La Oratoria Romana: De la República al Imperio

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La Oratoria Romana

Elocuencia, Oratoria y Retórica

En la acción política y jurídica, ante la asamblea o ante el tribunal, ha sido siempre de suma importancia el arte de la oratoria, de la elocuencia, concebida como el arte de hablar bien, con corrección y, sobre todo, de manera persuasiva y convincente. La retórica es, por otra parte, el arte teórico del discurso, del hablar para persuadir, la oratoria reducida a un sistema susceptible de ser enseñado.

La Oratoria Romana anterior a Cicerón

La Roma primitiva era, por su sistema judicial y político, basado en asambleas, terreno apto para valorar la importancia de la oratoria; se añadiría a ello la vieja costumbre romana de la laudatio funebris, elogio de las virtudes y hazañas de un personaje tras su muerte. En este panorama, la oratoria era un medio de hacer prevalecer la propia opinión ante los tribunales o ante las asambleas; de ahí al hecho puramente literario de la publicación de los discursos solo había un paso.

El Discurso

Atendiendo a la finalidad práctica se establecen tres géneros del discurso:

  • Genus demonstrativum: alaba o censura ciertos asuntos o personas.
  • Genus deliberativum: trata de lo útil o lo pernicioso.
  • Genus iudiciale: se refiere a lo justo o lo injusto, lo verdadero o lo falso, y el criterio de argumentación es el derecho.

Las partes del discurso (las partes de que debe constar) son:

  • Exordium: introducción para atraer la atención del público y hacerlo benévolo.
  • Narratio: breve explicación al público del asunto que se va a tratar.
  • Argumentatio: desarrollo de los argumentos favorables y refutación de los argumentos contrarios.
  • Peroratio: resumen del discurso y búsqueda del favor del público.

La Oratoria en Época Clásica: Cicerón

Recibió la educación más completa, en Roma y en Grecia. Alumno de los más célebres oradores y juristas de la época, pronunció sus primeros discursos judiciales después del triunfo político de Sila. Fue elegido cuestor en 76 a. C. y ejerció este cargo en Sicilia, donde tuvo ocasión de defender a los sicilianos contra las exacciones y robos cometidos por Verres en la isla (Discursos de las Verrinas). Sigue el cursus honorum: fue edil, pretor y cónsul. Su consulado está marcado por su acción y éxito contra la conjuración de Catilina (Discursos de las Catilinarias).

Pero el clima político en Roma se ensombrece y pronto la ambición de los candidatos al poder personal va a hacer nacer las luchas fratricidas que anuncian el fin cercano de la República. En el año 58 a. C., un tribuno de la plebe hace votar una ley contra Cicerón, el cual considera prudente exiliarse. Sus bienes son confiscados. En 52 a. C. vuelve a Roma ayudado por Milón.

Se agudiza la rivalidad entre César y Pompeyo. Cicerón toma el partido de Pompeyo, que es el del Senado y la aristocracia. Derrotado Pompeyo, Cicerón se retira de la vida política, después de haber sido perdonado por César. En su retiro se dedica a las letras y a la filosofía. Pero después del asesinato vuelve a la acción. Se enfrenta al poderoso triunviro Marco Antonio, contra el que pronuncia catorce discursos, de extrema violencia, a los que denomina Filípicas. Cicerón paga con su vida este error político y cae asesinado en 43 a. C.

Marco Tulio Cicerón es el máximo exponente de la oratoria romana tanto en lo que se refiere a la práctica como a la teoría, aspecto este que expuso en tres obras: Brutus, De oratore y Orator.

El Brutus es una obra dialogada entre Cicerón, su amigo Ático y el más joven Bruto; en ella tenemos una historia de la elocuencia romana gracias a la que conservamos noticias sobre sus antecesores. Cicerón expone también en esta obra su opinión acerca de cuál es el estilo adecuado a la oratoria. En el siglo I a. C. tres escuelas llenaron el panorama de la oratoria romana: la aticista, de estilo sobrio y mesurado; la asiática, llena de artificios estilísticos, seguía a las escuelas del Asia Menor; y la rodia, que pretendía un equilibrio entre las otras dos. Cicerón, que había reaccionado frente al estilo asiático de la generación anterior, es tildado de pomposo por los más jóvenes, entre ellos Bruto, que tendían al estilo ático; por el contrario, Cicerón, que prefería el estilo intermedio, exigía del orador el dominio de los tres estilos.

Por lo que se refiere a los discursos de Cicerón, pueden clasificarse en judiciales y políticos según fueran pronunciados ante un tribunal o ante el Senado o el pueblo.

Oratoria en Época Imperial: Quintiliano

Al desaparecer la libertad política, la oratoria desaparece de la vida pública, se retira a las escuelas de retórica y se convierte en un ejercicio cada vez más artificioso. La única elocuencia son los panegíricos dedicados a los emperadores.

A finales del siglo I d. C., Marco Fabio Quintiliano, en su tratado de retórica Institutio oratoria, vuelve al modelo clásico ciceroniano y se preocupa de la formación del orador, de su completa educación e instrucción.

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