La Obra Social y Política de Miguel Hernández

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Miguel Hernández: Poeta entre Generaciones

De Miguel Hernández se ha dicho que, por edad, pertenece a la Generación del 36; sin embargo, su trayectoria poética y sus relaciones con los mejores representantes de la Generación del 27 permiten incluirlo en esta última.

Su obra actúa como eslabón entre la Generación del 27 y los poetas de la postguerra, dando los primeros pasos para la llamada poesía social.

En esta poesía social se inscriben libros como Viento del pueblo, El hombre acecha y Cancionero y romancero de ausencias. Son las obras más representativas en su vertiente social y política. En ellas encontramos al hombre-poeta y su voluntad transformadora de la sociedad, y la poesía como testimonio y denuncia de la injusticia social.

Compromiso Social y Político

En 1934 toma voz propia y definitiva su canto poético. El detonante será el contacto con la intelectualidad madrileña con la que entabla amistad a raíz de su segundo viaje a Madrid.

Su primer compromiso social es junto a Enrique Azcoaga, a quien acompaña en alto índice de analfabetismo. La educación y la cultura son los años en que, de la mano de Altolaguirre, publica El rayo que no cesa.

Su compromiso político se inicia con el estallido de la Guerra Civil en 1936. Entra a formar parte del Batallón del Quinto Regimiento con la clara intención de seguir defendiendo la victoria de la República.

Después de diferentes destinos activos en la contienda, en 1937 es trasladado a Andalucía, desde donde divulgará la poesía a través de los altavoces. Dirigía el periódico "Frente Sur" y publica Viento del pueblo.

Su voz proclama el patriotismo, la libertad y la justicia, ataca a los opresores y se lamenta de las víctimas de estos.

Poesía de Guerra y Compromiso

Hay una triple tonalidad en esta poesía de guerra. "Rosario Dinamitera" o "El sudor" son poemas acerca de la euforia por la patria, mientras que la queja por quienes sufren se recoge en "Aceituneros" y "El niño yuntero".

En este tipo de poesía, el poeta pendula entre el yo lírico singular y un yo épico plural. Miguel Hernández se identifica con el colectivo de los trabajadores, se siente igual que ellos. Los versos de "El niño yuntero" lo certifican: "me duele este niño hambriento cómo una grandiosa espina".

El hombre acecha: La Desconfianza

El segundo testimonio del compromiso sociopolítico de nuestro vate viene testificado en El hombre acecha, un poemario más homogéneo.

La fuerte tonalidad combativa del anterior libro se atempera en este ante el espectáculo de miles de muertos, cárceles y heridos. El lenguaje es más sobrio, menos retórico, desconfía de su misma especie, del propio hombre.

Este poemario arranca con "Canción primera" y la terrible afirmación: "El hombre acecha al hombre".

Cancionero y romancero de ausencias: El Cautiverio

Cancionero y romancero de ausencias podría considerarse como la tercera entrega de signo social, si tenemos en cuenta que fue creado durante el cautiverio carcelario.

Se siente vencido igual que su pueblo, lamenta el destino de la cárcel y la muerte. La guerra es vista como "un fantasma de estandarte, una bandera quimérico".

Legado y Relevancia

El crítico Manuel Durán dice que la posición poética de Miguel Hernández resulta ser en realidad el gran puente entre los años treinta y la épica de la postguerra en España.

Ha sido el precursor de la poesía existencial de Dámaso Alonso y la poesía social de Blas de Otero.

Habiendo vivido plenamente los años de la guerra y la tragedia de la postguerra, pudo expresar la desesperación que sigue siendo uno de los grandes polos de la poesía de hoy.

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