Plauto: Vida, Obra e Influencia en la Comedia Universal

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Plauto:

Tito Maccio Plauto (Titus Maccius Plautus) nació a mediados del siglo III a. C. (254 a.C.) en Sársina, en la Umbría, región que había sido recientemente sometida por los romanos, por lo que se hallaba poco latinizada. Plauto debió de llegar muy joven a Roma, a juzgar por la pureza de su lenguaje. Obtuvo beneficios en empresas teatrales, pero se arruinó en el comercio marítimo. Tras un período de dura miseria, triunfó en la escena con sus comedias, y murió ya anciano, a comienzos del siglo II a.C. (184 a.C.).

Obra

El período de gran actividad parece haber sido el comprendido entre 200–190 a.C., inmediatamente después de la Segunda Guerra Púnica.
Se le atribuían 130 obras, de las cuales sólo había unanimidad acerca de la autenticidad de 21, que, a excepción de una, la Vidularia, son las que nos han llegado a nosotros:
  • Amphitryon (“Anfitrión”)
  • Asinaria (“Comedia del asno”)
  • Aulularia (“Comedia de la olla de oro”)
  • Bacchides (“Las dos hermanas Bacchis”)
  • Captivi (“Los prisioneros”)
  • Casina (“Comedia de los que echan a suertes”)
  • Cistellaria (“Comedia del cofrecillo”)
  • Curculio (“El gorgojo”)
  • Epidicus (nombre de un esclavo)
  • Menaechmi (“Los hermanos Menecmo”)
  • Mercator (“El mercader”)
  • Miles gloriosus (“El soldado fanfarrón”)
  • Mostellaria (“Comedia de los fantasmas”)
  • Persa (“El persa”)
  • Poenulus (“El cartaginesillo”)
  • Pseudolus (nombre de un esclavo)
  • Trinummus (“Comedia de las tres monedas”)
  • Truculentus (“El grosero”)
  • Rudens (“La soga”)
  • Stichus (nombre de un esclavo)
La más antigua es Los Menaechmi; las más recientes, Las Bacchides, El Truculentus y La Casina.

Imitación y originalidad

Las obras están tomadas de los autores griegos de la Comedia Media, como Antífanes, o Nueva, como Filemón, Dífilo, Menandro. Un tema general común dominaba en las obras de estos autores: un joven de buena familia, enamorado de una muchacha casi siempre de origen desconocido y esclava, la logra merced a las artes de un criado intrigante o gracias al súbito descubrimiento de que la joven es de cuna libre.

Pero Plauto se sirve de estas obras sólo como argumento para crear algo nuevo y propio. En él se aprecia la irrupción de lo romano, sobre todo en los dominios del derecho, de la religión y de la vida política. El elemento burlesco, la contaminación o amalgama de varios dramas con el propósito de amontonar determinadas escenas efectistas, el papel de los esclavos embusteros, el recurso artístico del monólogo, la orientación dada al prólogo y la importancia del elemento musical en la creación de los cantica, imprimen a la comedia latina su sello personal.

Estructura de las obras

La mayoría de las obras de Plauto se abren con un prólogo que presenta el tema de la obra y permite al autor ganarse el favor del público. Es recitado por un dios, un personaje alegórico, uno de los actores de la comedia, o un actor que se viste un traje especial y al que se da el nombre de Prologus.
La acción en sí misma no se ciñe al tema general, demasiado lleno de convencionalismo, sino que está llena de vivacidad y sorpresas, despreocupándose de la regularidad. Pero los episodios, al menos, forman un todo, y cada escena importante se despliega con una riqueza y una perfección sorprendentes.

Personajes

Los personajes eran, en principio, tan convencionales como los temas: el joven libertino y despilfarrador, la cortesana ávida y diestra, la jovencita modesta y simpática, el padre (o el “viejo”), antiguo calavera, ahora severo y adusto, a menudo ingenuo, a veces libertino de nuevo; la madre, honrada, aunque tosca; el esclavo, desvergonzado e ingenioso; el traficante de esclavos (leno), avaro, deshonesto y astuto; el militar fanfarrón, al servicio de un rey helenístico; el parásito; el cocinero de alquiler, jactancioso y ladrón.

Temática

En su teatro, Plauto presenta las costumbres griegas, tal como el público pedía. Pero, al mismo tiempo, se propone hacer un teatro vivo y actual, en el que lleva a escena las acciones y los gestos del pueblo latino, sus preocupaciones y lo esencial de su psicología. Así, sus piezas son de una fórmula originalísima; la policromía greco-latina de la lengua popular, la mezcolanza de nociones de derecho griego y derecho romano, de mitología helénica y de concepciones religiosas latinas, las frecuentes alusiones a sucesos contemporáneos, a la topografía de Roma, a las instituciones militares y políticas de la ciudad, en un clima totalmente griego denotan la singularidad de nuestro autor.
Las preocupaciones propiamente morales son ajenas a Plauto: su propósito es el entretenimiento. Reaparece aquí y allá un realismo romano muy rudo.
Netamente romana es la tendencia a la sátira y la vivacidad para satisfacer las inclinaciones maledicentes del pueblo bajo y su complacencia en la crítica. Tanto en los cambios de bromas como en los arrebatos de insultos, en las jactancias o en los triunfos vanidosos de los esclavos, en los equívocos, en las bufonadas, Plauto no ha tenido en cuenta más que la diversión de sus espectadores.

Lirismo

El teatro de Plauto es, ante todo, lírico. Sus obras evocarían la ópera bufa, mas también, en ocasiones, la ópera cómica, o incluso la gran ópera. Esta considerable proporción de canto y de melodrama parece una originalidad de Plauto. La música en diversas formas (canciones burlescas, dúos a dos tonos, monólogos líricos) adquieren una importancia primordial, y se considera secundaria la regularidad de la intriga, como ocurre en la mayor parte de nuestras óperas.

Lengua

Plauto conoce y utiliza a la perfección la lengua formalista de la religión y del derecho romanos. El estilo y las palabras mismas resucitan la vida de Roma. Refleja con pintoresquismo inimitable la jerga de los esclavos.

Versificación

La versificación ofrece una enorme variedad: senarios yámbicos en las partes habladas; septenarios y octonarios yámbicos y septenarios trocaicos en las partes recitadas con acompañamiento de flauta, y gran cantidad de versos yámbicos, trocaicos, anapésticos y otros en las partes cantadas.

Pervivencia de la obra de Plauto

Con altibajos, se continuó leyendo a Plauto hasta el final de la Antigüedad. En general, la Edad Media se interesó menos por Plauto que por el más sentencioso Terencio. Sólo a partir del Renacimiento se vuelve a leer con entusiasmo a Plauto y a representarse sus obras en los centros en que se enseñaba latín. Desde entonces comienza a influir, juntamente con Terencio, en la comedia moderna, así, por ejemplo, en Shakespeare (El mercader de Venecia, La comedia de los errores), Zorrilla (Entre bobos anda el juego, Traidor, inconfeso y mártir), Lope de Vega (El palacio confuso), Calderón de la Barca (El príncipe Constante), Molière (El avaro).
Finalmente, el personaje del criado astuto, engañador y servicial, que conduce la intriga, ayudando al amo joven en sus amoríos y sacándole al padre tacaño el dinero que el hijo necesita para financiarlos es propio de la comedia latina. Reaparece en La Celestina, en donde Sempronio, el criado de Calixto, se burla del apasionado amor de su señor y le aconseja que acepte los servicios de la alcahueta que da título a la obra. Sancho Panza, en el Quijote, sirve de contrapunto sensato de su insensato señor. Los personajes de Scapin, en Las trapisondas de Scapin, de Molière, y Ciutti, en Don Juan Tenorio, de Zorrilla, están en la misma línea de sus predecesores plautinos. Las apariciones de criados de este tipo son constantes en la literatura universal.

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