Obras Maestras del Renacimiento: David de Donatello y El Nacimiento de Venus de Botticelli
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David de Donatello
En esta figura de bronce, Donatello representa un joven desnudo, de pie, con el pelo largo, con sombrero, y calzando botas hasta las rodillas. En la mano izquierda lleva una piedra con la que ha abatido a su enemigo, y en la derecha una espada con la que le ha cortado la cabeza. Su pierna derecha soporta el peso del cuerpo erguido, y la izquierda descansa sobre la cabeza de Goliat. Su desnudez permite apreciar con mayor claridad el suave modelado del cuerpo y el juego de curvas compositivas que dibujan su perfecta anatomía.
Para conseguirlo, estableció una hábil compensación de volúmenes a partir del contrapposto, que recrea la famosa curva praxiteliana. Así, mantiene erguido el torso mientras eleva la cadera derecha y flexiona la otra pierna. La sinuosidad de los contornos delicados se refuerza con la perfección anatómica de su musculatura, que imprime al personaje una sexualidad ambigua. Esta grácil actitud de reposo es magníficamente correspondida por su rostro, que transmite una sensación de serenidad debido a las estudiadas proporciones de sus facciones.
El Nacimiento de Venus de Botticelli
En el centro de la pintura se dibuja la imagen espiritual y bella de la diosa Venus desnuda sobre una concha marina. Su concepción anatómica revela un grado de idealización, tanto en las diferentes partes (cuello demasiado largo u hombros demasiado estrechos y caídos), como en la posición de equilibrio clásico en contrapposto.
La figura esbelta de Venus se establece como eje simétrico del triángulo compositivo imaginario que se forma a partir de las dos diagonales creadas por el resto de personajes y que tiene el vértice superior en la cabeza de la diosa. Los demás personajes, situados en los extremos, dirigen sus acciones directamente a Venus, y así compensan el espacio escénico y aportan un ritmo dinámico contrapuesto a la serenidad del personaje central.
Toda la escena se enmarca en un paisaje de naturaleza solitaria e ideal, acorde con la belleza armónica de la diosa. El dibujo lineal de los contornos, tanto en las figuras como en el paisaje, ayuda a distinguir con nitidez la figura del fondo, y estiliza y suaviza la forma. Con el mismo objetivo es tratada la luz, uniforme en casi toda la superficie, y los colores, dominados por una paleta clara y sin estridencias.