Pablo Picasso: Evolución Artística y Legado en el Arte Moderno

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En 1906, Picasso conoce a Matisse. Estimulado por la exposición de escultura negra y por el estudio de los antiguos relieves ibéricos y del arte egipcio, reconoce un mundo de formas severas, independientes de la naturaleza. Ese mismo año, comienza, junto a la distorsión de la figura, la petrificación de los rostros y la esquematización arquitectónica de las figuras. Estaba naciendo el cubismo.

Con Las Señoritas de Avignon, rompe con el arte amable de Matisse y comienza su nueva andadura, donde fija los presupuestos del cubismo: descomposición de la figura por planos y formas geométricas, pérdida del volumen, etc. Obras clave de este periodo son Los tres músicos y Las tres bailarinas.

Al término de la Primera Guerra Mundial, la paz, un viaje a Italia y el contacto con los Ballets Rusos abren una etapa clásica. Es el momento creador de las máscaras, donde inmoviliza la expresión mientras se limita a apuntar las otras partes de la figura. En las danzas de los Ballets Rusos, estudia la esencia del movimiento, que le inspira pinturas de ritmos agitados.

A partir de 1925 se habla de una fase surrealista. En ella, la representación de lo onírico no deja de ser un ensayo, un intermedio. Su amor por la vida lo lleva hacia una representación inédita de la realidad en la que llega a inventar la anatomía, como se aprecia en La mujer sentada al borde del mar.

Para Picasso, la pintura es un conjunto de signos y la metamorfosis de las formas un lenguaje en el que se expresan las angustias de la época. Esta deformación se desenvuelve en los presupuestos del expresionismo. Hasta 1929 las metamorfosis se basan en curvas o elipses; de ese modo la figura humana se convierte en una estructura de trazos angulosos y agudos de una violencia que refleja un espíritu atormentado.

La Guerra Civil Española aumenta la tensión dolorosa de sus pinturas. Dos obras de 1937 señalan el clímax de un arte sobreexcitado: El Guernica y el desgarrador rostro de La mujer que llora. El dibujo destierra las curvas demasiado conciliadoras, los volúmenes son quebrados por coléricas deformaciones. Pocos son en estos años los gestos de esperanza.

La Segunda Guerra Mundial sigue pidiendo a Picasso símbolos de sufrimiento. Obras como Gato y pájaro o El cráneo de buey muestran soledad, muerte y desesperanza.

La segunda posguerra señala otro paréntesis de la tensión testimonial. Picasso llena las telas con balcones abiertos al azul mediterráneo, con palomas o temas pastorales. Las fábulas alegres sustituyen a los cráneos y las cabezas de toro.

En los años 50, la Guerra de Corea inicia una nueva fase expresionista con Matanza en Corea, que continúa en los 60 con la Serie de Las Meninas, contrapunto a las concepciones espaciales y humanísticas de Velázquez.

En resumen, la obra de Picasso es un símbolo de nuestra época. Aparte de Picasso, otros autores a destacar dentro del cubismo son Braque (El piano), Juan Gris (Place Ravignan) o María Blanchard.

El Expresionismo

La Primera Guerra Mundial provoca la sensación de hastío y amargura, y la necesidad de cambiar de vida. El expresionismo es un movimiento intenso que lo abarca todo, desde la pintura al cine, y que se desparramó por Europa Central antes, durante y después de la Primera Guerra Mundial. Es uno de los modos de percibir y representar el mundo circundante: la representación de la ciudad industrial, el esperanzador futuro de sus habitantes, y quizás por contraste una sensación de aislamiento individual y una nueva fascinación por la enfermedad y la muerte. Pero todo eso tenía que ser expresado de tal modo que comunicara una fuerte emoción. Esta supremacía de la emoción activa es la característica más evidente del expresionismo. La carga emocional de la obra adoptó dos formas. En primer lugar, se produjo una distorsión deliberada que utilizó los descubrimientos visuales de cubistas y futuristas, explotando su angulosidad, simultaneidad y la sensación de desintegración o movimiento para fines expresivos. Se tiende a evitar los colores brillantes y a usar sobre todo marrones y verdes, azules oscuros y rojos apagados. La pintura expresionista trata de provocar en el espectador un sentimiento de asombro, inquietud, a veces miedo y repulsión.

Se dan tres etapas:

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