Poesía Arraigada y Desarraigada: Un Análisis Profundo del Panorama Poético Español de Posguerra

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Poesía Arraigada y Desarraigada en la España de Posguerra

Esta poesía se enmarca dentro de lo que Dámaso Alonso denominó POESÍA ARRAIGADA Y POESÍA DESARRAIGADA. A la primera corresponden aquellos que continuaron la poesía como si nada hubiera pasado, y fundaron las revistas Escorial y Garcilaso para propagar esta corriente poética. Con la creación de Garcilaso en 1943, aparece el movimiento denominado “Juventud creadora”. El nombre de la revista llevaba implícita la norma clásica. El propósito no fue otro que romper con la libertad creadora de la Generación del 27 y las vanguardias para volver a las formas clásicas. La huida del entorno, del desastre de la guerra, fue notoria. Vicente Gaos lo llamó “anacrónica poesía de evasión”.

Los poetas de esta corriente pretendían no una poesía pura sino humana, aunque la mayoría después cayeron en una estética “neoclásica”. Algunos exaltaron el imperio, la patria, la fe, la cruzada. Sobresalieron los temas patrióticos, amorosos y religiosos con expresiones formalistas, militantes, heroicas, incluso metafísicas. De este período destaquemos a los poetas Dionisio Ridruejo (Sonetos de piedra, 1943), Luis Rosales (La casa encendida, 1949), García Nieto (Tú y yo sobre la tierra, 1944), Leopoldo Panero (Escrito a cada instante, 1949), Luis Felipe Vivanco (Tiempo de dolor, 1940), Rafael Morales (Poemas del toro, 1943).

La otra poesía, desarraigada (un grito desgarrador ante las circunstancias), la encontramos en las revistas Espadaña, Proel, Corcel, Ínsula. La revista Espadaña renovó la poesía con su rehumanización. Se exigía una lírica más humana, más cercana ante la angustia, la desesperación. Es la poesía existencial, social, muy cercana al gran libro de Dámaso Alonso, Hijos de la ira (1944) y Sombra del paraíso (1944) de V. Aleixandre. Esta poesía iba dirigida a la gran mayoría. Destacan también los poetas Victoriano Crémer (Caminos de mi sangre, 1946), José Luis Hidalgo (Los muertos, 1947), Eugenio de Nora (Contemplación del tiempo, 1947), José María Valverde (Hombre de Dios, 1945) y José Hierro con sus libros Tierra sin nosotros (1947) y Alegría (1947). La poesía vuelve a ser “palabra en el tiempo” en expresión machadiana.

Aunque minoritaria, también surgió otra corriente denominada “postista”, postismo, o incluso postsurrealismo creado por Carlos E. de Ory. Intenta una poesía surrealista, social, antiacadémica. Se creó la revista La Cerbatana. Este tipo de poesía fue enarbolada, también, por Miguel Labordeta, Ángel Crespo, etc. A finales de los años cuarenta surge otra revista que va a contribuir a extender la poesía desde otra atalaya, me refiero a la revista Cántico. El poeta más significativo es Pablo García Baena, que pretendía una poesía esteticista basada en un lenguaje muy elaborado, pero humano.

La Generación de los Cincuenta

En la década de los cincuenta sobresalen dos poetas: Blas de Otero y Gabriel Celaya. Las obras capitales de Blas de Otero son: Ángel fieramente humano, 1950; y Redoble de conciencia, 1951. Estos dos libros darían el nombre de Ancia, 1958. Blas de Otero está dentro de la poesía social, existencial; en definitiva, desarraigada. Gabriel Celaya prosigue con los mismos temas; es decir, su poesía es de denuncia. Su libro más conocido es Cantos iberos (1955). El estilo de ambos poetas es sencillo, ameno y los temas están dentro de los que se considera la injusticia y la solidaridad que debe primar entre todos.

Características de la Generación de los Cincuenta

Las características de la generación de los cincuenta son: Concentración y tensión, valoración de la palabra poética, inclusión de anécdotas, expresión de la intimidad y de lo amoroso, pretensión ética. Existe una preocupación estética.

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