El Periodo Sueco en la Guerra de los Treinta Años: Crisis Imperial y Consecuencias
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El Periodo Sueco y la Crisis del Bando Imperial (1628-1634)
Una vez debilitada la posición del emperador, la diplomacia francesa explota el descontento católico, firma una alianza defensiva con Baviera y, como no puede intervenir directamente en la guerra, busca un nuevo enemigo para los Austrias. Richelieu, mediante una importante ayuda económica, acabó por convencer a Gustavo Adolfo de Suecia para intervenir en el Imperio.
Motivaciones de la Intervención Sueca
Las razones que motivaron esta intervención fueron de índole económica: la expansión de Fernando II en la Europa del norte podía constituir un serio obstáculo a la política sueca de predominio del Báltico. Además, motivos religiosos llevaron al ferviente luterano Gustavo Adolfo a encabezar una cruzada evangélica a favor del protestantismo alemán, sirviendo de cobertura propagandística para el intervencionismo sueco. Disponía de un excelente ejército, bien armado y adiestrado, y contaba con los sustanciosos ingresos aduaneros del Sund. Tras el tratado de Barwalde (1631), por el que Luis XIII de Francia otorgaba un subsidio anual de un millón de libras a Suecia, ésta se lanza junto con Sajonia y Essen contra las tropas de la Liga.
El Ascenso y Caída de Gustavo Adolfo
En 1631 vence a las tropas imperiales en Breitenfeld. El rey sueco Gustavo Adolfo pasa a ser conocido como “el león del Norte” y todos le temen, incluso Francia, que se ve obligada a defender Lorena porque sus ejércitos se aproximan. Ante el peligro de la presencia de las tropas suecas en el sur de Alemania, el emperador Fernando vuelve a llamar a Wallenstein, el cual atacó en Sajonia a Gustavo Adolfo (batalla de Lützen, 1632). La batalla, aunque indecisa, terminó con la muerte del rey sueco y, aunque su canciller Oxenstierna continuó la política del monarca con una Liga germánica pro-sueca, su posición se debilitó y la coalición protestante se fue disolviendo.
La Destitución y Muerte de Wallenstein
En el campo católico, Wallenstein no aprovecha la muerte de Gustavo Adolfo para iniciar las negociaciones, por ello se le acusa de querer la corona de Bohemia, de desobediencia al emperador y de traición. Es destituido y finalmente asesinado por sus oficiales (1634). Las tropas de Wallenstein, puestas ahora bajo la dirección imperial, se unen a los ejércitos bávaro y español bajo el mando del cardenal infante, don Fernando, hermano de Felipe IV, y obtienen una aplastante victoria en Nördlingen sobre los suecos (5 de septiembre de 1634).
La Paz de Praga y sus Limitaciones
En el Imperio parece llegar la paz. Los aliados alemanes de los suecos anularon sus alianzas y pactaron en Praga la paz con el emperador (1635), que busca la unión de los alemanes ante cualquier intervención extranjera. Se abandona el edicto de Restitución y se dejan las posiciones católicas y luteranas como estaban en la paz de Augsburgo, se decreta una amnistía general y se prohíbe la existencia de Ligas y ejércitos privados. Los príncipes alemanes quisieron elevar la paz de Praga a acuerdo general ante los sufrimientos padecidos por Alemania, lograr la reconciliación nacional, pero los intereses exteriores prolongarán el conflicto aún 13 años más. España y Francia no están de acuerdo con el resultado.
Consecuencias Demográficas y Morales
Al final del conflicto, Alemania había pasado de 16 a 10 millones de habitantes (en 30 años). El despoblamiento y la destrucción son muy graves y se producirán emigraciones masivas y grandes desigualdades entre los territorios. Además, la población sufrirá una conmoción moral, hay olas de inmoralidad, de brujería, se produce lo que algunos autores llaman un “desmoronamiento espiritual”.