo XIX.
  • No alusiva. Tiene que ser una novela que ofrezca presencias. No decir lo que hacen los personajes, sino dejar que lo veamos con nuestros propios ojos.
  • Ritmo interior. En el que la acción no sea lo más importante. En la novela clásica, la acción es fundamental y se explora el ser humano en su condición.

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