La poesía en los años cuarenta durante la guerra civil

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10.1 La poesía en los años cuarenta (guerra civil)

La poesía alcanza una gran actividad como arma de propaganda política y abundan las revistas poéticas, las colecciones de lírica y las antologías. En la zona franquista se editaron colecciones y antologías, como Corona de sonetos en honor de José Antonio Primo de Rivera. Poeta que destacó en esta zona fue José María Pemán (Poema de la bestia y el ángel).

En la zona republicana, destacó Miguel Hernández. Los temas predominantes en este autor muestran una lírica llena de sentimientos humanos: el amor, la vida, la muerte, la denuncia de la opresión y de la falta de libertades. Sin embargo, su producción literaria se inserta en un tríptico temático: la vida, el amor y la muerte. De su corta trayectoria poética distinguimos cuatro etapas: la primera hace referencia a sus primeras composiciones enraizadas con la tradición culta donde presentan el gusto por lo popular. En la segunda está su poesía amorosa. Predomina la experiencia amorosa del poeta y la angustia existencial. La tercera etapa es su poesía social y de compromiso. Tono combativo y de denuncia contra la injusticia social. Su última etapa es la escrita, la mayor parte en la cárcel, Nanas de la cebolla.

Tras la guerra, se distingue entre poesía arraigada y poesía desarraigada. La lírica de la Generación del 36 aspiraba a la serenidad clásica renacentista. Es la llamada poesía arraigada, es decir, aquella que crece y se nutre sin angustia en un mundo que consideran armónico y ordenado. El garcilasismo había comenzado en 1936, con la celebración del cuarto centenario de la muerte del poeta renacentista. Así, por ejemplo, abunda el tono épico-heroico en la exaltación del pasado imperial español y en la identificación del paisaje castellano. En la línea garcilasista, Luis Rosales publica Abril, donde se refleja la influencia de Garcilaso de la Vega. La temática se centra en la vida cotidiana y en la biografía íntima: la alegría juvenil de los años universitarios, el encuentro con María, la amada del poeta, etc.

Sombra del Paraíso, de Vicente Aleixandre. La poesía desarraigada se centra en el ser humano, en su dolor, desesperación y angustia ante un mundo caótico. Manifiesta un sentimiento de desarraigo, emparentado con el tremendismo narrativo del momento. El tema religioso adquiere un tono existencial, patente en las abundantes invocaciones y preguntas a Dios sobre el sentido del sufrimiento humano. En cuanto al estilo, se inclinan por un lenguaje directo, coloquial, duro, apasionado y con imágenes tremendistas.

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