El Oráculo y la Profecía: Descifrando el Destino de Layo en Tebas

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La Desolación de Tebas

El duelo, arrancándose los cabellos, y la Enfermedad, que apenas sostiene su desfallecida cabeza, la Vejez, dura para sí misma, y el angustioso Miedo y la Peste, mal ansioso del pueblo de Ogiges. Me dejó el espíritu, ella misma, que había conocido los ritos y sortilegios del anciano, se quedó estupefacta. El intrépido padre, audaz por su desgracia, convoca al pueblo exangüe del fiero Dite.

La Invocación del Adivino

Al punto, como ligeras neblinas, revolotean y se arrastran los vientos por el cielo descubierto. No produce el Érix tantas hojas caducas, ni en medio de la primavera tantas flores el Hibla crea, cuando un denso enjambre se traba en apretado pelotón, y no rompe tantas olas el mar Jonio, ni tantas aves huyendo de las amenazas del helado Estrimón, cambian los inviernos y surcando el cielo las nieves árticas piensan en el tibio Nilo, cuantos pueblos hizo salir aquella voz del adivino. Con pavor las almas temblorosas intentan llegar a los escondrijos del umbroso bosque.

Las Sombras del Pasado

Emerge del suelo el primero, oprimiendo con su mano derecha a un feroz toro por los cuernos, Zeto, y sostiene con su mano izquierda la lira, el que arrastró las piedras con su dulce son, Anfión y, finalmente, en medio de sus hijos, la de Tántalo levanta soberbia la cabeza con solemne altanería y enumera las sombras. Se presenta una madre peor que ésta, la furibunda Ágave, a quien sigue toda la tropa que despedazó al rey. Y sigue a las bacantes el destrozado Penteo y todavía ahora mantiene, cruel, sus amenazas.

La Revelación de Layo

Finalmente, llamado a menudo, levantó la cabeza con vergüenza y se apartó lejos de toda la turba y se oculta a sí mismo (amenaza y redobla sus ruegos por la Estige el sacerdote, hasta que muestra al descubierto su rostro cubierto) Layo. Me atemorizo de hablar. Permaneció de pie, horripilante por la sangre derramada por sus miembros, con su escuálido cabello cubierto de espantosa suciedad, y habla con rostro crispado:

La Maldición de la Casa de Cadmo

''Oh, salvaje casa de Cadmo, siempre contenta por la sangre familiar, agita los tirsos, mejor con tu mano poseída destroza a tus hijos. El máximo crimen de Tebas es el amor materno. Patria, no por la ira de los dioses, sino que eres arrebatada por el crimen. No a ti con un grave soplo el Austro que trae aflicción, ni la tierra poco saciada por la lluvia del cielo te hace daño con su seco aliento, sino un rey sanguinario que con el precio del cruel asesinato ocupa el cetro y el tálamo nefando de su padre.

[Odiosa prole, pero, sin embargo, es peor como padre que como hijo, de nuevo grave para el infausto útero] y se ha llevado a sí mismo al comienzo y ha engendrado de nuevo de su madre un feto impío, lo que ni es costumbre para las fieras, él mismo engendró para sí sus hermanos. Es un mal intrincado, un monstruo más laberíntico que su Esfinge. A ti, a ti que en tu diestra ensangrentada llevas el cetro, a ti te acosaré como padre no vengado con toda la ciudad y conmigo arrastraré a la Erinis cabecilla de tu tálamo, las arrastraré crujiendo sus látigos, derrumbaré la casa incestuosa y arrasaré los penates con el impío Marte.

La Solución y el Castigo

Por tanto, expulsad cuanto antes al rey de las fronteras, como cualquier exiliado. Que abandone el suelo con su paso funesto, reverdeciendo con florida primavera recobrará las hierbas, se dará al espíritu aires puros de vitalidad, vendrá también la hermosura para las selvas. La Ruina, la Peste, la Muerte, el Sufrimiento, la Podredumbre, el Dolor, cortejo digno de aquél, se irán al mismo tiempo. Y él mismo querrá escapar de nuestros hogares con rápidos pasos, pero pondré pesadas demoras a sus pasos y lo retendré: se arrastrará inseguro del camino, tanteando su triste camino con un bastón de anciano. Arrebatadle las tierras, como su padre, yo le quitaré el cielo.''

La Reacción de Edipo y Creonte

OE: Un estremecimiento me ha invadido los huesos y los miembros: todo lo que yo temía hacer, soy acusado de haberlo hecho. Mérope unida a Pólibo niega la impiedad de una relación conyugal. Absuelve mis manos Pólibo a salvo. Cada uno de mis padres me defienden del asesinato y del incesto. ¿Qué lugar queda para la culpa? Tebas gime la pérdida de Layo mucho antes de que tocara con mi paso los lugares beocios. ¿Acaso se equivoca el anciano o la divinidad es funesta para Tebas? Ya, ya tengo a los cómplices del astuto engaño. Miente el adivino poniendo a los dioses por delante de este engaño y a ti te promete mi cetro.

CR: ¿Acaso yo querría que se expulsara del reino a mi hermana? Si a mí la sagrada fidelidad al hogar familiar no me mantuviera firme en mi puesto, sin embargo, la propia fortuna me espantaría siempre dispuesta demasiado. Que se te permita a ti librarte con seguridad de esta carga, y que no te oprima al retirarte. Ya tu te colocarás más seguro en un lugar más humilde.

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