La Oratoria Romana: Maestros de la Elocuencia y su Legado Histórico
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La Oratoria en la Antigua Roma
La oratoria, o arte de hablar con elocuencia, busca convencer por medio de la palabra.
En la Antigua Roma, la oratoria fue un instrumento muy valioso para influir sobre la opinión pública en la lucha política. Además, era un recurso imprescindible en las causas judiciales. Por ello, fue fundamental en la educación de los jóvenes romanos que aspiraban a la carrera pública o a la actividad forense. También se convirtió en un espectáculo favorito para el hombre común, quien acudía al Foro para escuchar a los oradores y abogados y aprender de ellos.
Tipos de Oratoria Romana
Se distinguían principalmente dos tipos:
- Oratoria política: Aquella que pretendía atraer a los ciudadanos a una determinada opción política.
- Oratoria forense: Relacionada con la práctica de la abogacía y los tribunales.
Con la llegada del poder imperial, la oratoria perdió su importancia política, quedando relegada principalmente como una actividad de las escuelas.
Grandes Oradores Romanos
Marco Tulio Cicerón
Marco Tulio Cicerón (106-43 a.C.) nació en Arpino. Dedicó su actividad principalmente a la carrera política y forense, en las que destacó gracias a su gran elocuencia. Fue contemporáneo de César, por lo que vivió el difícil período de las luchas civiles de finales de la República. Tuvo una gran reputación como abogado y llegó a ser elegido cónsul. En la guerra civil entre César y Pompeyo, Cicerón apoyó a Pompeyo; tras la victoria de César, este lo perdonó, pero Cicerón había perdido ya toda su influencia. El asesinato de César le llenó de alegría, creyéndose otra vez a la cabeza del Estado, pero cuando Antonio y Octavio se unieron, Cicerón fue proscrito y murió en su huida.
Obras de Cicerón
Cicerón escribió una vasta producción literaria que hoy clasificamos en cuatro grupos principales:
Discursos
Es el mayor representante de los oradores romanos. Cicerón supo aunar todas las técnicas oratorias y adaptarse a las circunstancias. Sus discursos se pueden dividir en:
- Judiciales: Pronunciados ante un tribunal, como defensor o como acusador.
- Políticos: Pronunciados en el Senado o en el Foro.
Algunos de sus discursos más importantes son:
- Las Catilinarias: En estos cuatro discursos, Cicerón critica a Catilina, quien tramaba una conjuración para hacerse con el poder, lo que le traería una gran gloria.
- Pro Archia Poeta: Mientras defiende al poeta griego Arquías, Cicerón hace un elogio de las letras y de la poesía.
- Las Filípicas: Catorce discursos contra Marco Antonio, considerados por muchos como sus mejores piezas oratorias.
Obras Retóricas
También escribió las mejores obras sobre retórica, donde la teoría y la práctica se funden. Algunas de estas son:
- Brutus: Una historia de la elocuencia en Roma, desde sus inicios hasta su propia época.
- De Oratore y Orator: Tratados sobre la formación del orador y la técnica del discurso.
En estas obras, Cicerón postula que el perfecto orador debe poseer disposición natural, cultura profunda y conocimientos de técnica discursiva. Se cuidaba cada detalle, desde el tono de voz hasta los gestos e inflexiones realizados durante el discurso.
Obras Filosóficas y Cartas
Cicerón también escribió importantes obras filosóficas y cartas, que ofrecen una valiosa perspectiva de su pensamiento y de la época.
Marco Fabio Quintiliano
Marco Fabio Quintiliano nació en la Hispania Tarraconense durante la época imperial. Llegó a Roma, donde se convirtió en un abogado famoso y abrió una escuela de retórica, cobrando por sus enseñanzas. El emperador Domiciano le confió la educación de sus sobrinos, y Trajano le honró con su amistad.
Obras de Quintiliano
Su obra principal, De institutione oratoria, es un tratado en doce libros acerca de la formación del orador. Refleja su vasta experiencia en la práctica judicial y como rhetor (profesor de retórica). En ella, une moral y elocuencia. Su entusiasmo como profesor de retórica le impidió ver que la decadencia de la oratoria obedecía a causas sociales y políticas contra las que no podía luchar.
Al igual que Cicerón, Quintiliano exige al orador una vasta cultura. Su objetivo era enseñar cosas útiles para la vida profesional. Era partidario del esfuerzo continuo, regular y progresivo, desde la infancia. Se preocupaba mucho por la moral y recomendaba una elocuencia natural sin adornos.