La Plenitud del Ser Humano: Fundamentos del Humanismo Cristiano

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La Auténtica Altura de lo Humano

Según el credo, el Hijo eterno de Dios se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre. En los primeros siglos, cuestionaron la humanidad de Jesús, defendiendo que su cuerpo humano era solo una especie de gabán que Dios se puso para parecer humano y pasearse de incógnito por la Tierra. Jesús asumió las dimensiones de la naturaleza humana y las ensanchó, y con ello nos mostró la estatura definitiva que puede alcanzar la humanidad. Jesús de Nazaret es la raíz del humanismo cristiano.

El Concilio Vaticano II afirmó que el misterio del hombre se perfecciona cada vez más en su propia dignidad. Jesús devolvió la salud a los enfermos, la luz a los ciegos, la lozanía a los leprosos. Eran palabras que convocaban a nacer otra vez, a emprender un rumbo distinto siguiendo sus pasos. El secreto de aquella vida formidable era la intimidad con Dios. Acabaron quitándole la vida en nombre del dios que ellos habían fabricado. Pero al tercer día, Jesús resucitó de entre los muertos y, desde entonces, el ser humano sabe que es posible vivir sin miedo y morir sin perder la vida.

La Acción Divina desde el Interior del Ser Humano

Un dios semejante tiene cierto aire de familia con el deus ex machina del antiguo teatro griego que, en los momentos apurados de la trama, se descolgaba hasta el escenario mediante un artilugio mecánico y solucionaba el problema. Un dios que actúe desde fuera de los seres humanos puede sustituirlos, y eso daría razón a Feuerbach: cuanto menos sepan o puedan los seres humanos, más importante y necesario será Dios para ellos, y a la inversa, cuanto más sepan o puedan los seres humanos, antes prescindirán de Dios.

Si Dios actúa desde dentro de los seres humanos, lo que hace es potenciarlos. Dios es nuestra fuerza. Al Dios que actúa desde dentro de los seres humanos se aplica una máxima atribuida a San Ignacio de Loyola: es necesario actuar como si todo dependiera de nosotros y rezar o confiar como si todo dependiera de Dios. Dicha máxima puede parecer contradictoria, pero no lo es: todo depende del ser humano y, a la vez, todo depende de Dios, porque ambos actúan en niveles distintos. En consecuencia, la religiosidad inmadura recurre a Dios cada vez que tiene un problema. Los humanismos ateos consideran que un dios semejante impide crecer al ser humano, ya que niegan su existencia; por eso, muchas personas tienen una religiosidad inmadura.

El Humanismo Cristiano

Frente a los humanismos ateos de los siglos XIX y XX, que eliminan las referencias de la dimensión trascendente del ser humano o que consideran imprescindible la negación de Dios para afirmar la dignidad del ser humano, existe el humanismo cristiano. Parte de criterios evangélicos, reconoce la existencia de una relación con Dios y afirma la dignidad del ser humano a partir de una concepción cristiana de la realidad.

Las Metas de la Existencia

Preguntarse por el sentido de la vida es interrogarse por el norte que marca el horizonte de nuestra existencia. Hay mucha gente que no tiene otra meta que aumentar sus ingresos; en realidad, solo buscan aumentar sus ingresos. En consecuencia, la opinión pública considera como eminencias en sus respectivas profesiones a quienes tienen habilidad de ganar mucho dinero, aunque objetivamente sean malos profesionales. Mientras califica de fracasados a quienes se consagran en su profesión teniendo como meta prioritaria el servicio a los demás.

Un Camino Alternativo: La Propuesta de Jesús

Jesús de Nazaret invitó a buscar primero el Reino de Dios y su justicia, para que todo lo demás se nos dé por añadidura. El Reino de Dios no es otra cosa que la vida sujeta a la soberanía divina: relacionarnos con Dios como hijos y con los demás seres humanos como hermanos que se ayudan mutuamente. Es necesario no olvidar nunca que ese programa de vida debe orientar el caminar del cristiano, porque, como avisaba San Agustín, es fácil salirse del camino.

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