Obras Maestras del Arte Español: Goya y Picasso

Clasificado en Plástica y Educación Artística

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La Condesa de Chinchón de Goya

Año: 1800
Técnica: Óleo sobre lienzo sin forrar
Dimensiones: 216 x 144 cm

El retrato de la Condesa de Chinchón es posiblemente el más bello y delicado de los pintados por Goya. Quizá motivado por el conocimiento de la modelo desde que era pequeña, ya que María Teresa de Borbón y Vallábriga era la hija menor del infante don Luis, el primer mecenas del maestro. Goya sentía gran aprecio y cariño por la joven, casada por intereses varios con Manuel Godoy, el poderoso valido de Carlos IV.

La Condesa tiene 21 años, después de tres años de matrimonio, y se presenta embarazada de su hija María Teresa. Está sentada en un sillón de época y lleva una corona de espigas en la cabeza —símbolo de su preñez— y un anillo con camafeo en el que se intuye el busto de su marido.

La luz ilumina plenamente la delicada figura, resbalando sobre el traje de tonos claros, creando un especial efecto atmosférico que recuerda a las últimas obras de Velázquez. A su alrededor no hay elementos que aludan a la estancia, reforzando la idea de soledad que expresa el bello rostro de la joven. Y es que Goya concentra toda su atención en el carácter tímido y ausente de María Teresa, animando al espectador a admirarla de la misma manera que hacía él mismo.

La factura empleada es cada vez más suelta, formando los volúmenes con manchas de luz y color, como observamos en las rodillas que se intuyen bajo el vestido. No debemos olvidar la importante base de dibujo, especialmente en el rostro. La gama de colores cálidos con la que trabaja otorga mayor delicadeza y elegancia a la figura que, al igual que el pintor, murió en el exilio, ambos en el año 1828. Sin duda, es una pieza clave en la producción del aragonés.

La Mujer en Azul de Picasso

Año: 1901
Técnica: Óleo sobre lienzo
Dimensiones: 133 x 100 cm
Ubicación: Museo Reina Sofía, Madrid

Pintado durante una de las dos breves temporadas en que el artista malagueño permaneció en Madrid, entre finales del siglo XIX y comienzos del XX, este lienzo posee una curiosa historia. Presentado por su autor a la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1901 y tras haber obtenido como único galardón una mención honorífica, Pablo Picasso optó por no pasar a recogerlo una vez finalizado el certamen.

Transcurrido el tiempo, al cabo de varias décadas, la pintura fue localizada y rescatada de su olvido por Enrique Lafuente Ferrari, director a partir de 1954 del entonces denominado Museo de Arte Contemporáneo, entrando así dicha pintura a formar parte de las colecciones estatales.

El gran novelista Pío Baroja relata magistralmente en sus memorias el ambiente y la época en que el pintor realizaba este tipo de retratos femeninos:

Pablo Picasso, cuando estuvo en Madrid, había tomado un estudio hacia la calle de Zurbano, y se dedicaba a pintar de memoria figuras de mujeres de aire parisiense, con la boca redonda y roja como una oblea. Picasso era tipo de mirada aguda, con una sonrisa irónica y burlona.

Precisamente una de las más bellas de esas figuras es sin duda esta anónima Mujer en azul, de ampulosa vestimenta y enigmáticos ojos.

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