Placer, Realidad y Pulsiones: Claves del Psicoanálisis Freudiano

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Más Allá del Placer: Repetición y Obsesión

La repetición puede sustituir al placer. Cuando nuestra conducta se vuelve repetitiva, obtenemos un cierto placer —o una cantidad de placer— que proporciona estabilidad. Esto puede llevarnos a no percibir la tensión subyacente, haciendo que vivamos más allá del principio de placer. En este estado, el placer derivado de la repetición se transforma en una obsesión, precisamente por su capacidad de enmascarar la tensión.

El Principio de Realidad y la Autoconservación

La realidad se presenta con omnipotencia. Aunque intentemos comprender cómo son las cosas, nunca alcanzaremos una comprensión total. En este contexto, lo que impera es el principio de realidad. Nuestra relación con la realidad no es de armonía, sino de enfrentamiento. Este enfrentamiento surge de nuestra incapacidad para eludir el principio de autoconservación.

Aquí reside una paradoja fundamental: estamos vivos sin haberlo elegido y, sin embargo, estamos irremediablemente obligados a sobrevivir por nuestros propios medios desde el primer momento. Por lo tanto, la base del principio de realidad es, en esencia, el principio de autoconservación.

La Perspectiva Freudiana: Organismo, Especie, Eros y Thánatos

Freud concibe al ser humano desde una doble perspectiva:

  • Sentido biológico: Como un organismo. Explica la vida como un proceso evolutivo y, paradójicamente, cíclico.
  • Sentido psicológico: Como especie humana. Desde esta óptica, la conservación de la especie, representada por Eros (el principio del amor o pulsión de vida), solo es posible bajo la condición de la existencia de Thánatos (la pulsión de muerte).

La vida, en su nivel más profundo, podría entenderse como la repetición de un estado anterior de existencia: un ciclo donde un organismo, al morir, vuelve a un estado inorgánico o posibilita el nacimiento de otro.

El Organismo y la Gestión de la Energía Psíquica

El organismo, entendido como el ser humano biológico, posee una carga de energía propia. Su función primordial es mantener esta energía en un nivel constante, proporcional a su estado natural. Sin embargo, el mundo exterior actúa constantemente como una fuerza opuesta, intentando desbordar o desequilibrar la energía del organismo.

Por ello, una tarea fundamental consiste en conservar esta energía y, al mismo tiempo, liberarnos de los excesos. Esto implica trazar una línea divisoria, una barrera protectora, entre el mundo exterior y el ser humano consciente.

Amor, Muerte, Energía y el Riesgo del Narcisismo

La realidad engloba tanto el principio del amor (Eros) como el de la muerte (Thánatos). Ante la certeza ineludible de nuestra finitud, nos reconocemos como seres condicionados. Esta condición nos impulsa a recurrir al amor como el verdadero principio para la conservación de la energía vital, entendiendo por energía aquello que sustenta la vida misma.

No obstante, la energía y su ausencia presentan una dualidad:

  • Síntoma: La falta de energía revela nuestra condición efímera, nuestra incapacidad de permanecer indefinidamente en el tiempo.
  • Remedio: Reconocer la pérdida de energía es, paradójicamente, una forma de conservarla, ya que nos impulsa a intentar mantenerla.

Surge otra paradoja cuando el objeto del amor se desvía. Si el objetivo primordial deja de ser la conservación de la energía vital (y, por extensión, de la especie) y pasa a ser la conservación exclusiva de uno mismo, caemos en el narcisismo. El narcisismo ocurre cuando el individuo se convierte en el objeto de su propio amor. En este caso, opera únicamente el principio de autoconservación, a menudo de forma extrema.

Sin embargo, lo verdaderamente necesario es comprender el amor (Eros) como la fuerza que asegura la conservación de la especie y, consecuentemente, del entorno que habitamos.

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