Oxidación en metales: efecto del oxígeno y la temperatura

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La oxidación es el efecto producido por el oxígeno en la superficie del metal y se acentúa al aumentar la temperatura. La oxidación directa, sin intervención del calor, aparece en casi todos los metales por dos causas: por la acción del oxígeno en estado atómico y por la menor estabilidad de los átomos superficiales del metal. Sin embargo, esta oxidación directa es muy débil. La finísima capa de película de óxido que se forma en la superficie, cuyo espesor, a veces, no es mayor al de una molécula, impide el contacto del resto de la masa metálica con el oxígeno atmosférico, evitando que la oxidación progrese.

Ahora bien, si la temperatura se eleva, la oxidación puede incrementarse por un fenómeno de doble difusión. Por una parte, los átomos de oxígeno exterior pasan a través de la capa de óxido y atacan al interior del metal; por otra parte, los átomos del metal se difunden a través de la capa de óxido y son atacados al llegar a la superficie. La película de óxido, por tanto, aumenta por sus dos caras. A medida que aumenta el espesor de la película, también aumenta la dificultad de difusión, hasta que al llegar a un determinado grosor se detiene y, por tanto, cesa también la oxidación. El espesor de óxido necesario para que se produzca una acción protectora depende y varía mucho según la naturaleza del metal. Además, a medida que se eleva la temperatura, no solo facilita la reacción del oxígeno con el metal, sino que también aumenta la permeabilidad de la película de óxido.

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