Optimización del Suelo y Fertilización en Jardines: Técnicas y Mejores Prácticas
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En términos generales, la realización de posibles enmiendas al suelo, para corregir alguna de sus características, es recomendable siempre como una intervención durante la preparación del suelo previa al establecimiento del jardín (época en la que no hay obstáculos que dificulten la operación).
En las zonas del jardín que no estén cubiertas de césped, las aportaciones de cualquier tipo de enmiendas pueden realizarse con criterios similares, con la ventaja, si el terreno se mantiene con labores manuales o mecánicas, de que la enmienda puede enterrarse a una cierta profundidad mediante una cava posterior al reparto; en estas situaciones puede recomendarse hacer la aportación a principios de otoño, y aprovechar la cava o labor para dejar el terreno acondicionado para el invierno. Sin embargo, si el suelo está acolchado, cualquiera que sea el tipo de material empleado, el reparto de enmiendas es inviable y, en caso de necesidad, tendría que hacerse antes de instalar el acolchado.
La fertilización debe ser acorde con las necesidades nutricionales específicas de las distintas especies y además hay que tener en cuenta el tipo de suelo, la meteorología, ciclo de la planta, prácticas de cultivo (cultivos ornamentales), la calidad del agua y manejo de los riegos, y por supuesto, la elección del tipo de abono.
En principio podemos separar lo que llamaríamos fertilización o abonado mineral normal, que incluye la aportación de "macronutrientes" o "macroelementos" (nitrógeno, fósforo, potasio y magnesio).
En condiciones normales y salvo casos muy específicos, en el mantenimiento de los jardines, parques y espacios verdes de cualquier tipo, puede considerarse que las máximas necesidades de nutrientes minerales son las de los céspedes como composiciones que sufren mayor desgaste, muy por encima de las que pueden manifestar los árboles, arbustos y plantas de flor. Aunque, como es lógico, en las aportaciones de mantenimiento se puede utilizar cualquier tipo de abono comercial, desde los abonos simples más frecuentes (superfosfatos de cal, sulfato ó cloruro potásico, sulfato amónico, nitrato amónico, urea, etc.)
Los abonos de liberación lenta son mezclas de abonos simples solubles que se presentan encapsulados o en tabletas, recubiertos con una capa de resinas orgánicas de grosor variable (o de otros materiales, tales como cerámica porosa, etc.)
Siempre que las aplicaciones se hagan a base de abonos simples o compuestos, pulverulentos o granulados, resulta conveniente fraccionar la aportación total en dos; la primera, a principios de primavera (marzo-abril) en la que se reparta el total de la fertilización fosfo-potásica, y el 60% de la nitrogenada, para que los elementos vegetales del jardín puedan afrontar la primavera y principios del verano, época de las máximas necesidades.
La segunda aportación, con el resto de la fertilización nitrogenada, debería repartirse a finales del verano (septiembre) antes de iniciarse la otoñada del jardín.